ABC (Galicia)

El Papa evoca «la paz quebrantad­a por el odio» en la Vigilia Pascual

▶ Francisco bautiza a ocho adultos en la última gran ceremonia de Semana Santa

- J. MARTÍNEZ-BROCAL CORRESPONS­AL EN EL VATICANO

El Papa Francisco presidió y celebró la Vigilia Pascual de ayer, Sábado Santo, en la basílica de San Pedro en el Vaticano, una larga ceremonia de alrededor de dos horas. El Pontífice, que tenía buen aspecto, guió las oraciones de la misa y leyó la homilía con voz normal, no especialme­nte cansado. A pesar de que el Viernes Santo decidió en el último momento no presidir el vía crucis en el Coliseo de Roma, desde primera hora del día, fuentes del Vaticano aseguraron que no estaba en discusión su presencia en la basílica.

En su homilía, el Papa Francisco paragonó la sensación de fracaso o de frustració­n que experiment­an muchas personas en nuestro tiempo, con la angustia de las mujeres que, según el Evangelio, se encaminaro­n aquel domingo hacia el sepulcro de Cristo «con la sensación de que se había terminado todo» mientras se preguntaba­n quién retiraría la pesada piedra que cubría la tumba.

«Esa piedra representa el final de la historia de Jesús, sepultada en la oscuridad de la muerte», explicó el Pontífice. «Aquella roca, obstáculo infranquea­ble, era el símbolo de lo que las mujeres llevaban en el corazón, el final de su esperanza. Todo se había hecho pedazos contra esta losa, con el misterio oscuro de un trágico dolor que había impedido hacer realidad sus sueños», añadió.

Según Francisco, es una experienci­a que atraviesan todas las personas. «A veces sentimos que una lápida ha sido colocada pesadament­e en la entrada de nuestro corazón, sofocando la vida, apagando la confianza, encerrándo­nos en el sepulcro de los miedos y de las amarguras, bloqueando el camino hacia la alegría y la esperanza», describió. Se refería a «todas las experienci­as y situacione­s que nos roban el entusiasmo y la fuerza para seguir adelante». Por ejemplo, «la muerte de nuestros seres queridos, que dejan en nosotros vacíos imposibles de colmar; los fracasos y los miedos que nos impiden realizar el bien que deseamos; las cerrazones que frenan nuestros impulsos de generosida­d y no nos permiten abrirnos al amor; los muros del egoísmo y de la indiferenc­ia, que repelen el compromiso por construir ciudades y sociedades más justas y dignas para el hombre; los anhelos de paz quebrantad­os por la crueldad del odio y la ferocidad de la guerra».

Ante esa perspectiv­a, el Papa explicó que lo que se conmemora en la fiesta de la Pascua es «la fuerza de Dios, la victoria de la vida sobre la muerte, el triunfo de la luz sobre las tinieblas, el renacimien­to de la esperanza entre los escombros del fracaso», que no puede considerar­se una experienci­a sólo del pasado. Significa, dijo, que «ninguna experienci­a de fracaso o de dolor, por más que nos hiera, puede tener la última palabra sobre el sentido y el destino de nuestra vida». «Por eso, hermana, hermano, deja que tu corazón estalle de júbilo en esta noche santa», invitó.

La ceremonia más relevante

La Vigilia Pascual es la ceremonia más relevante del año litúrgico en la Iglesia católica, pues explica con gran simbolismo la Resurrecci­ón de Jesús. La ceremonia comenzó en el Vaticano con la basílica de San Pedro completame­nte a oscuras para evocar el sepulcro donde fue depuesto Jesús el Viernes Santo.

En el atrio, el Papa bendijo el fuego, y marcó el año actual con un punzón en el cirio pascual, para subrayar el lugar en la historia de los eventos que se recuerdan cada Sábado Santo. A continuaci­ón, ese cirio fue encendido como símbolo de la Resurrecci­ón, y de su misma llama se prendieron las velas que los cerca de diez mil peregrinos llevaban en las manos en la basílica. Durante unos instantes, San Pedro estuvo iluminada sólo con la luz de esas velas. Después, como todos los años, antes del Evangelio se leyeron pasajes del Antiguo Testamento.

Además, Francisco administró el bautismo, la primera comunión y la confirmaci­ón a ocho adultos, cuatro de ellos italianos, dos coreanos, un japonés y una albanesa. El Papa utilizó una fuente bautismal que regalaron a Benedicto XVI y que su predecesor utilizaba también para administra­r este sacramento.

Hoy, el Papa Francisco tiene previsto celebrar una misa a primera hora en la plaza de San Pedro. En esta ceremonia no suele pronunciar homilía, pues la sustituye con el largo mensaje ‘Urbi et orbi’ que tiene a mediodía desde el balcón central de la basílica de San Pedro. Se trata de un discurso dirigido especialme­nte a los países que atraviesan situacione­s de guerra, violencia o calamidad. Sin duda solicitará iniciativa­s concretas para sembrar la paz.

El Pontífice, que tenía buen aspecto, guió las oraciones de la misa y leyó la homilía con voz normal, no especialme­nte cansado

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// AFP El Papa Francisco, ayer en la Vigilia Pascual

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