ABC (Galicia)

Elle y sus hermanas

▶ Hubo un olimpo de chavalas en los noventa que no hacían pasarela, pero se cobraban un póster a precio de medio Ferrari. Aún siguen en activo de días alternos por ahí, como viejas glorias de lo suyo que aún no están viejas

- ÁNGEL ANTONIO HERRERA

Hubo un olimpo de chavalas, allá en los noventa, que inventaron el caso de la modelo como futbolista, porque la modelo se dio a cobrar como un pelotero forrado, y se hizo famosa como un pichichi de la Champions de las pasarelas. Hablo de Naomi Campbell, de Claudia Schiffer, de Cindy Crawford. Hablo de Linda Evangelist­a, de Christie Turlington, de Helena Christense­n. Y ahí se nos traspapela, muy a menudo, Elle Macpherson, que es otra mitológica de aquel podio.

Ha reaparecid­o, tras quince años sin ejercer, cuando ya va camino de los 60 años. La belleza es la juventud inequívoca, pero estas bigardas estiran la juventud hasta la jubilación, y las aplauden como monumento estival cuando son ya la biografía de una abuela. Acaba de ocurrir con Elle, y pasa con las demás. La noticia no es que Elle Macpherson esté cumpliendo años sino que, en rigor, no los cumple. Quiero decir que vivimos a un soplo de que Elle cuaje de sesentona, pero eso sólo nos lo creemos porque lo acredita la hemeroteca, que es el deneí de las que no usan deneí sino portadas. De modo que aquí el registro civil va por un lado y la belleza va por otro. Lo suelto ya, con el lirismo de los poetas de internet: sigue siendo pibón.

Elle concretó la modelo como millonaria, junto a una copa de criaturas emocionant­es que casi da para una serie, o película: Elle y sus hermanas. No hacían pasarela, pero se cobraban un póster a precio de medio Ferrari. Aún siguen en activo de días alternos por ahí, como viejas glorias de lo suyo que aún no están viejas, según acreditan las juergas del gremio, y algún cumpleaños de nuestras protagonis­tas, donde en realidad celebran que siguen apoteósica­s, según lo preceptivo en las macizas de su fama. La juventud empieza a ser un achaque, en ellas.

Elle, en concreto, presenta, con los años, un jaleo de novios o maridos archiforra­dos, y luego un bikini blanco, mínimo y sucesivo de mucho trote en Ibiza, que parece siempre el mismo bikini, cuando la que siempre es la misma es la modelo, con osatura de sirena extranjera y un soleado erotismo de australian­a contenta. Las gafas de sol le quedan como ajuar de lencería, y el yate de cada verano como una prórroga de su cosa longilínea. Dice que el secreto de su esbeltez está en evitar la cafeína y en dormir sin ropa. A veces, las guapísimas se ponen un poco poetisas, pero hay que disculparl­as.

Por las habladuría­s del Madrid diabólico aún funciona la leyenda de que Álvaro de Marichalar trasnochó en condicione­s con Elle, hace ya unos tiempos, pero yo arriesgarí­a que es sólo eso, leyenda.

Cuando venía a Ibiza, le hacían el retrato de robo en altamar, sólo con la braga de hacer la natación de mirar al sol desde una proa. Era un cruce de maniquí y atleta, y se enfadaba mucho por aquellos empeños de los paparazis. No hace tanto, posó Elle sólo de medias lujuriante­s en una portada de moda, rememorand­o otra portada suya del 94, en ‘Playboy’, que copiaba a Brigitte Bardot. Elle tiene, en efecto, una temperatur­a de hermana no francesa de BB. Aún no va cumpliendo años sino bikinis. Como sus hermanas de olimpo.

Podio de modelos Con Naomi Campbell, Claudia Schiffer, Cindy Crawford y Linda Evangelist­a, entre otras, el registro civil va por un lado y la belleza por otro

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// ABC La modelo Elle Macpherson en los noventa
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