Almeidofobia
En este país sólo puedes ser feo si eres de izquierdas
SE ha casado José Luis Martínez Almeida con Teresa Urquijo y están los ‘haters’ que fuman en pipa. Yo me alegro de que se case el alcalde y me pareció una boda muy bonita, porque he de confesar que es un tipo que me cae muy bien y yo a la gente que me cae bien la veo guapa. La boda del alcalde no es un asunto exclusivamente privado, pues de sus características físicas, su jeta, y su estatura, de las posibilidades de que encontrara una pareja se hizo un argumento político.
De los ambientes ideológicos de la izquierda donde se ponía el grito en el cielo sobre la gordofobia, la gerontofobia, adipofobia, aporofobia, homofobia, la fobia a las formas de amor no normativas y todas las fobias que se nos puede ocurrir, proviene una almeidofobia que al alcalde debe sentarle regular, pero pone muchas cosas en contexto. Por ejemplo, que en este país solo puedes ser feo si eres de izquierdas. Aún hoy, los que decían que la talla 38 era un signo de opresión capitalista, los que lanzaban campañas gubernamentales por las que, si alguien te miraba una lorza por la playa, era violencia física, todos esos, digo, llaman a Almeida ‘carapolla’. Lo dijeron primero en IU, lo dijeron luego en Sumar y en la izquierda en general donde le dicen ‘hobbit’ a Almeida al tiempo que prohíben el Bombero Torero porque humilla a los enanos. Conste que no vengo aquí a defender a Almeida porque es evidente que nunca lo necesitó y se puso el mote por sombrero en una estética rebelde, simpática y con sentido del humor que delata a los odiadores y despierta tantas complicidades, entre ellas la mía. En su día comenté que si Francis Scott Fitzgerald escribió que hablaba desde la autoridad que le concedía el fracaso, Almeida, lo hace desde la autoridad que le concede que le llamen ‘carapolla’.
Su noviazgo y boda han formado parte de esa manera de estar en el mundo que resulta tan sana. Sin ser experto, me gustó de la boda hasta el chotis torpón y no ensayado, hoy que los casamientos resultan tan coreográficos, los novios bailan tan bien, todo está tan medido en la escaleta para que la novia brinde en una foto al contraluz del atardecer a las 20.17, digo, que parece que las bodas las dirige Francis Ford Coppola. Me estoy acordando de cuando, mucho antes del chotis, el alcalde no se dejó ver con su novia en un gastrobar de moda, sino que fue a comer a De La Riva unos sesos rebozados, que por cierto están muy ricos. La presentación en público fue en los toros en la plaza de Las Ventas y se dice que van mucho a misa. Los comentaristas se echaron unas ‘jajas’ sobre el hecho de que el beso que se dieron los novios el día de la boda fue en la mejilla y no en la boca. Parece claro que provocan más el alcalde de Madrid y Teresa Urquijo que aquella procesión del coño insumiso, y yo lo celebro. Ojalá sean muy felices.