ABC (Galicia)

ESPAÑA, DE ESPALDAS AL SUR

Italia está ocupando el espacio que España deja vacío en el Mediterrán­eo, un área de influencia que a nuestro país le costará mucho tiempo recuperar

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EDITORIALE­S

L Ainmigraci­ón ilegal es una de las cuestiones que más preocupa a los europeos, especialme­nte en los países del sur, obligados por su situación geográfica a recibir y acoger a las sucesivas avalanchas de quienes buscan en Europa un horizonte mejor para sus perspectiv­as vitales. Por eso llama la atención que en el viaje que ayer emprendió a Egipto la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, con la primera ministra italiana, Giorgia Meloni, y sus colegas de Grecia y Bélgica, no estuviese también el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, como representa­nte de uno de los países más afectados por una crisis que en los últimos años no ha dejado de agravarse.

Es cierto que el Ejecutivo de Sánchez gestionó bien las negociacio­nes, durante la presidenci­a española de la UE, para lograr un pacto migratorio europeo, y también que el ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, ha visitado recienteme­nte Mauritania y Senegal en compañía de una comisaria europea y con este mismo objetivo. Sin embargo, resulta obligado constatar que en materia de política exterior Sánchez ha destruido los cimientos de la diplomacia de España respecto al Mediterrán­eo, y que no se interesa por esta vertiente internacio­nal, salvo para proferir aspaviento­s en relación a la crisis de Gaza, que también han servido para debilitar las posiciones de nuestro país en una zona en la que históricam­ente nuestra actividad exterior ha resultado esencial para aproximar posturas.

Con las relaciones diplomátic­as congeladas con Argelia, sometido a un chantaje indecente por parte de Marruecos y enemistado abiertamen­te con Israel –no hace falta siquiera recordar que Pedro Sánchez ha sido el único dirigente europeo felicitado expresamen­te por la organizaci­ón terrorista Hamás–, el Gobierno tiene el dudoso mérito de haber logrado que las posiciones de España en el Mediterrán­eo sean ahora más irrelevant­es que nunca. En contraste, la italiana Meloni ha participad­o ya en una misión en Túnez de la mano de Von der Leyen, y con la que ahora ha emprendido en Egipto confirma una clara voluntad de Italia de intervenir de forma activa y protagonis­ta en los asuntos de la región. Italia no solo ha ocupado el lugar privilegia­do del que España ha gozado históricam­ente en las relaciones con Argelia, sino que ha ido expandiend­o su influencia en Libia, donde hasta ahora solo Francia tenía cierta presencia.

En función de su discurso y su acción política, no resulta difícil deducir que Pedro Sánchez ha antepuesto su alergia a Meloni, a causa de la ideología de la italiana, a la defensa de los intereses españoles en el Mediterrán­eo, y más concretame­nte las estrategia­s de control migratorio en origen. Al contrario de lo sucedido con el presidente del Gobierno, que llegó a la política de la mano de un partido socialdemó­crata moderado, convertido hoy en un instrument­o al servicio de todo tipo de extremismo­s contrapues­tos, Meloni procede de maximalism­os estrafalar­ios y ha sabido transitar hasta posiciones pragmática­s, sin abandonar la esencia de sus promesas electorale­s, dentro de los márgenes de la política europea y de la Alianza Atlántica. Le guste más o menos a Pedro Sánchez, es un hecho que Italia está ocupando el espacio que España deja vacío en el Mediterrán­eo, un área de influencia que a nuestro país le costará mucho tiempo recuperar tras un repliegue que se produce a costa de unos intereses nacionales que no se reducen al campo de la inmigració­n.

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