Tiempo de silencio
Dudo mucho de que Martín Santos aprobara el espectáculo del sectarismo y el cainismo que degradan nuestra vida política
LUIS Martín Santos murió a los 39 años, poco después de sufrir un accidente de tráfico en Vitoria. Hace 60 años de aquella tragedia que segó la vida del escritor más prometedor de su generación. Una exposición en la Biblioteca Nacional evoca su memoria.
Nacido en Larache en 1924, era hijo de un militar. Estudió Medicina, se especializó en psiquiatría y ganó por oposición la plaza de director del hospital psiquiátrico de San Sebastián, donde residía. Fue en esa época cuando ingresó en el PSOE, siendo detenido en varias ocasiones por la Policía.
Nadie como Martín Santos ha descrito el sórdido ambiente de la posguerra en la España de la década de los 40. ‘Tiempo de silencio’, su novela, la primera de una trilogía inconclusa, es una descripción de la miseria moral y material del Madrid de aquellos años. Su protagonista es un joven investigador que se ve acusado de practicar un aborto en el que la chica muere desangrada.
Merece la pena leer esta novela, publicada en 1962, que apareció mutilada por la censura. Uno tiene la necesidad de abrir la ventana y respirar tras sumergirse en la degradación moral de una sociedad que ahoga a quien, como su protagonista, aspira a una redención personal que choca con la mediocridad generalizada y la falta de libertad.
Muchas veces me he preguntado cuál podría haber sido el legado literario de este hombre si hubiera podido vivir dos o tres décadas más. Pero nadie elige dónde hace y cuándo muere. Tampoco su esposa, que falleció en un accidente doméstico por inhalación de gas. Martín Santos la siguió a la tumba un año después.
Es evidente al leer ‘Tiempo de silencio’ que Martín Santos fue un personaje atormentado, con una relación difícil con su padre y un trabajo que le ponía en contacto con la dramática realidad de la locura. Hay también en su obra soliloquios y reflexiones que evocan el estilo de Joyce en ‘Ulises’, por lo que no me parece acertado incluir al autor en el realismo social de escritores como Ignacio Aldecoa, otro gran talento de la época.
Me pregunto qué hubiera escrito Martín Santos si hubiera podido sobrevivir hasta hoy y qué pensaría de la reivindicación de su figura por parte de Sánchez, que aprovechó la inauguración de la exposición para denostar a la oposición y denunciar «la ola de revisionismo» que impulsa la derecha.
Es cierto, como dijo el presidente, que el escritor soñó con una España mejor, pero dudo mucho que aprobara el espectáculo del sectarismo y el cainismo que degradan nuestra vida política. Ni tampoco el revanchismo permanente de las intervenciones de Sánchez ni su falta de respeto a la verdad. En unos momentos en los que el PSOE se erige en defensor de la memoria histórica, sería conveniente no manipular el legado de Martín Santos. Tiempo de silencio, sí, que no de olvido. Por pudor.