Relojes parados
Cuanta más gente conozco más me gustan los toreros
En España somos muy de llamar faraones a los más grandes. Está bien. Faraona a Lola Flores y faraón (de Camas) a Curro Romero. Ayer el Premio Taurino de ABC se entregó al torero sevillano, así que ABC también se premió a sí mismo con el premiado, con el acontecimiento, con la presencia del maestro que, sentado en un sillón, recibía como Vito Corleone. Como uno bueno. Aunque ya saben eso que decía Maruja Torres: «Cuanta más gente conozco, más me gustan los Corleone». Yo cuanta más gente conozco más me gustan los toreros. Aunque no los conozca. Pero Curro, como quien un día fue su suegra, es de esa gente a la que no hace falta conocer para adorar. Menos mal que soy vergonzosa, que si no me lanzo a Conchitín a decirle que yo habría pujado más por el collar de perlas de siete vueltas de su abuela. Se vendió en París el otro día por 11.430 euros. Hombre, me parece una falta de respeto para doña Concha Piquer.
En el ‘¡Hola!’ de esta semana calificaban a Marta Ortega como misteriosa y fascinante. ¿Si hay misterio y fascinación en Marta Ortega, qué hay en Curro Romero? El enorme discurso de Alberto García Reyes no admite una palabra más por muy a favor de querencia que estemos de Curro, como él mismo dijo de los toreros presentes. Qué grande fue lo del mono que Curro tenía en el Wellington o lo del calabozo adonde Julián García Candau le llevó langostinos.
Recordó Alberto García Reyes el ‘Volvemos a la normalidad’ de la crónica de Díaz Cañabate después de que no fuera normal aquella tarde de Sevilla con dos toros de Benítez Cubero. Y eso que con la espada falló varias veces. También escribió Vicente Zabala en junio de 1973 en ABC de la «inconcebible y feísima puñalada» al quinto en Granada, «un minicuatreño de monísima cabeza». Pero fue «la mejor faena de su vida». Y esto: «Ha salido el famoso toro del espejo. Curro lo ha toreado como en los años fantásticos de su niñez frente al armario». El artículo se titulaba ‘Y se pararon todos los relojes’. Me gusta pensar que ayer en la Casa de ABC, mientras estuvimos con Curro, también se pararon todos los relojes.*