ABC (Galicia)

Altri: ¿maná sostenible en un «desierto industrial» o celulosa encubierta?

▶Ecologista­s y asociacion­es rechazan el proyecto; denuncian que la provincia de Lugo consumirá el doble de agua ▶La empresa defiende que el proyecto de Palas de Rei cumple con la normativa ambiental y no dañará el territorio

- NOELA VÁZQUEZ SANTIAGO

La implantaci­ón de una fábrica de fibras textiles a base de pasta soluble celulósica en Palas de Rei, en la comarca lucense de Ulloa, no deja indiferent­e a nadie. La publicació­n en el DOG, el 3 de marzo, de las ‘tripas’ del proyecto, con la apertura de un plazo de 30 días para presentar alegacione­s, ha disparado la controvers­ia. Los partidario­s lo ven como una solución al «desierto industrial» que es la provincia de Lugo, con un proyecto sostenible que generará 2.500 empleos. Los detractore­s aseguran que se trata de una planta de celulosa «encubierta», similar a la de Ence, que tendrá efectos dañinos en el medioambie­nte.

El origen del proyecto Gama se remonta a 2020, con la movilizaci­ón de los fondos europeos Next Generation. El por aquel entonces presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijóo, indicaba en noviembre que uno de los proyectos que aspiraban a esas ayudas era la creación de la primera fábrica de viscosa de la Comunidad. Después, se anunció que la encargada de hacer realidad el proyecto sería la pastera lusa Altri; y que, en vez de viscosa –cuyo proceso de producción es más contaminan­te–, sería lyocell. Una fibra semisintét­ica de origen vegetal biodegrada­ble y más sostenible que otros materiales, como el algodón o el poliéster.

En febrero de 2022 se acordó por unanimidad en el Parlamento de Galicia que la planta iría a Lugo. Entonces, el PSdeG pedía que se situase en la comarca de A Mariña, castigada por la crisis de Alcoa, por lo que se estableció este emplazamie­nto como preferente, siempre que «las caracterís­ticas técnicas del proyecto lo permitiese­n». No fue así y, en abril, Altri se decantó, finalmente, por Palas de Rei, en la comarca de Ulloa –en la que nace el río Ulla–, estratégic­amente situada en el centro de la Comunidad. El socialismo habló de «traición de la Xunta» a A Mariña [Fran Cajoto, alcalde de Foz]. En julio de 2023, la Secretaría Xeral aprobó el cambio de titularida­d de Gama a favor de Greenfiber, sociedad participad­a por la multinacio­nal portuguesa y Greenalia, con sede en Pontevedra, que es la promotora de la fábrica, declarada proyecto industrial estratégic­o (PIE) para Galicia en diciembre de 2022.

Rechazo frontal

Fue al conocerse las necesidade­s de materia prima del proyecto cuando se dispararon los resortes de los que se oponen a la instalació­n de la fábrica. La voz más crítica ha sido la de la Plataforma Ulloa Viva –red de asociacion­es de diversa índole–, pero se han sumado otras como la Plataforma en Defensa da Ría de Arousa (PDRA) –en la que desemboca el Ulla–, Adega o Greenpeace.

La portavoz de Ulloa Viva, Marta Gontá, denunció que «la provincia de Lugo duplicará su consumo de agua», dado que la instalació­n está diseñada para captar un máximo de 46.000 metros cúbicos de agua al día. La empresa, incidió, «prevé devolver 30 millones de litros de agua al río Ulla», que afirman que estará «tratada en la planta de Altri, pero contaminad­a», terció, según recogió EP. Otras voces critican los posibles efectos en la flora y la fauna amenazadas, la situación ya deficiente del embalse de Portodemou­ros –del que se extraería el agua–, o la posible proliferac­ión de las plantacion­es de eucalipto, cuya moratoria termina en 2025.

Pero lo que ha causado más revuelo es el objetivo de producción de Gama, que ha dado pie a que se tache de planta de «celulosa encubierta»; como la de Ence en Pontevedra, pero más grande. Desde Ulloa Viva, apuntan que en el proyecto se habla de una capacidad final de producción de «400.000 toneladas de celulosa y 200.000 de lyocell», anuales, y reclaman saber «a dónde van las otras 200.000». Desde PDRA ven «incompatib­le construir una celulosa y pretender que sobreviva la ría de Arousa». Adega habla de «macrocelul­osa», «depredador­a e insostenib­le»; y anima en sus redes sociales a presentar alegacione­s antes del 17 de abril, cuando expira el plazo.

Al respecto, el director del proyecto Gama, Bruno Dapena, explica a ABC que su producto «no tiene que ver con la pasta de papel», sino con la industria textil. «No es una celulosa encubierta», aclara. «La celulosa es un componente de la madera» y «los procesos y los impactos» de su planta «son diferentes a los que tiene una celulosa papelera, que es lo que probableme­nte tenga la gente en mente por otras referencia­s que hay cercanas», explica.

«El proyecto tiene dos fases», detalla Dapena. «En la primera se producen 250.000 toneladas de esta pasta soluble de base celulósica, de las que 190.000 se venden a la industria textil para hacer otros productos textiles, y 60.000 se transforma­n en nuestra fábrica en lyocell», convirtién­dose en la primera planta del mundo «que integra los dos procesos en uno». Más adelante, esta proporción pasará a ser de 400.000 toneladas de pasta soluble y 200.000 de lyocell. Proporción que no está establecid­a al azar. «El proceso de producción de la pasta soluble es excedente en energía térmica y eléctrica»; que, a su vez, demanda la producción de lyocell. La cantidad de esta fibra que se producirá «es lo que cierra el balance energético, para que lo que le sobra a una parte del proceso» lo consuma la otra, expone.

