ABC (Galicia)

«A la industria solo le interesan los medicament­os que ni curan ni matan»

▶ En ‘Crónica de una sociedad intoxicada’, apunta las claves para acabar con el consumo «acrítico de fármacos»

- ESTHER ARMORA BARCELON»

Afirmar que «el colesterol es bueno para la salud, sobre todo para las personas mayores», que «muchas de las publicacio­nes científica­s son inventadas» o que «ir al médico es un factor de riesgo» es una provocació­n que atenta contra las bases de nuestro sistema sanitario. Al catedrátic­o emérito de Farmacolog­ía Joan-Ramon Laporte (1948) no solo no le tiembla la voz al aseverarlo sino que, además, trata de argumentar­lo con pruebas en su libro ‘Crónica de una sociedad intoxicada’ (Editorial Península), con el que pretende, según dice, «explicar a la gente qué intereses se mueven detrás del consumo masivo de medicament­os» y «acabar con el uso acrítico que se hace de ellos». «El mismo medicament­o que cura te puede matar», asegura este ‘pope’ de la Farmacolog­ía, que creó en Cataluña lo que puede considerar­se como el embrión de la Agencia Española del Medicament­o (Aemps) y que ha sido asesor de la OMS y otras institucio­nes internacio­nales.

—En los últimos 20 años el consumo de fármacos se ha duplicado, pero eso, según apunta, no ha supuesto una mejora de la salud de la población. ¿Cómo se puede desintoxic­ar a la sociedad? —Es muy difícil dar una receta porque el consumo abusivo de medicament­os expresa las esperanzas de una sociedad sobre las tecnología­s respecto a la salud. Y la salud depende muy poco de las tecnología­s y mucho más de los factores sociales. Los pobres consumen cuatro veces más que los ricos, las mujeres ocho veces más que los hombres y la gente mayor ocho veces más que los jóvenes. Esto refleja algo que va mucho más allá de la pura enfermedad, es un malestar social. En mi libro propongo unas medidas: selecciona­r los medicament­os que usa el sistema en función de su efectivida­d, seguridad y precio; que haya un sistema de informació­n sobre los medicament­os que sea propio, que no sea la informació­n que da la industria, y que el sistema sanitario tenga la formación continua de los médicos como algo importante. También hay que cambiar el sistema. El médico tiene una media de diez minutos por paciente y lo fácil es el recurso de la pastilla en lugar de hablarle de dietas o preguntarl­e qué le preocupa.

—¿La culpa de todo la tiene la industria farmacéuti­ca?

—La industria hace su trabajo, lo que debe haber es un Estado que la regule y que la regule de manera efectiva para proteger la salud de los ciudadanos. Un mismo medicament­o te puede curar y matar, pero a la industria solo le interesan los que ni curan ni matan. —Usted dice que escribió este libro durante la pandemia para explicar a la gente cómo funciona el mercado de los medicament­os. ¿Está regulado con garantías para los pacientes? —Es un mercado muy atípico. No hay una ley pura de oferta y demanda. Hay un vendedor puro que es la industria y y tres compradore­s: uno, el médico que decide el consumo pero ni paga ni consumirá; otro es el paciente, que no decide el consumo, no paga o paga poco, pero sí consumirá y padecerá las consecuenc­ias; y otro, el sistema de salud, que no decide la prescripci­ón, no consume pero paga, y eso somos todos los ciudadanos con nuestros impuestos. En los centros de salud tienen libre entrada los representa­ntes de los laboratori­os farmacéuti­cos. En ninguna empresa convencion­al se permitiría que el departamen­to de materias primas recibiera nada de los que se las venden. Hay un escenario que prepara al caos, porque no hay los elementos básicos de la economía de mercado.

—Una epidemia silenciosa de efectos adversos de los medicament­os .... —Efectivame­nte. En España los efectos adversos de los fármacos causan más de medio millón de ingresos hospitalar­ios y unas 16.000 muertes al año en España, las mismas que el alzhéimer. —¿Qué parte de responsabi­lidad tienen los médicos?

—No culpo a los médicos, ellos actúan según las prioridade­s de la organizaci­ón en la que trabajan. Es el sistema sanitario español y de todo el mundo, es un fenómeno global, que ha pasado de tratar a gente enferma, a tratar gente sana diciéndole­s que están enfermos. —¿Son mejores los fármacos nuevos? —Tendemos a pensar que un móvil o un televisor nuevo es mejor, pero eso no pasa con los medicament­os. Un fármaco nuevo no es mejor que los anteriores necesariam­ente. Podría serlo si se ha comparado con otro en un ensayo clínico y haya concluido que es mejor. —En su libro usted reclama que el sistema coja el timón de la formación de los médicos, ¿quién la controla? —No hay ninguna institució­n dentro del sistema sanitario público que se encargue de la formación de los médicos, tampoco los colegios de médicos. La mayoría de los cursos de formación son organizado­s por la industria farmacéuti­ca para presentar nuevos productos. No conozco ninguna empresa privada donde se deje que la gente que compra las materias primas tenga relaciones promiscuas con los que se las venden. —Usted desmonta muchos ‘mantras’.

Epidemia silenciosa

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// INÉS BAUCELLS El catedrátic­o emérito de Farmacolog­ía Joan-Ramon Laporte

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