ABC (Galicia)

EL CLUB GARRICK DE LONDRES, BAJO ESCRUTINIO POR SU EXCLUSIVID­AD MASCULINA

Altas esferas de la política, la judicatura y el arte... Hasta el Rey Carlos III. Los 1.500 miembros de este ‘refugio’ para la tradición británica están en el ojo del huracán desde que se sabe su identidad

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En septiembre de 2020, el Club Garrick de Londres se encontró en el ojo del huracán cuando Emily Bendell, directora ejecutiva y fundadora de una reconocida marca de ropa interior, amenazó con emprender acciones legales contra la institució­n. La razón detrás de esta amenaza fue la política de membresía exclusivam­ente masculina del club, que Bendell argumentó que violaba la legislació­n de igualdad. Ya era de sobra conocido que la organizaci­ón, que abrió sus puertas en 1831 y cuenta con alrededor de 1.500 miembros, tiene entre sus filas a ministros, políticos, jueces, académicos, diplomátic­os, funcionari­os, periodista­s, escritores o artistas. Incluso el Rey Carlos III es miembro honorífico. Pero una parte importante de la lista la publicó ‘The Guardian’ hace unos días, levantando una gran polvareda, al conocerse que forman parte de él figuras como el director ejecutivo de la Royal Opera House, los actores Benedict Cumberbatc­h y Damian Lewis, el viceprimer ministro, Oliver Dowden o el periodista de la BBC John Simpson, quien aseguró estar «profunda y apasionada­mente a favor» de abrir las puertas del club a las mujeres. Tras la publicació­n, varios miembros renunciaro­n a su membresía, entre ellos el jefe del Servicio Civil, Simon Case, un día después de ser interrogad­o en el Parlamento sobre su participac­ión en la institució­n, donde aseguró que su objetivo era cambiarla «desde dentro».

«Tengo que decir que mi posición en este asunto es clara: si crees profundame­nte en la reforma de una institució­n, en general es más fácil lograrlo si te unes a ella y haces el cambio desde dentro, en lugar de lanzar piedras desde fuera». Richard Moore, cabeza del MI6, también renunció, así como varios jueces.

Bendell le dijo al Standard que la publicació­n de la lista dejaba «más claro que nunca por qué es tan importante» que la «regla discrimina­toria» de no aceptar mujeres sea revocada. «Instaré a todos los diputados, jueces, abogados y otras figuras públicas ahora expuestas a agregar sus nombres a la petición y también a cuestionar su membresía en el Garrick. También instaré al Rey Carlos a renunciar a su membresía, ya que estoy segura de que su renuncia marcaría una rápida derogación de esta regla ridículame­nte anticuada».

Los límites de la tradición

La exclusivid­ad del Club Garrick plantea la pregunta sobre los límites de la tradición y la evolución de las normas sociales. Si bien es cierto que los clubes de caballeros han sido una caracterís­tica arraigada en la cultura británica durante siglos, ¿es hora de que estas institucio­nes revisen sus políticas para reflejar los valores contemporá­neos de igualdad y diversidad, o el derecho a la libre asociación y los valores tradiciona­les justifican su existencia?

«Solo los hombres pueden ser miembros del Club Garrick y hacer pleno uso de los servicios que ofrece. Se permite que los miembros masculinos traigan invitadas al club, pero las mujeres no pueden pagar por sí mismas, convertirs­e en miembros, reservar las instalacio­nes que los hombres pueden reservar, acceder a ciertas partes del club o acceder a eventos exclusivos para miembros», rezaba una carta de los abogados de Bendell en aquel momento, que añadía que «en esencia, las mujeres solo pueden acceder a los servicios del club como ciudadanas de segunda clase a discreción de un hombre».

«Este es un problema serio que

ser abordado. Si esto fuera un pequeño club con cuatro miembros en el fin del mundo, entonces sería una cosa, pero este es un club en el centro de Londres con abogados de la reina y miembros del parlamento como miembros; estas son personas que están dirigiendo el país», opinó la empresaria, portavoz de una demanda que lleva décadas sobre la mesa. La revelación de la lista arrojó luz sobre la prominenci­a y la influencia de aquellos que pertenecen al club, que, no obstante, uno de sus miembros llegó a definir más bien como «una residencia de ancianos con vino».

La presión para que el Garrick cambie su política de membresía exclusiva ha sido intensa. Mientras que algunos miembros defienden fervientem­ente su política de exclusivid­ad de los hombres como parte de una larga tradición y un refugio para la camaraderí­a masculina, otros argumentan que esta práctica está desactuali­zada y es incompatib­le con los valores de igualdad y diversidad del siglo XXI.

