ABC (Galicia)

Pío Baroja vuelve a amasar ‘La lucha por la vida’ en Madrid

▶ El Teatro Español presenta la adaptación teatral de la novela del autor vasco

- JULIO BRAVO MADRID

Pío Baroja (1872-1956) empezó a publicar ‘La lucha por la vida’ –su título era ‘La busca’– como novela por entregas en el diario ‘El Globo’ en marzo de 1903. Con el tiempo, la obra se convertirí­a en una trilogía, que componían tres volúmenes: ‘La busca’, ‘Mala hierba’ y ‘Aurora roja’, y que vio la luz en 1904. Se trata, como señaló el crítico Ricardo Senabre, de «un relato de formación» de su protagonis­ta, Manuel Alcázar, enmarcado en «un gran fresco colectivo, de una radiografí­a del Madrid suburbial en el tránsito del siglo XIX al XX».

El Teatro Español presenta ahora la adaptación al teatro de ‘La lucha por la vida’ (del 21 de marzo al 14 de abril). La «traducción» –así la llama– es de José Ramón Fernández (que ya hiciera lo propio con ‘El laberinto mágico’, de Max Aub, o ‘La lluvia amarilla’, de Julio Llamazares). Se trata de una producción del Teatro Arriaga de Bilbao dirigida por Ramón Barea (que además interpreta en ella al propio Pío Baroja), y un reparto que completan Aitor Fernandino, Olatz Gamboa, Ione Irazabal, Itziar Lazkano, Sandra Ortueta, Alfonso Torregrosa, Leire Ormazabal, Diego Pérez y Arnatz Puertas.

‘La lucha por la vida’ –que José Ramón Fernández define como «uno de los monumentos de la Historia de la Literatura»– es el relato de «un vasco haciendo alarde de madrileñis­mo», cuenta Ramón Barea, en un ambiente lleno de «menesteros­os y de golfos». Un Madrid, el de finales del siglo XIX, que Baroja vivió desde dentro –regentaba una panadería muy cerca del Teatro Real–, y que retrató «con un gran amor a la ciudad y sensibilid­ad por la situación social».

Madrid, se ha dicho siempre, es una ciudad acogedora con los visitantes. Baroja sintió ese calor y el propio Barea también. «Viví en Madrid seis o siete años y enseguida me sentí uno más. En una época viví en Usera y bajaba al Bar Barajas a comer el menú del día; al día siguiente ya sabían cómo me llamaba y cómo me gustaba el café». Los vizcaínos, añade, «enseguida nos hacemos madrileños, porque en Bilbao, como en Madrid, ha habido mucha migración, y hay mezcla de muchos sitios».

El montaje, añade su director, «tiene

«Baroja tiene una mirada limpia, precisa, nos acerca a una época que no hemos visto del todo aún», dice Ramón Barea

visos brechtiano­s, porque están contenidos en Baroja. Es un adelantado. Es una mezcla de estilos no naturalist­as: vodevilesc­os, zarzuelero­s, melodramát­icos, esperpénti­cos, sirven de presentaci­ón para analizar con la distancia suficiente a los personajes y sus peripecias. Ritmo cinematogr­áfico para una narración teatral nada maniquea, que no nos deja empatizar con el héroe, porque el héroe no es ejemplar ni dueño de su destino, y tiene que tomar decisiones que no siempre son las políticame­nte correctas».

El propio Baroja aparece en ‘La lucha por la vida’; es, dice Barea, un observador, «un cronista de Madrid al estilo de Chaves Nogales, que juega a distanciar­se e ironiza cuando se refiere al ‘autor’. Pero tiene una presencia moderada; el gran valor en este montaje es el juego de personajes».

Actualidad

A pesar de haber transcurri­do más de un siglo desde su escritura, ‘La lucha por la vida’ sigue interesand­o al público actual. «La novela tiene el valor de reconocer un momento histórico y el país en que vivimos. Baroja tiene una mirada limpia, precisa, nos acerca a una época que no hemos visto del todo aún y que si no se nos recuerda se nos olvida», explica Barea.

No ha habido necesidad, dice el actor y director, de ‘actualizac­ión’. «Baroja, por ejemplo, ya hablaba de ‘estos políticos que tratan de medrar’ y no se preocupan de los desfavorec­idos, o se refería a las imprentas –hoy las llamaríamo­s grupos editoriale­s– que hacían negocio imprimiend­o periódicos de muy distinto signo. Son guiños que no es necesario actualizar; lo escribe además con un lenguaje llano, muy poco alambicado, que lo hacen más permanente en el tiempo».

No estaría cómodo, segurament­e, Pío Baroja en esta España polarizada. Ramón Barea concluye con un revelador detalle. Hace dos años, el Ayuntamien­to de San Sebastián rechazó casi por unanimidad [23 votos a 4] conceder al escritor donostiarr­a, nacido en el número 6 de la calle Oquendo, laMedalla de Oro de la ciudad al cumplirse ciento cincuenta años de su nacimiento. Entre las razones esgrimidas para esta decisión, las «opiniones críticas» del escritor sobre la ciudad de San Sebastián: en 1917, escribió en ‘Juventud, egolatría’: «El espíritu de la ciudad es lamentable. Allí no interesa la ciencia, ni el arte, ni la literatura, ni la historia, ni la política, ni nada [...] Yo no tengo ciudad. Hoy por hoy me considero extraurban­o». «Es vergonzoso -concluye Ramón Barea- que en 2022 todavía jueguen con eso».

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// MORENO ESQUIBEL Ramón Barea, como Pío Baroja

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