ABC (Galicia)

«El argentino es rebuscado; el español no, al pan pan y al vino vino»

▶El actor argentino, que vivió más de una década en España, estrena su nueva película, ‘Puan’, una comedia en la que da vida a un filósofo que regresa a casa

- FERNANDO MUÑOZ MADRID

Tiene Leonardo Sbaraglia esa edad indetermin­ada que le hace estar siempre en el punto medio entre su ayer más lejano y su presente inmediato. Por eso parece que siempre estuvo aquí, en nuestras pantallas, mostrando sus ojos asediados por las arrugas del que ríe con toda la cara y una fragilidad ante la que solo los grandes actores saben imponerse a la cámara. Pero en realidad, hace años que no está aquí, en «su» Madrid. Regresó a Argentina como vino en 2001, en plena crisis del corralito: sin hacer ruido y sin dejar de trabajar. Desde su «departamen­to» en Buenos Aires charla animosamen­te con ABC sobre el estar «acá y allá», sobre el momento de la industria argentina y española y como, a sus 53 años, mantiene el espíritu del actor que nunca deja de buscarse. Lo hace con motivo del estreno de ‘Puan’, película en la que da vida a un filósofo que triunfa en Europa y regresa a casa para disputar la cátedra a otro profesor que lleva toda la vida dando clases allí. No se asusten, es una comedia donde lo trascenden­tal se cuela entre situacione­s absurdas. —¿Hay algo autobiográ­fico en ese regresar a la patria como una estrella y ver cómo los que se quedaron lo miran con recelos?

—La historia de mi personaje y la mía son muy diferentes porque yo volví a la Argentina, diría, en años contrarios, pero bueno, hay cosas en común, porque haber vivido prácticame­nte 10 años en España te cambia la perspectiv­a y la percepción en relación al propio país. Cuando uno viaja puede tomar a la distancia, y sí que no cambias mucho tu manera de pensar, pero sí puedes aceptar otras más. De pronto hay otros espacios, otros territorio­s, otras maneras de pensar que te ayudan a relativiza­r. —¿Como cuáles? ¿En qué piensa? —En su momento sí lo pensaba mucho. En relación al cine, por ejemplo, el argentino labura mucho en equipo; en España esto lo he visto menos, allí es más jerárquico. Esa perspectiv­a que te comentaba te permite ver lo que ocurre en una sociedad y lo que ocurre en la otra. Nosotros, obviamente, somos más rebuscados, más de hablar mucho y darle mucho a la cabeza. Y el español es más directo, al pan pan y al vino vino.

—Milei acaba de cumplir 100 días en la Casa Rosada, eso también da perspectiv­a de lo que ha hecho. Además, ‘Puan’ tiene un aire muy contestata­rio, aunque se rodó mucho antes de que llegara al poder. ¿Cómo lo ha vivido?

—Cuando rodábamos, decíamos uff, qué borde, qué perturbado­r, qué distopía. Y sin embargo, lo que está pasando hoy ya ha sobrepasad­o a ‘Puan’. Tenemos un presidente que asumió el cargo diciendo que iba a terminar con la educación pública, con todo el cine que se forjó en los últimos 15 años. Y bueno, la gente lo votó. No le puedo decir nada porque la gente votó. No engañó a nadie... Yo no estoy de acuerdo con lo que está haciendo, pero hay una gran parte de la sociedad que evidenteme­nte sí lo está. Entonces, lo que hay que revisar son otras cosas, ¿no? Creo que el kirchneris­mo tiene que hacer una gran autocrític­a, por supuesto, y la clase política también. —¿Cómo ve la relación actual entre el cine argentino y el español? —Creo que el país con el cual más produce Argentina es con España. Hay una especie de cariño, de respeto y de acogida que se le ha dado a cineastas, actores y actrices argentinos. Yo me he sentido absolutame­nte bienvenido y acogido por vuestro país a tal punto que yo lo siento mi casa también. O sea, yo voy a España y me siento en casa, sobre todo en Madrid, tengo hermanos allí.

—De su etapa aquí a su regreso a Argentina... Nunca ha dejado de trabajar. ¿Es más difícil surfear la ola de la popularida­d o gestionar las etapas en las que no le llaman para ofrecerle trabajo?

—Eso último me pasó en los primeros diez años de trabajo, que es cuando uno también está encontrand­o la propia identidad, el propio camino. Tuve la suerte de empezar muy joven, a los 15 años, porque mi primera película es del año 1986 [se queda un rato pensando...] casi 37 años ya en la profesión. Es una locura, y sin haber dejado de trabajar nunca, sobre todo desde el 2000 a esta parte...

—¿Cómo se lleva con la popularida­d? —Soy agradecido porque gracias a eso tengo el trabajo que tengo, que me encanta. Ahora puedo decidir los trabajos que hago, los voy haciendo porque me gustan, y estoy orgulloso de un 80% o 90% de las cosas que hice. De lo que sí estoy orgulloso es del empeño y la pasión que le puse, y eso a mí me ha generado muchísimo aprendizaj­e. La gente ve que uno ha puesto una parte del alma a lo largo de la vida laboral de uno... que no es toda la vida laboral, sino que es toda la vida, y mi alma ha estado puesta ahí.

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