Los mejores días de Milei
Las reformas del presidente argentino están a un tris de convertirse en papel mojado al pasar por las instituciones
«Milei despilfarra sus mejores días». La afirmación de Eduardo van der Kooy, el director de ‘Clarín’, no puede ser más precisa y acuciante. La gigantesca ola de descontento del pueblo argentino que llegó surfeando el león liberal no se ha estrellado en sus primeros cien días contra un acantilado, sino que se ha remansado en una gigantesca playa donde toman el sol las instituciones políticas y económicas de un país con una gobernabilidad extraordinariamente compleja. Crecimiento económico y gobernabilidad son los dos grandes déficits de toda la región iberoamericana. Son muy pocos los países –República Dominicana, Uruguay, Costa Rica– que los conllevan con éxito, pero los demás, incluido Chile, que durante años aparentó ser mejor de lo que era, están atrapados entre la incapacidad económica y el mal funcionamiento de sus instituciones, cuya degradación es aprovechada por el narcotráfico y la criminalidad.
Milei, que es un ‘outsider’ libertario, carece de la habilidad y las estructuras políticas para sacar adelante su plan de reformas. Este se articulaba sobre dos normas: el Decreto de Necesidad y Urgencia (DNU) y la llamada Ley Omnibús. Esta última tuvo que ser podada de sus reformas más radicales (de 660 a 386 artículos) para que el Parlamento aceptara tramitarla, pero al final los diputados la acabaron devolviendo a comisión porque el desorden del Ejecutivo y la inexperiencia de ciertos funcionarios no fue capaz de asegurar los votos necesarios para que siguiera adelante. Ahora Milei asegura que volverá a presentarla.
Entre tanto, el DNU, una figura que permite al presidente gobernar de manera excepcional, continúa en vigor, pero la semana pasada fue rechazado en el