La balneoterapia, una fuente de salud en la que Galicia es líder
la parte cardiorrespiratoria» y muchas veces también en el aspecto neurológico, relacionado con «el equilibrio y la coordinación», indica Gómez. Asimismo, destaca la importancia que tiene la «mejoría del dolor, gracias a su efecto analgésico»; y de la parte relacionada con la salud mental, como en la «autoestima, el bienestar y la confianza».
Un servicio sanitario
Uno de los objetivos de la Cátedra de Hidrología Médica de la USC es promover el uso de aguas mineromedicinales en estos centros sanitarios, especialmente en el sector de población de mayor edad, por sus propiedades terapéuticas
Pero, además, la prevención en la balneoterapia es un aspecto «muy importante», añade, puesto que busca «ralentizar en la medida de lo posible el envejecimiento, gracias al efecto antioxidante y antiinflamatorio de las aguas mineromedicinales». Para ello, además, es sumamente importante el estilo de vida saludable que se promueve en este tipo de instalaciones. En un balneario, «como centro sanitario que es, se logra un manejo integral de este tipo de pacientes», indica, «con un equipo multidisciplinar, formado por médicos, nutricionistas y fisioterapeutas», entre otros expertos, donde siempre se tiene como base el agua mineromedicinal, pero que también promueve buenos hábitos alimenticios y deportivos, con un fin único: mejorar la calidad de vida. En definitiva, «podemos decir que los balnearios en geriatría son como un tercer sistema sanitario», donde las personas de mayor edad buscan «unos cuidados que, muchas veces, no son ni de ambulatorio ni tampoco de hospital».
Pero en España, pese a estar reconocido como un servicio sanitario, el sistema de salud no incluye los balnearios, al contrario de otros países de Europa donde sí que se contemplan, como Francia, Italia o Alemania, y un médico puede derivar a un paciente a estas instalaciones para ofrecerle un tratamiento más completo. Un reconocimiento que, de llevarse a cabo «con el rigor adecuado», indica la directora médica de Caldaria, aportaría dos cosas muy importantes. «En primer lugar, supondría emplear una tecnología que tiene muy poca iatrogenia –efectos secundarios– en una población que cada vez es más mayor» y tiende a la cronificación de ciertas patologías y a la polimedicación; y, además, lo haría proporcionando un espacio de salud «amable».
Fernández no entra a valorar si el sistema sanitario reconocerá o no el uso de aguas mineromedicinales, pero tiene claro que «una forma de empezar a darle rigor es informar a los futuros médicos» mediante seminarios como los elaborador por la Cátedra de Hidrología Médica de la USC, para que conozcan los beneficios de estos tratamientos y puedan recomendarlos. Un uso de la balneación que quedó relegado a un segundo plano con los avances farmacológicos, pero que cada vez «gana más relevancia», añade Gómez. A su parecer, «se está retomando de nuevo ese uso de los balnearios como una herramienta muy útil y beneficiosa» no solo para los pacientes geriátricos, sino para todo tipo de personas, porque «la realidad es que los seres humanos nos cuidamos cada vez más, por fuera y por dentro».