Rueda quiere jugar
El BNG aprieta pero no ahoga a un PSdeG en horas bajas, y le cede un puesto en la Mesa del Parlamento
Arranca una legislatura autonómica más, y ya van doce. La constitución del Parlamento tiene mucho de automatismo democrático, sobre todo cuando el sistema ya está plenamente desarrollado y funciona como un mecanismo engrasado. Todo sigue sus rutinas: juras y promesas, la cofradía nacionalista de Castelao desempolvando para la toma de posesión el clavel y su amarillento ejemplar del ‘Sempre en Galiza’ –todavía más viejuno que la apelación al «imperativo legal» para asumir Constitución y Estatuto–, mesa de edad con minuto de efímera gloria para sus integrantes, toneladas de fotos de grupo en escalinatas y escaños, solemnidad de boda para escuchar el himno, atuendos rimbombantes para llamar la atención y salir en los periódicos –¡al menos una vez!–, los ganadores (muy) sonrientes y los perdedores ya habiendo digerido el disgusto... y luego el PSOE, al que asimilar la nueva realidad le está costando algo más.
La legislatura empieza con un gesto por parte del BNG, cediéndole a los socialistas un asiento en la Mesa del Parlamento que no les correspondía por sus diputados. Pontón aprieta pero no ahoga. Era lo razonable, toda vez que los dos partidos son simbióticos en el conjunto de Galicia: no se habría entendido un desplante nacionalista. Como tampoco tiene sentido esa distribución en el Hemiciclo, con Besteiro y una diputada separados por dos escaños vacíos de la bancada nacionalista. Pareciera que el BNG aplica una distancia de seguridad con el PSOE, o que premeditadamente busca trasladar de éste una imagen de fuerza muy minoritaria. Besteiro debería revolverse.
Las miradas están puestas ahora en el nuevo gobierno gallego. El hecho de que Ethel Vázquez abandone la Consellería de Infraestructuras para ocupar la Secretaría del Parlamento abre un amplio abanico de oportunidades para su sustituto/a en la Xunta. Sale una técnica que se fajaba razonablemente bien como estilete contra los sucesivos ministros de Fomento; se intuye que Rueda puede no colocar a otro técnico, sino que quizás apueste por la política en el departamento que tradicionalmente ha manejado mayor inversión. Sin salir del terreno de la especulación, no sería descabellado ver al inquilino de este departamento compatibilizando una vicepresidencia autonómica. Sería otro perfil.
Este escenario abonaría una idea ya planteada desde esta misma tribuna, sobre la necesidad de que esta legislatura sea entendida desde el centro-derecha como una etapa para ir un paso más allá de la mera gestión y apostar por la política, como mejor camino para afianzar su hegemonía electoral en el territorio. Rueda parece que quiere jugar, se vislumbran pasos en la dirección de desplegar sin ataduras ni complejos su proyecto político. Concluido el tiempo de honrar a los ancestros –por relevantes que fueran–, ahora todo apunta a que el presidente electo va a imprimir su sello.
La salida de Ethel Vázquez –que ejemplifica la filosofía de Feijóo de ir aupando a cargos intermedios de la administración que demostraban cierta desenvoltura– abre ahora la puerta a otros relevos en el Ejecutivo. ¿El cambio de políticos por técnicos va a tener más rostros? ¿Habrá alguna ampliación de consellerías que busque trasladar un nuevo relato para este mandato? Un departamento con las competencias de Vivienda aparece en muchas quinielas, toda vez que ha sido una de las promesas más reiteradas por Rueda en la campaña.
Falta casi un mes para la investidura del presidente, que deshoja las margaritas de su próximo gabinete. Pero todo apunta a que algo se está moviendo en San Caetano. Veremos si es política o gatopardismo.