ABC (Galicia)

Ángel Fernández Artime

Cardenal y rector mayor de los salesianos ▶ El Papa le ha creado cardenal para encargarle una «misión particular» que no ha anunciado

- JAVIER MARTÍNEZ-BROCAL CORRESPONS­AL EN EL VATICANO

Ángel Fernández Artime encarna otra novedad del Papa Francisco, pues nunca se había nombrado cardenal al superior de una congregaci­ón religiosa. Fernández Artime, de 63 años, iba para pescador en Luanco (Asturias), pero desde 2014 es «rector mayor» de los salesianos, una de las congregaci­ones más numerosas de la Iglesia católica. Francisco le ha comunicado que lo necesita para una «misión particular», que no ha hecho pública, y le ha solicitado que renuncie a gobernar los salesianos desde el 31 de julio. Para prepararse, por lo pronto el próximo 20 de abril será ordenado obispo en Roma. —Acaba de regresar de Brasil. Usted tiene una visión muy completa de la Iglesia, porque en estos 10 años al frente de los salesianos ha viajado a 118 países en los que la congregaci­ón tiene iniciativa­s.

—Soy un privilegia­do porque no he ido como esos turistas a quienes organizan todo para que vean lo bonito de cada lugar, y les esconden lo que desagrada. He conocido la realidad de personas que cada día trabajan y se esfuerzan y luchan en la cotidianid­ad. Y he experiment­ado que las institucio­nes de la Iglesia salvan vidas. —¿En qué sentido?

—También literal. Cada vez que los salesianos hemos conseguido que un chico o chica de la calle acepte la ayuda de estar con otros compañeros, y tener una casa, un hogar, una alimentaci­ón, y una oportunida­d para estudiar, las hemos ‘salvado’ de pasar a formar parte de las montañas de ‘descartado­s’ que hay en todo el mundo. —¿Cuáles son los desafíos de la Iglesia actual?

—Los desafíos de la Iglesia van de la mano de los del mundo. La Iglesia ni está ni puede estar en una urna de cristal. Ahora mismo la paz es un clamor en todas partes, ya sea ahora en Oriente Próximo, en Ucrania y Rusia, África, Asia, América…; ante esa violencia, las guerrillas y la guerra más brutal, la Iglesia debe aportar desde lo que le es más propio.

—¿Y aparte de la paz?

—Veamos. No podemos sentirnos tranquilos ante ese dolor que se vive en las terribles situacione­s de muchas migracione­s en todo el mundo. También, creíamos que caminábamo­s hacia una mayor justicia social y tantas veces parece que estamos en regresión. También, crecer en el diálogo social y el diálogo entre culturas. Y la situación de los jóvenes en nuestras sociedades: jóvenes muchas veces sin futuro, sin posibilida­des, sin capacidad de emancipaci­ón, «sin», «sin»… —Usted iba para pescador.

—Sí, mi destino estaba casi ‘determinad­o’: después de la escuela iría a la mar con mi padre, como mis primos que, por cierto, han sido muy buenos pescadores. Pero la mar es muy dura como atestigua ese cuadro de Joaquín Sorolla (’¡Aún dicen que el pescado el caro!’), y a los once años mis padres me enviaron a estudiar lejos de casa, a un colegio de salesianos.

—¿Qué aprendió allí?

—Me gusta mi origen marinero y de pueblo pescador, saber lo que es ‘la

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// EFE El cardenal Ángel Fernández Aritme

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