La ceremonia del adiós
Luis Enríquez comprendió mejor que nadie la mística de este oficio y la importancia de un periodismo al servicio de los lectores
CUALESQUIERA que sean nuestras flaquezas personales, la nobleza del oficio del periodismo prevalecerá. La frase es de Albert Camus y refleja algo que merece ser recordado en esta batalla política y mediática que estamos viviendo: que el periodismo es esencial en una sociedad libre y que no hay mejor salvaguarda de la democracia que el pluralismo informativo.
Empecé a trabajar en los años 70 cuando todavía los periódicos se imprimían con linotipia. Guardo en la memoria el olor a plomo de las redacciones, el ruido de las teclas de las máquinas de escribir, el humo de los cigarros flotando sobre las mesas y las botellas de ginebra en los cajones de los periodistas. Todos esos momentos se han perdido en el tiempo como lágrimas en la lluvia, en palabras del replicante de ‘Blade Runner’.
Luis Enríquez no conoció aquella época, pero la soñó. Quiso ser periodista, pero se tuvo que conformar con ser editor. Anhelaba mancharse los dedos con tinta, pero le tocó cuadrar los números. Esa contradicción le ha marcado y, tal vez, haya sido una fuente de frustración. Pero para los que hemos tenido la suerte de ser sus amigos y de trabajar con él, ha sido una bendición. Como apuntaba ayer Ignacio Camacho, Luis paraba los golpes y sabía que no hay periodismo sin libertad ni amor por la verdad.
Llevo muchos años diciendo que la crisis de la prensa en España está vinculada a la falta de editores. En la mayoría de las empresas, los gestores que antaño bajaban a los talleres a la hora del cierre han sido reemplazados por tecnócratas que saben interpretar un balance, pero que no entienden la naturaleza compleja del periodismo, que es un negocio y, a la vez, mucho más que un negocio.
Luis Enríquez comprendió mejor que nadie la mística de este oficio y la importancia de un periodismo al servicio de los lectores. Y puso su empeño en hacer de ABC una referencia intelectual y ética, continuando el camino marcado por los fundadores de esta venerable casa. Su salida nos produce una sensación de orfandad.
Como en toda obra humana, habrá habido aciertos y errores en su gestión. Pero tengo para mí que los primeros superan en mucho a los segundos. Luis se ha sabido rodear de talento y ha transmitido a la redacción su pasión por el periodismo. No es una casualidad que las acciones de Vocento subieran diez céntimos el día en el que trascendió su relevo. El futuro de la empresa es hoy mejor que cuando llegó.
No puedo evitar el sentimiento de que estas líneas son una despedida, llena de tristeza y nostalgia. Señalaba Cicerón que el primer precepto de la amistad es pedir a los amigos sólo lo justo y hacer por ellos sólo lo honesto. Enríquez ha sido justo y honesto. Vayan en estas líneas un adiós afectuoso y un testimonio de gratitud por haber soñado con un periodismo mejor.