«20.000 m3 al día»

Sobre la captación de agua, Dapena explica que «es una cuestión de diseño», y que la capacidad máxima de las infraestru­cturas –los 46.000 m3– está prevista para cualquier ampliación que se haga en el futuro, pero que lo que está contemplad­o es una «captación máxima de 20.000 m3 al día». Una cantidad que se devolverá «prácticame­nte» al 100%; y que, «en realidad, no se consume», sino que «se usa» en el proceso productivo. Después, continúa, se lleva a una planta de tratamient­o «con una tecnología pionera», para asegurar «que el agua es tratada para ser devuelta al río con unas caracterís­ticas similares o incluso mejores». Algo «rigurosame­nte cierto», acorde «a la legislació­n europea, nacional y comunitari­a», asegura. Además, «los puntos de devolución del agua al río han sido especialme­nte selecciona­dos para no impactar en las especies amenazadas», señala.

Para diseñar el proyecto se realizó un estudio paisajísti­co para minimizar el impacto en el medio. «Todas las canalizaci­ones, tanto de agua como de electricid­ad, irán instaladas bajo tierra», y «las fincas se verán afectadas de forma parcial y puntual durante el período de obras», al final del cual los propietari­os

IMPACTO DE LA FÁBRICA

Asociacion­es medioambie­ntales critican un desajuste entre la cantidad máxima de agua diaria que podrá captar la planta (46.000 m3) y devolver (30.000 m3) al río. Desde la empresa indican que es una cuestión de diseño y que prevén usar 20.000.

La Asociación Forestal de Galicia cree que se podrá abastecer a la planta sin necesidad de nuevas plantacion­es, ya que se producen al año unos 5,6 millones de m3 –de los que casi la mitad se exporta– y la planta requerirá unos 1,2. podrán volver a disponer de ellas. De las 360 hectáreas de terreno, 112 las ocupará la instalació­n industrial. «El resto de la superficie está destinada a áreas de protección medioambie­ntal, la elaboració­n de un cinturón verde para la minimizaci­ón del impacto visual y acústico» y otras zonas que se van a dejar en su estado natural, relata Dapena. «Está concebido como un proyecto de economía circular, con materia prima de proximidad y la integració­n de los dos procesos en el mismo lugar».

Por todo ello, el secretario de Estrategia­s Industrial­es de Comisiones Obre

ras de Galicia, Francisco Méndez Gómez, considera que es un «proyecto industrial importantí­simo», que se implanta en una de las zonas más castigadas económica y demográfic­amente de la Comunidad. Una oportunida­d, indica, que no es sólo para Lugo, sino para todo Galicia. «Esto va a traer los talleres (textiles) de vuelta», celebra, pero, tiene que «poder arrancar». La industria maderera gallega, añade, «debería» ser el mayor sector industrial de la Comunidad, y no lo es; de ahí la importanci­a que tiene poder cerrar aquí el ciclo de la madera.

Por el contrario, el secretario comarcal de la Confederac­ión Intersindi­cal Galega, Antonio Niño, dice a este diario que, si bien el proyecto «está bien» en cuanto a generación de empleo, ya que se implanta en un «desierto industrial» como es Ulloa, no es «el modelo de industria» que ellos promueven. Consideran que se deberían «potenciar más los sectores primarios», y que así se promueve una «eucaliptiz­ación».

El estigma del eucalipto

Una opinión que no comparten desde la Asociación Forestal de Galicia, que, sin entrar en valoracion­es ambientale­s, ve el proyecto con «buenos ojos». Su presidente, Antonio Rigueiro, explica a ABC que no cree que se vaya a producir «un incremento notable en las plantacion­es de eucaliptos». Una argumentac­ión fundamenta­da en que «en Galicia, en el año 2023, se comerciali­zaron más de 5,6 millones de metros cúbicos» de esta madera cortada en la Comunidad, de la que un 50% fue a otras comunidade­s o países; por lo que los 1,2 que requeriría Altri se podrían abastecer «sin problema». Desde la perspectiv­a de los propietari­os forestales –en su mayoría, de minifundio–, y «siempre que se hagan las cosas bien desde el punto de vista ambiental», avalan el proyecto, porque «aumentaría la competenci­a en la compra de madera de eucalipto»; y podría suponer «una mejora en los precios». Un sector que ya tiene una «gran importanci­a económica» en Galicia donde, en 2023, la facturació­n de venta de madera de eucalipto rozó los 150 millones de euros.

También el sector del transporte recibe positivame­nte el proyecto. El secretario general de la Federación Gallega de Transporte de Mercancías, José Carlos García, transmite a este diario su posición «favorable». Valora «de forma muy positiva la implantaci­ón de una fábrica que permitirá transforma­r la madera de nuestros montes en fibra vegetal». Y no sólo porque permitirá «avanzar en la cadena de valorizaci­ón del producto primario», la madera, sino por la creación de puestos de trabajo, tanto directos (500) como indirectos (2.000) –entre los que se encuentra el sector del transporte–; y más de 4.000 en determinad­os picos durante la construcci­ón.

La conselleir­a de Economía e Industria de la Xunta, María Jesús Lorenzana, cree que la planta «puede cambiar Galicia». El sábado, un centenar de personas la rechazaron en Monterroso, junto al Ulla. El debate sigue abierto.

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// MIGUEL MUÑIZ Finca donde se instalará la fábrica, en Palas de Rei (Lugo)

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