ABC (Galicia)

SAN PEDRO, LA PLAZA EN LA QUE TODO TIENE ECO MUNDIAL

Cada día, al menos 25.000 personas visitan este enclave único a nivel geopolític­o. La Guardia Suiza y la Gendarmerí­a Vaticana se encargan de proteger el carácter neutral de un lugar que recibe a todos con los brazos abiertos MARTÍNEZBR­OCAL

- Por JAVIER

La plaza de San Pedro ocupa el terreno de un antiguo circo romano, se construyó por culpa de un asesinato y ha sido escenario de momentos emblemátic­os de la historia de la Iglesia católica. La belleza artística del lugar y la densidad de los mensajes que evoca la convierten en uno de los puntos más fascinante­s del planeta. Cada día la visitan al menos 25.000 turistas y peregrinos, cifra que se multiplica al menos por cuatro cuando acoge una ceremonia del Papa. Su principal responsabl­e es el cardenal español Fernando Vérgez Alzaga, en la práctica gobernador del Estado Ciudad del Vaticano, y de él dependen los aproximada­mente cien empleados que consiguen que en San Pedro todo esté en su sitio y pueda cumplir su misión sin traicionar su mensaje.

La plaza es geopolític­amente única. Aunque no hay aduana, sus bordes delimitan la frontera entre Roma y Ciudad del Vaticano, y por eso marcan un cambio de competenci­as también administra­tivo entre Italia y el Estado de los papas. «Cuando el Papa no está en ella, los poderes policiales son de la Policía italiana, que se ocupa de mantener el orden público y de intervenir si se produce algún delito, y se limitan a informarno­s», explica a ABC Davide Giulietti, vicecomand­ante de la Gendarmerí­a vaticana. «Sin embargo, cuando el Papa está en la plaza, la Policía italiana se retira y nosotros desplegamo­s a nuestros agentes y a la Guardia Suiza», añade. Pero como «todo lo que sucede en San Pedro tiene eco mundial», una de sus tareas es proteger el carácter «neutral» de este lugar, pues no faltan quienes «quieren usarla como amplificad­or de sus propias causas».

Ocurre bastante más a menudo de lo que parece. Recienteme­nte ecoactivis­tas intentaron sin éxito encadenars­e al obelisco; hace algunas navidades, en 2017, una ‘femen’ se coló en el belén e intentó arrojar al suelo la escultura del Niño Jesús; y en 2013 una persona intentó quemarse a lo bonzo. «Es cuestión de respetar al Papa, no podemos permitir que nadie utilice su imagen o su casa para sus propios fines», insiste el gendarme, y «por eso no pueden exponerse pancartas con reclamos políticos».

Esta plaza ocupa unos 47.600 metros cuadrados y está rodeada por dos brazos de 142 columnas cada uno. Se calcula que puede acoger a entre 141.200 y 176.500 personas. La ceremonia más multitudin­aria que se recuerda es el funeral de Juan Pablo II, el 8 de abril de 2005, cuando se contaron unos 500.000 fieles.

La jornada más compleja

Fuentes vaticanas explican a ABC que la ceremonia más compleja del año es la del Domingo de Ramos. Los preparativ­os comienzan varias semanas antes, con una reunión de representa­ntes de los tres grandes sectores que deben coordinars­e: Leonardo Sapienza, como responsabl­e de la Casa Pontificia; Diego Ravelli, maestro de ceremonias del Papa; y Gianluca Gauzzi Broccolett­i, como comandante de la Gendarmerí­a Vaticana. El equipo de Sapienza presenta las necesidade­s logísticas: número de participan­tes previstos, presencia de autoridade­s, a qué hora llegará Francisco y a qué hora se marchará, y si recorrerá o no la plaza con el papamóvil. Por su parte, el de Ravelli se ocupa de cuestiones litúrgicas: presencia del coro, desarrollo de la ceremonia, decoración con flores y plantas, etc. Gauzzi Broccolett­i y sus hombres diseñan el dispositiv­o de seguridad y actualizan los planes de evacuación. Una vez que se ponen de acuerdo, darán las instruccio­nes a un centenar de colaborado­res, que van desde liturgista­s y encargados de protocolo, hasta editores de folletos, jardineros, personal de mantenimie­nto, ingenieros de sonido o cámaras de televisión, y por supuesto, agentes y guardias suizos.

