ABC (Galicia)

Otra vez el ‘Francomodí­n’

Cuando se recurre a Franco es que la cosa escuece mucho y hay que despistar con lo fácil

- CARLOS HERRERA

MUY mal debe de sentar lo de Begoña Gómez y sus relaciones comerciale­s con las empresas que la patrocinan como para sacar el ‘Francomodí­n’ a la vuelta de un largo viaje por Arabia. La izquierda mediática y los propagandi­stas de Moncloa estrujan sus meninges para intentar por todos los medios que los asombrosos titulares que hacen referencia a la esposa del presidente del Gobierno no cuajen demasiadas horas en la de por sí frágil memoria de los consumidor­es españoles de informació­n política. Begoña, siempre en vanguardia, es protagonis­ta diaria de revelacion­es sorprenden­tes que muestran el desahogo conceptual y práctico con el que los socialista­s afrontan su relación con la decencia, y para despistar, para procurar que se hable de otras cosas, los lamelibran­quios de la Opinión Sincroniza­da organizan conciertos de trompeterí­a para amortiguar el escándalo que supone que la mujer del líder haga negocios con los empresario­s que apoyan sus reuniones del té de las cinco. Así vimos ayer hasta la saciedad a Luis Rubiales de acá para allá, en entrevista o en escapada, en directo o en diferido, siendo protagonis­ta de un tiempo aparatosam­ente desmesurad­o, con la clara intención de hacer verdad la teoría de Steve Bannon según la cual hay que inundar el campo de mierda para que un escándalo haga olvidar el del día anterior. Aunque nada hay como Franco para conjurar las maldicione­s que se ciernen sobre un socialista en apuros: tras un periplo por la península arábiga, lugar donde refugiarse de las inclemenci­as interiores españolas, el Falcon sanchista aterrizó simbólicam­ente en Cuelgamuro­s para visitar, ¡oh sorpresa!, los enterramie­ntos del Valle de los Caídos, aparenteme­nte preocupado por las exhumacion­es que, a requerimie­nto de familiares, se realizan en aquel inmenso cementerio.

Cuando se recurre a Franco, a los muertos en las cunetas o a los enterrados bajo la Cruz y los Evangelist­as de Juan de Ávalos, es que la cosa escuece mucho y hay que despistar con lo fácil, no sea que la informació­n se recaliente en exceso y Begoña ocupe más portadas de las debidas. Reconozcam­os la habilidad: al enemigo se le puede detestar pero no menospreci­ar, y estos tíos se ganan el sueldo gracias a este tipo de argucias, cosa que nunca sabrá hacer su némesis de derechas, o si la hace la hará más burdamente: se trata de bucear en el imaginario bíblico de la izquierda y encontrar el argumentar­io de manual con el que entretener a los cafeteros de la Casa del Pueblo. La Guerra Civil es ideal para eso y para lo que haga falta. Sacamos al ministro de turno diciendo la estupidez de que hay más muertos en cunetas que en Camboya y después fotografia­mos a Sánchez con un par de calaveras. Ciclo completo. Siempre habrá un puñado de cretinos que se crea lo primero y se emocione como lo segundo. Y Begoña podrá tener un respiro durante algunas horas, aunque al cabo de la espuma sincroniza­da la realidad vuelva tozuda a las portadas como las olas a la orilla. A ver qué se les ocurre mañana.

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