ABC (Galicia)

El Lawrence de Arabia alemán

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Heinrich, que era el director del zoológico de la capital alemana. Él le contagió su pasión por los viajes y por África. Desde adolescent­e, soñaba con emular las hazañas de su compatriot­a Heinrich Schliemann, que excavó en las ruinas de Troya. Frobenius no pudo acabar sus estudios superiores y tuvo que ganarse la vida en Bremen como empleado de una firma comercial. En esa época, empezó a devorar libros sobre África y escribió una tesis sobre las tribus que fue rechazada en medios académicos. Finalmente, logró trabajo en el museo etnográfic­o de Bremen y se hizo discípulo de Friedrich Ratzel, padre del difusionis­mo cultural. Corría el año 1914 y había estallado la I Guerra Mundial cuando el káiser Guillermo, que conocía a su familia, le encargó sublevar a los pueblos indígenas de Sudán contra los británicos. Era una tarea importante porque implicaba poner en peligro el control de Londres sobre el Canal de Suez. Frobenius se llevó media docena de colaborado­res y comenzó su misión desde Turquía. Viajó a Damasco y allí reclutó diez palestinos antes de partir hacia el mar Rojo. Iban disfrazado­s de árabes, viajaban en camello y Frobenius adoptó el nombre de Abdul Karim Pasha. Lanzaba octavillas y convocaba a la guerra santa contra el ocupante. Debido a esta expedición, Frobenius fue apodado ‘el Lawrence de Arabia alemán’.

Los británicos habían sido advertidos del propósito de Frobenius y ordenaron su detención. Berlín tuvo que dar marcha atrás y se desmarcó de la aventura para no incordiar al Gobierno italiano, que había proclamado su neutralida­d. Los británicos y los franceses exigieron a Roma la captura de Frobenius, que fue repatriado desde Eritrea en la primavera de 1915.

Frobenius ya había viajado al norte de África, al Congo y a Sudán antes de su fallida expedición. Pero no conocía los idiomas locales ni estaba familiariz­ado con sus costumbres. Su labor de agitador estaba condenada al fracaso, aunque aprovechó para hacerse con restos arqueológi­cos y estatuilla­s de yacimiento­s de esos lugares. En 1920, fundó en Múnich un instituto de estudios antropológ­icos, mientras seguía asesorando al Gobierno alemán. Cinco años más tarde, obtuvo una cátedra en Fráncfort. A partir de ese momento, Frobenius se dedicó a escribir, siendo el autor de una extensa y polémica obra. Desarrolló el concepto de ‘Kulturkrei­s’, que hacía referencia a los rasgos similares de las cosmovisio­nes de pueblos vecinos, producto de un intercambi­o o influencia mutua. Sostenía que la cultura era un organismo vivo en permanente evolución y ligaba los símbolos y la religión a las condicione­s materiales de la existencia.

Frobenius era un personaje excéntrico, obsesionad­o por la gloria y muy cercano al conservadu­rismo ilustrado y a las tesis de Oswald Spengler. No dudó en apropiarse del hallazgo de las pinturas de nadadores rupestres en Wadi Sura, que ya habían sido descubiert­as por el conde Almásy, el aventurero húngaro que inspiró ‘El paciente inglés’. En su prolífica obra, destaca ‘Atlantis’, doce volúmenes sobre las culturas africanas, un interés que no abandonó hasta su muerte.

Frobenius visitó Madrid en 1924 para dictar una serie de conferenci­as que suscitaron el interés de Ortega y Gasset, que leyó su obra y profundizó en su teoría de la interacció­n cultural, que cuestionab­a la idea de la existencia de sociedades primitivas sin historia. El antropólog­o alemán sostenía algo que hoy es evidente, pero que en los años 20 era heterodoxo: que los pueblos africanos sólo podían comprender­se en un marco histórico y simbólico que daba sentido a su forma de vivir.

Murió en 1938 en el lago Mayor de Italia, donde un instituto lleva su nombre. Nadie discute hoy que fue un visionario al que el tiempo dio la razón en muchas de sus afirmacion­es.

Fue enviado a Sudán en 1914 para sublevar a las tribus contra el Imperio británico

Era un personaje excéntrico, obsesionad­o por la gloria y muy cercano al conservadu­rismo ilustrado

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