«Mi deseo es que no se importe la crispación de otros parlamentos»
▶En el inicio de su última legislatura en la Cámara, el presidente confía en que impere el acuerdo en los grandes temas entre los principales partidos
El diputado más veterano del Parlamento de Galicia fue reelegido esta semana como su presidente. Miguel Santalices (Bande, 1955) encara su octava legislatura, y por lo que se le escuchó en su toma de posesión, será la última. En su despacho, con un Quesada al fondo, el jefe del Legislativo no rehúye preguntas.
—Presidente, toma de posesión con aroma a despedida. Pero la legislatura acaba de empezar.
—Parece una contradicción. Es fácil de explicar. Inicio la legislatura con toda la ilusión del mundo, pero soy consciente de que es mi octava, entras en una edad donde la biología juega un papel fundamental, y uno no es eterno. Lo lógico es que con una edad razonable y un recorrido por casi todos los puestos del Parlamento, hay que plantearlo. Lo hice con toda la sinceridad y tranquilidad: creo que esta es, seguro, la última vez que voy a tomar posesión como presidente. Y es lógico. No es una despedida de irme ya, que tengo proyectos pendientes y quiero dejarlos cerrados.
—¿Hay que interpretar que puede dejar el mandato a medias?
—No se sabe eso. Las legislaturas son de cuatro años y puede pasar de todo. Mi intención es, por lo menos, culminar tres o cuatro cosas importantes. —¿Me contaría alguna?
—Sí, sí, y todas incluso. Una es el Panteón de Gallegos Ilustres, que no es un tema pequeño. Hay un encargo del pueblo gallego al Parlamento. Nos piden que se cree una fundación y que se negocie con Iglesia, Xunta y Concello, y que ese tema se ordene. Es una cuestión muy compleja. Otro es rematar con las obras del Parlamento, un empeño de los que trabajamos aquí para hacerlo más accesible a personas con discapacidad. Hay que avanzar también en seguir haciendo al Parlamento más conocido e integrarlo más en la sociedad, y para eso se necesita incidir en los mecanismos de participación ciudadana, que son novedosos y la gente no los está utilizando. Debemos seguir fomentando las visitas a la Cámara y que conozcan el trabajo de los diputados. Y, por último, quiero consolidar de una forma definitiva que el Parlamento tenga su propia política cultural. Véase la colección de arte que tenemos, afortunadamente bien ordenada, porque la catalogamos. Hay que seguir con la difusión de ese patrimonio. Como ve, tengo trabajo. —Cuando dice abrir el Parlamento más a la ciudadanía, ¿de fondo hay un runrún para hacer más flexible el reglamento?
—Ya le dimos una vuelta. Aquí el Reglamento contemplaba que, salvo diputados, nadie podía formularle preguntas al Gobierno. En la última reforma, cualquier ciudadano puede formularle una pregunta siempre que un diputado se la compre, y este está obligado a reconocer el copyright. Si una ley se está tramitando y una persona considera que puede aportar algo, puede escribirle a un ponente y hacer una propuesta. Si el diputado lo incorpora, debe reconocer el origen de la aportación. —Hágame de pitoniso. ¿Cómo prevé la legislatura?
—Preveo una legislatura de debates interesantes, profundos. Algunos dicen que puede trasladarse la crispación de otros parlamentos. No tiene por qué ser así. Los gallegos nos caracterizamos por aplicar sentido común a las cosas. Los ciudadanos plantean que analicemos y pongamos sobre la mesa los temas que preocupan a la ciudadanía. No tiene por qué ser una legislatura de crispación. Somos un Parlamento que no genera estridencias. A ver, hay sus cosas, pero no hemos abierto telediarios por escándalos. Eso va a seguir siendo así. Ese es mi deseo. —¿Es impresión mía, o la etapa de mayor crispación en el Parlamento quedó afortunadamente atrás? —Quedó, quedó. Fue un momento especialmente delicado. Valoro muy positivamente que haya debates aguerridos, duros, desde ópticas muy distintas, pero siempre se trata de llegar a un acuerdo. Hablo por ejemplo de violencia machista. Todas las diputadas, magníficas, discuten de manera aguerrida, pero al final del debate siempre hay un punto de acuerdo. Me gustaría que eso se trasladase a otros ámbitos. Espero que sea una legislatura de trabajo, cada uno desde su convencimiento e idea, pero en un marco de respeto. Y si no, para eso está el presidente. —Y sin embargo hay una letanía cronificada: ya no hay debates parlamentarios como los de antes. ¿Nos puede la nostalgia?
—Yo lo puedo comprar, pero no dejan de tener los debates de ahora la misma profundidad de los de antes. Cambió la forma de debatir, pero no la esencia del debate parlamentario. Antes para decir que algo no era cierto, el diputado daba treinta vueltas. Hoy el diputado te dice: «Usted miente». Directo. Mucha gente me pregunta por qué antes los diputados iban con corbata y daban otra imagen. Eso puede ser, pero no tiene que ver con el debate. Cada persona viene, guardando un decoro, como considera libremente. Eso sí ha cambiado. Cuando entré en el 97, hasta los del BNG venían con corbata. Fue una cosa que expresé una vez y que se malinterpretó.
—Diputado desde 1997. Mucha política ha visto usted. Buena, mala y regular.
—Pues vi de todo, pero también aquí se aprenden muchas cosas, entre ellas, a ser prudente. Un ejemplo. El 11-M, yo presidía la comisión de sanidad. Ese día teníamos comisión, y reuní a los
Permanencia en el cargo