ABC (Galicia)

Una Euskadi monstruosa­mente normal

- CHAPU APAOLAZA

Empieza una campaña en la que no se habla de terrorismo, en la que los temas de discusión son la economía, la sanidad, la inmigració­n, los impuestos, ya sabes, las cosas banales. Se prevén unos comicios en una sociedad desmoviliz­ada, en la que, a estas alturas, cerca del treinta por ciento de los votantes no ha elegido aún su partido, donde la participac­ión se supone que será baja.

El 44 por ciento de los ciudadanos no sabe quién es el tal Pradales y el 36 por ciento desconoce a Otxandiano. El candidato del Partido Popular se ha grabado un vídeo con unas txapelas de colores como recién estrenadas de esas de Elosegui que ahora se ponen las ‘influencer­s’ para tirarse fotos en plan neocastiza­s ‘koxkeras’ de la Concha.

Pradales es un tipo verdaderam­ente aburrido en sus declaracio­nes, casi un inspector de Hacienda, una continuaci­ón de aquellos tipos del PNV, pero con pelo. El partido Bildu, favorito entre los jóvenes, lo forman aparenteme­nte una gente amabilísim­a que sonríe, da los buenos días, etc. Los chavales son cada vez más nacionalis­tas y menos independen­tistas y cuando miran las pantallas, ven los mismos memes del Tik-Tok que los de Trujillo.

La campaña ha sorprendid­o a la gente volviendo de las vacaciones de Semana Santa y el cambio de hora sienta como un tiro, a qué sí. Los amigos estuvieron en Cádiz, qué bonito es y comieron muy bien aunque hizo bastante viento. El Athletic se juega Sevilla la final de la Copa del Rey contra el Mallorca y el mayor conflicto consiste en que no hay suficiente­s camareros que hablen euskera para servir los kalimotxos.

El País Vasco podría ser ahora mismo Aragón, Galicia, Andalucía, un sitio cualquiera en el que se habla de las cosas de cualquier sitio y en el que la política le importa lo que en cualquier sitio, esto es más bien poco.

En el Valle de los Caídos, Pedro Sánchez anda vestido de desactivad­or de Fukushima de la memoria histórica y desentierr­a calaveras de una herida que no conviene cerrar, pero aquí, nadie se atreve de hablar del terrorismo y Miguel Ángel Blanco suena a gregario de un equipo ciclista en la Vuelta a España del 94. Por momentos, si entornas los ojos parece que nada hubiera ocurrido, que nada de lo que recordamos ha pasado. A los pies de la campaña más decisiva de todas y que podría dar la victoria a los que sometieron a esta tierra a base de pistolas, explosivos y terror,

Euskadi parece un sitio monstruosa­mente normal.

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