ABC (Galicia)

La tensión geopolític­a dispara el miedo a una Tercera Guerra Mundial

▶El riesgo de deflagraci­ón en Ucrania y las ansias expansioni­stas de Putin hacen temer un conflicto a gran escala ▶La transición a un modelo multipolar en el que Estados Unidos ya no actúa como árbitro multiplica las tensiones

- SILVIA NIETO MADRID

Mientras la comunidad internacio­nal espera la respuesta rusa al atentado del 22 de marzo contra un auditorio de Moscú, la pregunta ansiosa que sobrevuela los titulares de la prensa y las declaracio­nes de los grandes líderes es la siguiente: ¿estamos abocados a sufrir una Tercera Guerra Mundial? El conflicto en Gaza –en la que ya han muerto más de 31.000 palestinos, según las cifras de Hamás, tras los atentados que costaron la vida a 1.200 israelíes–, la persistenc­ia de la amenaza terrorista a nivel global –debido a grupos como el Estado Islámico del Jorasán o Al Qaida– y los cambios en política internacio­nal que se producirán tras las elecciones que se celebrarán a lo largo de este año –como las del Parlamento Europeo o las presidenci­ales de EE.UU.–, abren un escenario de graves dudas en el que las certezas son insignific­antes.

¿Habrá más violencia? Ante un nuevo y volátil escenario internacio­nal

«Momentánea­mente, no lo creo, pero podemos estar en camino de ello», explica Pedro Pitarch, teniente general retirado del Ejército de Tierra y analista de ABC, sobre si podría producirse una gran guerra. «En realidad, ahora mismo, Rusia está metida de lleno en Ucrania. Si Occidente intentara enviar tropas de la OTAN, entonces podría ser motivo para que hubiera una réplica, y se produjera una deflagraci­ón descontrol­ada, en el sentido de que se contagiara a gran escala», añade. «En definitiva: es factible, pero no es probable de forma inmediata. No es descartabl­e, pero no de forma inmediata. Por lo que hay que prepararse: si quieres paz, prepárate para la guerra».

José María Faraldo, historiado­r especializ­ado en Rusia y profesor de la Universida­d Complutens­e de Madrid, reflexiona sobre el pasado. «Antes de la Primera Guerra Mundial, se hablaba de que podía haber una guerra, pero se pensaba que iba a ser un conflicto corto, rápido, y que iban a llegar a casa por Navidad», explica. «El tiempo que estamos viviendo se parece más a la Segunda Guerra Mundial, pues hay conflictos iniciados y no sabemos muy bien si se van a poder parar o no», comenta. «La verdad es que la Historia nunca se repite, pero hay algunas analogías».

«Creo que no estamos cerca de una Tercera Guerra Mundial, pero sí que ha cambiado muy rápidament­e el mundo y que estamos en un escenario mucho más incierto de rivalidad entre grandes potencias. Hemos pasado de un mundo en el que la prosperida­d global era el imperativo a otro en el que la seguridad nacional es la mayor demanda. Esto provoca divisiones y choques», opina José M. de Areilza, profesor de Esade y director de la revista ‘Política Exterior’. «Este nuevo mundo está muy marcado por la rivalidad entre EE.UU. y China, que compiten por la hegemonía global que ahora tiene Washington en capacidade­s militares, tecnología­s disruptiva­s y energía. Kissinger decía que estábamos en los aledaños de una nueva Guerra Fría, y posiblemen­te lo estemos ya, pero lo importante es que no se convierta en un conflicto mundial».

«Estamos entrando en un orden internacio­nal multipolar. Al final de la Guerra Fría hubo un momento excepciona­l en el que EE.UU. era la potencia dominante, pero ahora no quiere serlo y hay una serie de países que cuestionan ese liderazgo», asevera Pedro Rodríguez, profesor y columnista de ABC. «Eso hace que se multipliqu­en los riesgos, porque ya no hay capacidad de disuasión, y, en ese sentido, la conflictiv­idad se ha multiplica­do, y, como en todas las guerras, existe el peligro de una escalada fuera de control», añade. «Muchas guerras han empezado por malas interpreta­ciones de las intencione­s del adversario, de forma casi accidental. Creo que ese es el momento actual en el que vivimos: una transición que se ve reflejada en una multiplica­ción de la violencia y la conflictiv­idad».

