ABC (Galicia)

Un pirado de talentos

El Dalí personaje es una obra más de Dalí, que vivía en artista, incluso dormido

- ÁNGEL ANTONIO HERRERA

Lo que Dalí pone en vigor es la vida como espectácul­o, el hombre como teatro, el bigote como obra de arte. Celebramos 120 años de su nacimiento y, antes de que cundan por ahí tartas de homenaje y glosas de confeti, traigo yo aquí el recordator­io presuroso, porque a Dalí hay que cogerle con tiempo, como a los peligros nocturnos y a las amantes locas. Rueda siempre mucho dilema a propósito de si fue mejor escritor que pintor, ladeando así su condición de creador total, que es un milagro difícil de soportar, en España, y desde siempre. Fernán Gómez nunca se cansó de advertir que en España no pueden hacerse dos carreras a un tiempo, y aún menos bien. Pero él las hizo. Y también Dalí, que lo reúne todo en la acuñación del ego con bigote, más un tigre o tigresa de figuración. Si uno mira su obra, se aprecia que, por encima de todo, Dalí inaugura un universo, entre el onirismo de lejanía y el primor del dibujo pensativo. El Dalí personaje, tan estruendos­o, nunca debiera nublarnos el gigantismo de su obra varia, que tiene la tradición de la ruptura y un vanguardis­mo de tigres que vuelan. El Dalí personaje es una obra más de Dalí, que vivía en artista, incluso dormido. Y sin incluso. Sobre todo, dormido. Le birló la mujer al poeta Paul Eluard, Gala, en París, pero en internet vive el delicioso desliz venenoso de que su pareja longeva fue Amanda Lear. Acuñó una imagen exótica, desmesurad­a y lúcida, y hasta fue al ‘Un, dos, tres’, aquel éxito de Chicho Ibáñez, a regalar una calabaza galáctica. Imitarle es fracasar, pero él, en la autoimitac­ión, fijó el auge de su éxito. Visité asombradam­ente, en el Reina Sofía, todo su zoológico emocional, ahí medio vecino al Hotel Palace, donde un día quiso pagar la estancia con un mural a tiza en la suite correspond­iente. Un mural fantasma, por cierto, porque lo borró la asistenta de limpieza, muy de mañana, que estaba, la mujer, en su mundo. Lleva Dalí en los retratos, para la posteridad en vida, el bigote único de ir pirado de talentos.

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