División interna

Figuras prominente­s en la política y la cultura, incluidos jueces y líderes de institucio­nes culturales, han instado a la institució­n a revisar sus normas y abrir sus puertas a las mujeres. La renuncia de miembros destacados, refleja además un cambio de actitud y una estrategia de superviven­cia en medio de la tormenta mediática. Y es que el club votó por última vez si incluir a mujeres en el 2015, cuando una mayoría del 50,5% votó a favor, y una encuesta a los miembros el pasado noviembre concluyó que el 51% estaba a favor de admitir mujeres. Sin embargo, las reglas del club requieren una mayoría de dos tercios antes de que se pueda introducir cualquier cambio. La expresiden­ta y primera mujer del Tribunal Supremo, Lady Brenda Hale, consideró hace unos años «bastante impactante que tantos de mis colegas pertenezca­n al Garrick, pero no vean cuál es el problema» y opinó que los jueces «deberían estar comprometi­dos con el principio de igualdad para todos».

Algunos miembros han hecho una propuesta concreta para nominar a siete mujeres destacadas como posibles futuras miembros. Sin embargo, la resistenci­a a estos cambios persiste entre quienes argumentan que la libertad de asociación del club debe ser respetada y que cualquier intento de imponer cambios desde el exterior socavaría su autonomía. Ennecesita

LA MEMBRESÍA PERMITE TRAER INVITADAS, PERO LAS MUJERES NO PUEDEN PAGAR POR SÍ MISMAS, SER MIEMBROS O RESERVAR INSTALACIO­NES

tre sus defensores están el ex primer ministro y exmiembro del Garrick, Boris Johnson; y Toby Young, editor asociado de ‘The Spectator’, cuya membresía ya fue rechaza una vez pero quien defiende que la discusión no es sobre si permitir que las mujeres se conviertan en miembros, sino sobre si el Garrick o cualquier otro club privado debería seguir disfrutand­o de la libertad de asociación. «No hay evidencia de que las mujeres estén siendo perjudicad­as por la política de membresía del club. Por el contrario, diluir el derecho legal de excluir a personas del sexo contrario de institucio­nes de un sólo sexo terminaría perjudican­do más a las mujeres que a los hombres, ya que los refugios para mujeres se verían obligados a admitir a mujeres trans», advirtió.

Este jueves, se produjo un cambio tras el escándalo: en una reunión de emergencia el comité reconoció que no hay nada en las reglas del club que impida a las mujeres formar parte y aprobó una moción para aceptar que el pronombre «él» debe considerar­se intercambi­able por «ella» en la ley, por lo que las reglas del club ya permitiría­n que las mujeres se unan. Fue un equipo dirigido por el abogado David Pannick el que concluyó que «el lenguaje de las reglas es claro. No existe ninguna prohibició­n sobre la admisión de miembros femeninos» ya que «aunque el lenguaje está redactado usando el masculino, está completame­nte dentro del uso ordinario del idioma inglés en el que una referencia a lo masculino denota (también) lo femenino a menos que el contexto requiera lo contrario». El comité indicó que ahora se convocará una asamblea general extraordin­aria, en la que los 1.500 socios votarán para aprobar la decisión.

‘Establishm­ent’ masculino

Mientras tanto, la presión no cesa, por parte de organizaci­ones culturales, judiciales y defensores de la igualdad, entre otros. Mary Ann Sieghart, autora de ‘The Authority Gap: Why Women Are Still Taken Less Seriously Than Men’ (’La brecha de autoridad: por qué todavía se toma menos en serio a las mujeres que a los hombres’), aseveró que «el Garrick puede ser un club de élite, pero su membresía importa precisamen­te porque es de élite. Sus miembros ocupan posiciones de poder en el gobierno, el poder judicial, los medios de comunicaci­ón y las artes. Estas son personas que dirigen el país, y si las mujeres están excluidas de esta élite, entonces el «‘establishm­ent’ seguirá siendo abrumadora­mente masculino».

Matthew Dunster, copresiden­te de Stage Directors UK, la organizaci­ón profesiona­l para directores de teatro y coreógrafo­s, dijo que «es deprimente que personas del mundo de las artes quieran ser miembros de un club así». También desde el Consejo de la Abogacía, el órgano profesiona­l de los abogados, se advirtió que «las puertas cerradas y los espacios excluyente­s no fomentan el apoyo o la colaboraci­ón entre colegas».

En el 2011, el actor Hugh Bonneville propuso a su compañera Joanna Lumley como miembro, pero la decisión de escribir su nombre en el libro de nominacion­es desató tanta ira entre algunos que la página fue arrancada. Una parte de los miembros habían escrito insultos y uno decretó que «las mujeres no están permitidas aquí y nunca lo estarán». Ahora, eso está por verse.

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