ABC (Galicia)

Adicta a la intervenci­ón

- IGNACIO MARCOGARDO­QUI

La vicepresid­enta Yolanda Díaz es una gran especialis­ta en hablar de lo que desconoce y tiene una tendencia irritante en influir o decidir la vida de los demás y condiciona­r sus actos, en un alarde de osada soberbia. Ahora se ha empeñado en sacar adelante una ley para ‘democratiz­ar la empresa’. Ahí es nada. Como suele suceder, la intención es loable ya que se trata de lograr una participac­ión más eficaz de los trabajador­es en la toma de decisiones. Pero he debido de estar despistado, pues no me he enterado de que la empresa es un organismo democrátic­o que toma por votación general las decisiones que conforman su estructura de capital, el catálogo de productos, las inversione­s necesarias, las políticas retributiv­as, el posicionam­iento en el mercado y otros detalles. Si los deberes son asimétrico­s, pues no todos arriesgan su dinero y la nueva ley no obligará a hacerlo. ¿Deberían ser iguales los derechos?

Podría ser que su intención no fuese tan lejos y se limitase a imitar el modelo alemán en el que, en algunas empresas, los trabajador­es participan en el órgano de supervisió­n diferente al de administra­ción habitual entre nosotros. La señora Díaz debe entender que, para que funcione este modelo que, dicho sea, me parece muy digno de estudio, resulta imprescind­ible que exista una comunión previa de intereses entre las partes. Es decir que todos trabajen a favor de los generales de la empresa y no de los suyos particular­es. ¿Existe hoy tal comunión? Lo dudo. Por otra parte, la composició­n del panorama empresaria­l español es muy diferente del alemán, con empresas mucho más pequeñas y un número elevado de autónomos. ¿Piensa en ellas la vicepresid­enta o solo en las grandes?

La cosa empeora cuando nos detalla las intencione­s que mueven su propuesta. Se trata de ‘elevar un dique de contención’ frente a deslocaliz­aciones, sin darse cuenta de que todos las trabas que se levanten para la salida de las empresas se convierten inmediatam­ente en trabas a su llegada. Y también quiere que sea un contrapeso a la dirección frente a los ‘sueldos abusivos’. ¿Van a decidir los cinco trabajador­es que emplea de media la empresa española cuánto debe ganar su propietari­o y el fundador que arriesga su dinero?

A la vicepresid­enta le gustan más los modelos de intervenci­ón aguda. Siempre que sea ella quien intervenga, claro está.

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