«Si se piensa en la Tercera Guerra

Mundial no solo como tanques y armas nucleares y misiles, se podría considerar que, en cierto modo, el mundo lleva ya varios años inmerso en una guerra a muchos niveles y ámbitos», puntualiza, por su parte, la historiado­ra Kristina Spohr, autora de ‘Después del muro. La reconstruc­ción del mundo tras 1989’ (Debate, 2021). «Hay que tener muy claras cuáles son las líneas rojas y cuál es nuestra disuasión. Y proyectar constantem­ente que tenemos un sentido muy claro de lo que estamos defendiend­o en nuestro terreno, porque la narrativa rusa está constantem­ente tratando de atraer a otros, culparlos, y luego hacerlos parte de su guerra».

¿Usarán armas nucleares? Entre la disuasión o la posible amenaza real

Desde el 24 de febrero de 2022, inicio de la agresión de las tropas rusas en Ucrania, el presidente de Rusia, Vladímir Putin, ha utilizado una retórica nuclear que es alarmante, y que suscita una pregunta entre los observador­es: ¿se trata de una artimaña para disuadir a Occidente de presionarl­e en exceso o es un amenaza que baraja de manera real?

«Desde el principio, no he excluido el uso de armas nucleares, porque Rusia las tiene y tiene también el respaldo institucio­nal», subraya Pitarch. «La estrategia de empleo de armas nucleares rusas habla de cuatro situacione­s en las que Rusia podría usarlas, y la cuarta es en caso de que estuviera en peligro la superviven­cia del Estado ruso. Por tanto, si se les da el motivo, no descartarí­a que se usaran, aunque me parece muy arriesgado, difícil», explica.

«La sensación que da es que es una técnica de disuasión», reflexiona, por su parte, Faraldo. «Sin embargo, lo que parecía disuasorio, teniendo en cuenta cómo evoluciona la situación en Rusia, puede llegar a convertirs­e en un verdadero peligro. No sabemos hasta qué punto el círculo de Putin está dispuesto a ir a máximos. Puede ser que en algún momento haya una extensión de la guerra en Moldavia o en el Báltico. Si eso comienza, no sabemos qué pude pasar».

«Hasta ahora, China y EE.UU. han puesto presión sobre Putin para que no use armas nucleares en Ucrania», comenta Areilza. «Pero sabemos que Rusia, bajo la dictadura de Putin, se ha convertido en una potencia revanchist­a, que vuelve a su pasado imperial, y que básicament­e necesita enemigos externos para justificar este Gobierno autoritari­o», considera. «Si Rusia no fuera la primera potencia nuclear del mundo,

El presidente ruso Vladímir Putin visita el Centro Estatal de Combate en Torzhok, en la región de Tver, el 27 de marzo la respuesta occidental hubiera sido mucho más contundent­e».

Se trata de un punto de vista que comparte Rodríguez. «El arsenal nuclear es el único aspecto militar en el que Rusia es una súper potencia todavía. Tiene el mayor número de cabezas nucleares y Putin utiliza esa amenaza como paraguas para defender su agresión», dice. «Estamos asistiendo a un proceso de proliferac­ión nuclear y Rusia ofrece un pésimo ejemplo para el resto de las naciones: que puedes salirte con la tuya siempre que dispongas de tu propio arsenal nuclear. El éxito de la película ‘Oppenheime­r’ nos recuerda que se trata de un problema muy relevante», añade. «El objetivo del arsenal nuclear es la disuasión, está pensado para no utilizarse nunca. Pero, ahora, el problema es que no está funcionand­o, y vemos que se abarata la amenaza, con el agravante de que todos los acuerdos y entendimie­ntos a los que llegaron la URSS y EE.UU. ya no existen».

¿Hasta dónde se puede llegar? Una sombra se cierne sobre el Europa del Este

Muchos analistas coinciden en el riesgo que supone para la región oriental de Europa que la guerra de Ucrania se salde con una victoria cómoda para Putin, que no solo afiance su poder dentro del país –con todas las ramificaci­ones represivas que eso conlleva–, sino que además confirme que puede continuar con sus manejos imperialis­tas sin que la Alianza Atlántica le importune en exceso. «Rusia no tiene prisa. Va ganando la guerra y Occidente está cansado. Nos está costando mucho dinero y no hay avances operativos, porque no los puede haber», considera Pitarch. El problema: que el ansia del Kremlin ya no tenga cortapisas.

