ABC (Galicia)

Un reloj de lujo podría salirle más caro a Boluarte que 60 muertos

- JORGE EDUARDO BENAVIDES

La ostentació­n y la sensación de impunidad propia de una borrachera de poder han puesto contra las cuerdas a la presidenta del Perú, Dina Boluarte. No pudo resistir la vanidad de lucir un Rolex de catorce mil dólares en su presidenci­al muñeca, ni una pulsera Cartier cuatro veces más cara. El valor de estas joyas parece completame­nte ajeno al alcance de quien fuera una modesta funcionari­a pública antes de que las carambolas de la política peruana la llevaran a la vicepresid­encia del país de la mano de Pedro Castillo, el presidente redentor de la izquierda peruana, destituido luego de su zafio intento de golpe de Estado a fines de 2022.

Esas mismas carambolas y la lenidad del sistema político del Perú la auparon luego a la propia presidenci­a, que inauguró con el estruendo de la pólvora y la sangre de los manifestan­tes que se movilizaro­n contra su gobierno durante 2023. Con más de sesenta muertos y una recesión que asfixia a la economía, sostenida por sectores de la izquierda y de la derecha (es un decir, en un país cuya clase política se muestra intrínseca­mente corrupta) la primera presidenta mujer en la historia del Perú y la quinta en cuatro años enfrenta ahora una investigac­ión abierta por la Fiscalía con un operativo que empezó a las 10:55 pm del pasado 29 de marzo con el allanamien­to de su domicilio, en cuyo dormitorio se han encontrado –que no incautado– más de diez relojes que parecen tan lujosos como difícil es probar la licitud de su origen. El asuntó estalló a mediados de marzo, luego de que el medio digital ‘La Encerrona’ hiciera público un informe sobre los suntuosos relojes de Boluarte y otras joyas que no fueron declaradas ante el JNE (Jurado Nacional de Elecciones) como debería haberse hecho.

Con unos índices de aprobación paupérrimo­s (menos del 6%) la presidenta que nadie eligió y los ministros que han cerrado filas impunement­e en torno a ella no saben cómo explicar el origen de tales joyas sin utilizar argumentos sonrojante­s y que se sostienen con menos fuerza que la correa de algunos relojes presidenci­ales. Su abogado lanza una pregunta inquietant­e: ¿Y si son regalos de un enamorado? El ‘premier’ Gustavo Adrianzén, por su parte, denuncia la inconstitu­cionalidad del allanamien­to de la vivienda de la presidenta y afirma que es solo ruido político, al parecer una cortina de humo más turbia que la que levanta la pólvora, meros intentos de desestabil­ización que afectan gravemente las inversione­s del país. En esto no yerra el agudo análisis del presidente del consejo de ministros, pero no por los motivos que esgrime, sino porque la corrupción de un mandatario no es nunca un buen síntoma de la probidad de su gobierno y difícilmen­te se puede confiar en su gestión, más aún en un país cuya precaria estabilida­d política se hace más patente cada día.

Tampoco es, como intenta explicar en otra vuelta de tuerca

Adrianzén, el acoso de ciertos medios, afirmación que ha insinuado ya la propia presidenta, al parecer indignada contra lo que considera un abuso, pero no contra ella y su sospechoso patrimonio, sino contra el noble y esforzado pueblo peruano que ella representa. También ha lanzado el globo sonda del sesgo sexista y discrimina­torio y finalmente ha explicado que esas joyas son producto de su esfuerzo y que son de antaño. Ya ha quedado demostrado que de antaño nada, el Rolex se adquirió recienteme­nte y al parecer solo es la punta de un iceberg que amenaza con romper el casco de esa precaria embarcació­n que es su credibilid­ad.

Lo que por desgracia sí se revela de antaño no es solo la corrupción de sus gobernante­s, a la que la sociedad peruana reacciona con una indignació­n cada vez más lánguida y tan escasa de vigor como las noticias que se esfuman a la vertiginos­a velocidad que pautan las redes sociales, sino también la horadación sistémica a la que parece haberse acostumbra­do el Perú de las últimas décadas, con una clase política que ha corroído como la carcoma las institucio­nes del país que debían defender y hacer prosperar: parece que entendiero­n que la defensa y la prosperida­d eran un asunto contable y particular. De manera que gracias a su atonía moral puede que la presidenta se mantenga en el poder, pese a unas investigac­iones tan serias y de las que difícilmen­te nadie pueda salir bien parado, por lo menos en el territorio de la ética, aunque para la clase política peruana esto parezca pertenecer a una geografía tan fantástica como improbable, más producto de una mente imaginativ­a y fértil, como esas ciudades invisibles que propuso Italo Calvino. De ser desalojada del poder, de ser demostrada la ilicitud de su patrimonio, los peruanos enfrentarí­amos la amarga paradoja de que un reloj de lujo sale más caro que sesenta muertos.

La clase política peruana ha corroído como la carcoma las institucio­nes que debían defender y hacer prosperar

(AREQUIPA, 1964) ES ESCRITOR

deberán de alcanzar una mayor cuantía en previsión de un nuevo aumento del gasto en incapacida­d temporal.

No en vano, cabe destacar que estas modificaci­ones presupuest­arias entran dentro de lo ordinario, si bien el elemento llamativo es la elevada cuantía desviada en esta partida. Por ejemplo, a lo largo del pasado año se realizaron modificaci­ones presupuest­arias en la totalidad de las rúbricas de gasto contributi­vo. Pero sólo los 1.648 millones de euros movilizado­s para las pensiones de jubilación son comparable­s a las desviacion­es aplicadas para la incapacida­d temporal. Cabe recordar que esta partida de gasto –la de la incapacida­d temporal– nace a partir del decimosext­o día de baja de un trabajador, momento en el que es el organismo protector el encargado de cubrir la prestación y que los algo más de 14.100 millones que se desembolsa­ron en el pasado ejercicio suponen que ya se consume presupuest­o por valor de casi un punto porcentual del PIB y la segunda mayor rúbrica de gasto que atiende la Seguridad Social después de las pensiones en su nivel contributi­vo.

Nuevo paradigma

Este cuadro implica ineludible­mente un nuevo paradigma al que deberá adaptarse la Administra­ción. En un primer momento el salto exponencia­l de gasto experiment­ado en esta partida parecía estar localizado en el epi

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// EFE La presidenta de Perú, Dina Boluarte
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