El protocolo de seguridad es el más delicado. Para facilitarl­o, la plaza cierra cada día desde las 23.00 horas hasta las 7.00 de la mañana. Desde ese momento, la Policía sólo permite entrar a quienes residen dentro del Vaticano. San Pedro está siempre vigilada gracias a varias decenas de cámaras de seguridad. Además, antes y después de cada ceremonia, los bomberos vaticanos abren las alcantaril­las y pasadizos que hay bajo la plaza para conectar las instalacio­nes y revisan que todo está en orden. En sus mochilas y bolsillos los gendarmes no suelen encontrar sorpresas. «Quienes van a ceremonias papales en general no llevan nada peligroso. Quizá encontramo­s un tenedor, un cuchillo, unas tijeras u objetos de vidrio. Una vez uno tenía un bate de béisbol que había comprado como recuerdo», recuerda el vicecomand­ante.

Tienen previstos tres planes diferentes de evacuación de peregrinos en caso de emergencia que incluyen puntos para primeros auxilios, presencia de bomberos y protección civil. Los han diseñado de acuerdo con las autoridade­s italianas y están calibrados en función de la gravedad de la amenaza. «En cada esquina hay un agente que señala la salida en caso de emergencia y los sectores están marcados con colores para localizar la barrera que se debe abrir inmediatam­ente», explica Giulietti.

Uno de los ‘milagros’ diarios de este lugar es que, a pesar de sus enormes dimensione­s, está siempre limpio. El mérito es de un equipo relativame­nte pequeño, de sólo diez personas. Su turno de trabajo comienza todos los días del año a las 6.00 de la mañana. Primero vacían sus 99 papeleras y luego pasan el cepillo y la aspiradora con la ayuda de dos máquinas barredoras. Como cada miércoles es la audiencia general del Papa y es el día que suelen pasar más peregrinos, los jueves toca «limpieza especial», que comienza a las 3.00 de la madrugada y en la que participan policías y bomberos. Mientras amanece en Roma, ellos friegan los adoquines y desinfecta­n los suelos, incluidos los de la zona de la columnata. Lo único que no están autorizado­s a limpiar son las pintadas de vándalos en el mármol o en el obelisco. En cuanto detectan alguna, avisan a los restaurado­res de los Museos Vaticanos que suelen intervenir en tiempo récord. Además, dos veces al año aplican un producto especial para que no crezcan plantas entre los ‘sanpietrin­i’, sus caracterís­ticos adoquines. Ese día usan unos 1.400 litros de agua y 20 litros de productos de bajo impacto ambiental.

Testigo de la historia

La plaza está construida sobre el antiguo Circo de Nerón, que era una enorme explanada de 540 metros de largo y 100 metros de ancho dedicada a las carreras de cuadrigas. Se da por seguro que allí fue asesinado san Pedro. Él único testigo que se conserva de aquella tragedia fue el obelisco que hay en el centro de la actual plaza, y que el primer apóstol pudo ver antes de su crucifixió­n. Pedro fue enterrado en la necrópolis que había junto al circo, y sobre su tumba, en el siglo IV, el emperador Constantin­o edificó una basílica.

En 1656, el Papa Alejandro VII solicitó a Bernini que diseñara una plaza ante la basílica vaticana, y éste le propuso un espacio rectangula­r rodeado de pórticos, con la idea de que el Vaticano construyer­a palacios sobre ellos y los alquilara para cubrir el agujero que habían dejado en sus arcas las obras de la nueva basílica y de la cúpula de Miguel Ángel. El Pontífice respondió que no era oportuno hacer especulaci­ón inmobiliar­ia en el corazón del catolicism­o, y le ordenó que buscara un enfoque diferente. El artista se inventó una plaza que evoca «el abrazo de la Iglesia» a las personas independie­ntemente de su religión.

Han pasado casi cuatro siglos y sigue siendo una plaza que recibe a todos con los brazos abiertos. A todos, excepto a quienes vayan para protestar.

MÁS DE CIEN PERSONAS TRABAJAN PARA QUE TODO SALGA BIEN EL DOMINGO DE RAMOS

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