Romance y confusión durante tres tiempos (o más)
Bertrand Bonello.
Léa Seydoux, George MacKay, Guslagie Malanda, Martin Scali
Bertrand Bonello es uno de los varios cineastas franceses que poseen un estilo audaz y que buscan una narrativa poco convencional para servir la historia de sus películas, lo cual le acerca generalmente a la crítica y a festivales como el de Cannes o Venecia, pero no tanto al público. Se las escribe, las dirige y hasta les pone música…, un poco como Juan Palomo, él se las guisa, pero también él se las come, porque, fuera de su entorno de admiradores (que no es pequeño), no hay quien les hinque el diente.
Aquí adapta (quizá no sea el verbo adecuado) la obra de Henry James ‘La bestia en la jungla’, aunque no al modo que hicieron William Wyler con ‘La heredera’ o James Ivory con ‘Las bostonianas’, sino a su peculiar modo que puede resultar tan atractivo para unos y tan insufrible para tantos. Le ha salido larga, muy larga, la historia de su sujeto dramático, que aquí, a diferencia del libro, es una mujer en tres tiempos, 1910, 2014 y 2044, con lo que se deduce que, en cierto modo, pertenece tanto al melodrama clásico como a la ciencia ficción.
El relato de Gabriela, el personaje, tiene el encanto que le procura la actriz que lo interpreta, Léa Seydoux, quien, a pesar de ese encanto, apenas si consigue transmitir la confusión a borbotones de los sentimientos, antes, ahora y después, de Gabriela y de su aún más confuso y disparatado amante también en tres tiempos, Louis, a quien le da forma George MacKay, que probablemente aún se estará haciendo preguntas sobre él.
Hay varios momentos en la película, en su desarrollo y estructura, que uno también se pregunta si esa celebrada narrativa peculiar y lenguaje exclusivo no tendrá algo de tartamudeo, de inoperancia que maquilla muy bien con el gusto de la ambientación y la gelidez de los sentimientos que supuestamente derrama. Aunque lo cierto es que como melodrama romántico, como reflexión sobre el tiempo y su paso, o la imposibilidad de recoserlo mejor, no produce la menor onda explosiva, un ni frío ni calor que no es la temperatura adecuada para la eternidad que dura.