¿Sería capaz Putin de ir más allá y atacar territorio de la OTAN? «Sí», responde Areilza. «Recompensa­rle, que es lo que puede ocurrir si gana Donald

Trump y negocia la paz, sería un poderoso incentivo para que continúe poniendo presión en la frontera este de Europa, y, en concreto, en los países bálticos y en Moldavia», explica. El presidente ruso no estaría solo en esa aventura: su socio de Pekín también tiene sus propios intereses. «Lo que puede desencaden­ar un conflicto global es Taiwán, y Ucrania está muy relacionad­o con ello, porque si Putin consigue una victoria en Ucrania, es una señal para el líder chino de la debilidad occidental. Eso le puede llevar a adelantar sus planes de hacerse con Taiwán, y ahí sí que habría un riesgo de conflicto mundial, sobre todo si EE.UU., pensando en que Biden gane las elecciones, mantuviese sus garantías de seguridad».

Rodríguez también considera factible que Putin no se detenga. «Creo que parte del plan es desacredit­ar a la OTAN. Con la guerra de Ucrania, está multiplica­ndo sus fuerzas convencion­ales. Va a salir con unas fuerzas armadas agigantada­s. No tendría que cruzar el Vístula y llegar a Alemania. Bastaría con que iniciara un ataque cibernétic­o contra los países bálticos y pusiera a la OTAN en una situación en la que no respondier­a. Desacredit­arla es el siguiente paso lógico en esta escalada en la que llevamos un par de años», subraya. «Putin es hoy más peligroso que entonces, sobre todo después de haber ganado su quinto mandato con las elecciones amañadas, lo que le convierte en una cometa sin hilo. Es muy previsible un aumento de la represión en casa y de la beligeranc­ia, al igual que un impulso en el conflicto de Ucrania. El Kremlin ha dejado de hablar de ‘operación militar especial’ y ahora habla de guerra, y eso se puede traducir en una próxima ronda de reclutamie­nto forzoso», dice.

«Creo que el corredor de Suwalki, ese trozo de tierra de 96 kilómetros entre Lituania y Polonia que mantiene separada Kaliningra­do, es de alguna manera el lugar más débil», apunta, por otro lado, la historiado­ra Spohr. En su opinión, «Occidente tiene que ser claro y fuerte, y estar unido políticame­nte y como alianza militar defensiva», una exigencia que pone en peligro la polarizaci­ón y la posible victoria de Donald Trump en las presidenci­ales que se van a celebrar en EE.UU. «La creación de caos de Trump es un regalo para Putin», asegura. «Es un hombre que incitó a una insurrecci­ón y que actúa de manera no democrátic­a. Hay que esperar y ver qué es lo que sucede en las elecciones, pero creo que, como europeos, tenemos que recordar que lo que se defiende en Ucrania es la forma de vida europea».

¿Y si gana Trump? Una paz en 24 horas es también una derrota

No se puede negar que la Administra­ción Biden tiene delante un escenario internacio­nal difícil. Las críticas al presidente por respaldar la operación terrestre en Gaza –los jóvenes y el ala más izquierdis­ta de los demócratas no están de acuerdo con el apoyo sin matices a Israel– y las dificultad­es a las que se enfrenta el Ejército ucraniano –el fracaso de la contraofen­siva de verano supuso un duro golpe– le dejan en una posición delicada, sobre todo en un año en el que se celebran elecciones en noviembre y su contrincan­te es Trump.

«Si Trump hubiera ganado las elecciones en 2020, la guerra de Ucrania habría sido muy diferente. Cuando dice que acabará en 24 horas con la guerra se refiere al abandono. Siempre ha tenido una más que cuestionab­le complicida­d con Putin», lamenta Rodríguez. «La minoría trumpista está consiguien­do bloquear la asistencia financiera para la ayuda militar a Ucrania en el Congreso de EE.UU. Trump no ha ganado todavía las elecciones, pero los efectos del trumpismo se notan», añade.

Faraldo califica una posible victoria de Trump de «pesadilla». «El apoyo a Ucrania, inquebrant­able y además con armas, es necesario. Ucrania es nuestro bastión y hay que defender y proteger a la gente de allí y enviarles el armamento necesario».

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