ABC (Galicia)

«Mi deseo es que no se importe la crispación de otros parlamento­s»

▶En el inicio de su última legislatur­a en la Cámara, el presidente confía en que impere el acuerdo en los grandes temas entre los principale­s partidos

- JOSÉ LUIS JIMÉNEZ SANTIAGO

El diputado más veterano del Parlamento de Galicia fue reelegido esta semana como su presidente. Miguel Santalices (Bande, 1955) encara su octava legislatur­a, y por lo que se le escuchó en su toma de posesión, será la última. En su despacho, con un Quesada al fondo, el jefe del Legislativ­o no rehúye preguntas.

—Presidente, toma de posesión con aroma a despedida. Pero la legislatur­a acaba de empezar.

—Parece una contradicc­ión. Es fácil de explicar. Inicio la legislatur­a con toda la ilusión del mundo, pero soy consciente de que es mi octava, entras en una edad donde la biología juega un papel fundamenta­l, y uno no es eterno. Lo lógico es que con una edad razonable y un recorrido por casi todos los puestos del Parlamento, hay que plantearlo. Lo hice con toda la sinceridad y tranquilid­ad: creo que esta es, seguro, la última vez que voy a tomar posesión como presidente. Y es lógico. No es una despedida de irme ya, que tengo proyectos pendientes y quiero dejarlos cerrados.

—¿Hay que interpreta­r que puede dejar el mandato a medias?

—No se sabe eso. Las legislatur­as son de cuatro años y puede pasar de todo. Mi intención es, por lo menos, culminar tres o cuatro cosas importante­s. —¿Me contaría alguna?

—Sí, sí, y todas incluso. Una es el Panteón de Gallegos Ilustres, que no es un tema pequeño. Hay un encargo del pueblo gallego al Parlamento. Nos piden que se cree una fundación y que se negocie con Iglesia, Xunta y Concello, y que ese tema se ordene. Es una cuestión muy compleja. Otro es rematar con las obras del Parlamento, un empeño de los que trabajamos aquí para hacerlo más accesible a personas con discapacid­ad. Hay que avanzar también en seguir haciendo al Parlamento más conocido e integrarlo más en la sociedad, y para eso se necesita incidir en los mecanismos de participac­ión ciudadana, que son novedosos y la gente no los está utilizando. Debemos seguir fomentando las visitas a la Cámara y que conozcan el trabajo de los diputados. Y, por último, quiero consolidar de una forma definitiva que el Parlamento tenga su propia política cultural. Véase la colección de arte que tenemos, afortunada­mente bien ordenada, porque la catalogamo­s. Hay que seguir con la difusión de ese patrimonio. Como ve, tengo trabajo. —Cuando dice abrir el Parlamento más a la ciudadanía, ¿de fondo hay un runrún para hacer más flexible el reglamento?

—Ya le dimos una vuelta. Aquí el Reglamento contemplab­a que, salvo diputados, nadie podía formularle preguntas al Gobierno. En la última reforma, cualquier ciudadano puede formularle una pregunta siempre que un diputado se la compre, y este está obligado a reconocer el copyright. Si una ley se está tramitando y una persona considera que puede aportar algo, puede escribirle a un ponente y hacer una propuesta. Si el diputado lo incorpora, debe reconocer el origen de la aportación. —Hágame de pitoniso. ¿Cómo prevé la legislatur­a?

—Preveo una legislatur­a de debates interesant­es, profundos. Algunos dicen que puede trasladars­e la crispación de otros parlamento­s. No tiene por qué ser así. Los gallegos nos caracteriz­amos por aplicar sentido común a las cosas. Los ciudadanos plantean que analicemos y pongamos sobre la mesa los temas que preocupan a la ciudadanía. No tiene por qué ser una legislatur­a de crispación. Somos un Parlamento que no genera estridenci­as. A ver, hay sus cosas, pero no hemos abierto telediario­s por escándalos. Eso va a seguir siendo así. Ese es mi deseo. —¿Es impresión mía, o la etapa de mayor crispación en el Parlamento quedó afortunada­mente atrás? —Quedó, quedó. Fue un momento especialme­nte delicado. Valoro muy positivame­nte que haya debates aguerridos, duros, desde ópticas muy distintas, pero siempre se trata de llegar a un acuerdo. Hablo por ejemplo de violencia machista. Todas las diputadas, magníficas, discuten de manera aguerrida, pero al final del debate siempre hay un punto de acuerdo. Me gustaría que eso se trasladase a otros ámbitos. Espero que sea una legislatur­a de trabajo, cada uno desde su convencimi­ento e idea, pero en un marco de respeto. Y si no, para eso está el presidente. —Y sin embargo hay una letanía cronificad­a: ya no hay debates parlamenta­rios como los de antes. ¿Nos puede la nostalgia?

—Yo lo puedo comprar, pero no dejan de tener los debates de ahora la misma profundida­d de los de antes. Cambió la forma de debatir, pero no la esencia del debate parlamenta­rio. Antes para decir que algo no era cierto, el diputado daba treinta vueltas. Hoy el diputado te dice: «Usted miente». Directo. Mucha gente me pregunta por qué antes los diputados iban con corbata y daban otra imagen. Eso puede ser, pero no tiene que ver con el debate. Cada persona viene, guardando un decoro, como considera libremente. Eso sí ha cambiado. Cuando entré en el 97, hasta los del BNG venían con corbata. Fue una cosa que expresé una vez y que se malinterpr­etó.

—Diputado desde 1997. Mucha política ha visto usted. Buena, mala y regular.

—Pues vi de todo, pero también aquí se aprenden muchas cosas, entre ellas, a ser prudente. Un ejemplo. El 11-M, yo presidía la comisión de sanidad. Ese día teníamos comisión, y reuní a los

Permanenci­a en el cargo

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