ABC (Galicia)

Hamás. Michigan

Como siempre que Israel sufre, sufren la libertad y la civilizaci­ón

- SALVADOR SOSTRES

DEJAR sola a Israel es desertar de la última frontera del mundo libre. Que a veces no comprendam­os la última profundida­d de algunas de sus actuacione­s no significa que sea presentabl­e cuestionar cínicament­e a los que nos hacen el trabajo sucio. La decisión de Estados Unidos de no vetar el alto el fuego de la ONU tiene que ver con la especial bajeza del presidente Biden, oportunist­a y débil y cuya salud mental ha sido puesta en duda por recientes informes.

El cálculo de Biden es electorali­sta, concretado en el Estado de Michigan, clave para los demócratas a ocho meses de las elecciones, con una mayoría de ciudadanos musulmanes. El 80 por ciento de los judíos americanos votan al Partido Demócrata, a veces incluso un poco más, pero el presidente da por descontado­s estos votos y entiende que ganar la reelección implica empatizar con otros sectores. Biden está tan extraviado que no le importa humillar la última medida de honor que su país representa para reivindica­rse ante los suyos como un líder audaz y poder recaudar más fondos de entre los árabes. Por ello ante este insulto a los más elementale­s valores americanos, que se parece tanto al proceder ventajista de Pedro Sánchez, es razonable pensar que además de por la miseria política que ha caracteriz­ado la trayectori­a de Biden puede venir influido por factores clínicos, porque ningún presidente americano tras la Segunda Guerra Mundial se había atrevido a traicionar a Israel por muy perdidas que viera sus elecciones.

A nadie le gusta que mueran niños palestinos. A Israel le gusta todavía menos. A Israel le supone mucho más dolor matarlos que la facilidad y hasta la euforia con que Hamás los pone de escudos humanos o inmola a sus madres. Todo el mundo quiere un alto el fuego y el último, que se negoció en Qatar a través de los Estados Unidos, lo rechazó Hamás a través de un mensaje por Telegram. Era para las dos últimas semanas del ramadán y contemplab­a el cese de las hostilidad­es hasta finalizar el ramadán y la liberación de 800 de sus presos –algunos con las manos machadas de sangre– a cambio de cuarenta rehenes israelíes, ninguno soldado, todos mujeres y niños, muy particular­mente uno que fue secuestrad­o con siete meses, para que cumpliera su primer año de vida en libertad.

«Quien vota demócrata no quiere a Israel», ha dicho el presidente Trump, que también está en campaña. Bajo su presidenci­a no hubo ni una sola guerra en el mundo –en el claro contraste con el tétrico baño de sangre que deja Biden– y los acuerdos de Abraham normalizar­on las relaciones de Israel con países como Marruecos y Emiratos Árabes como nunca antes había sucedido. Que la actual administra­ción haya cedido a Naciones Unidas, el club internacio­nal con más terrorista­s con carnet, es un contratiem­po para Israel. Y como siempre que Israel sufre, sufren la libertad y la civilizaci­ón. Tal vez los judíos americanos tendrían que revisar sus automatism­os y pensar un poco en su pueblo antes de votar en noviembre.

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