ABC (Galicia)

«Frente al yihadismo, Occidente ha sido víctima de su propia ceguera»

▶Los analistas creen que el pulso entre el islam suní y chií es un espejismo y que los radicales tienen un enemigo común

- JUAN PEDRO QUIÑONERO CORRESPONS­AL EN PARÍS

El islam suní –ortodoxo– y chií –minoritari­o– están en guerra de religión, guerra nacional y patriótica, guerra institucio­nal, subversiva, terrorista, yihadista, en un centenar de los 197 Estados reconocido­s por Naciones Unidas. Sin embargo, la guerra del islam contra Occidente es la más grave y desestabil­izante para Europa y el futuro de nuestra civilizaci­ón. Los orígenes del conflicto son bien conocidos, pero suelen olvidarse, y hay algunos hitos en su cronología que son básicos para comprender cómo hemos llegado hasta aquí:

El 3 de diciembre de 1979, el ayatolá Jomeini se convertía en líder supremo de Irán. Era partidario de la guerra de religión revolucion­aria. El 6 octubre de 1981, Anwar el-Sadat fue asesinado en El Cairo: el yihadismo amenazaba cualquier diálogo entre Israel y los países árabes. El 11 de septiembre de 2001 se consumó el ataque terrorista más importante de la historia, más de 3.000 personas perecieron en el atentado contra las Torres Gemelas de Nueva York. El 7 octubre de 2001 comenzó la guerra en Afganistán. El 11 de marzo 2004 se produjo la matanza en Madrid, en la estación de Atocha y otros apeaderos cercanos; las bombas se cobraron 192 víctimas mortales (se acaba de celebrar el 20 aniversari­o). Entre 2001 y 2012 tuvo lugar la mundializa­ción de los atentados islamistas. El 7 de enero de 2015, matanza en París en la redacción del semanario satírico ‘Charlie Hebdo’. El 13 de noviembre de 2015, serie atentados en París, el más sangriento de ellos en la sala Bataclan.

Entre 2013 y 2019, el autoprocla­mado Estado Islámico (Daesh) surgió en las fuentes bautismale­s de la inmigració­n; en ese periodo, Francia es el país europeo más amenazado, y Alemania, Bélgica, el Reino Unido y España están en el disparader­o. En el periodo 20192024 se contabiliz­an una docena de atentados yihadistas en Francia. El 7 octubre de 2023, Hamás realizó un ataque relámpago contra Israel y mató a 1.200 personas, provocando una guerra en Gaza cuyas consecuenc­ias llegan hasta el día de hoy, y más allá. El 22 de marzo de 2024, el Daesh del Jorasán atacó una sala de fiestas en Moscú asesinando a 140 personas. En ese marco, el ataque terrorista islámico contra el Crocus City Hall, en la capital rusa, y el de Hamás en octubre pasado nos recuerdan, con precisión el origen último de la guerra en curso y su ambición desestabil­izante para Occidente –y Europa, en particular–.

Globalizac­ión del terror

Boualem Sansal, uno de los grandes escritores argelinos y francófono­s de nuestro tiempo, me explicaba, hace unos años, los orígenes de la mundializa­ción del terror islamista, la guerra santa contra Occidente, de este modo: «El Estado Islámico se comporta con la lógica imperial del nazismo. El islamismo en la forma más inquietant­e de la globalizac­ión del terror». Tras las últimas masacres, Sansal llegaba a estas conclusion­es: «Los islamistas, incluso si están peleados entre ellos, cuidan su coordinaci­ón. A los seis días de la matanza en

Israel, un profesor francés, Dominique Bernard, fue asesinado en Arras. Otros tres colegas fueron heridos gravemente. Hamás aspira a destruir Israel, bastión occidental en Oriente Próximo. El asesino de Arras, Mohammed Mogouchkov, tenía la nacionalid­ad rusa. Era un islamista nacido en Asia central, la matriz del islamismo ruso. Los islamistas de la matanza de Moscú habían estado precedidos por los islamistas de origen ruso autores de atentados terrorista­s en Francia».

Hace cuatro años, el 16 de octubre de 2020, otro profesor francés, Samuel Paty, fue asesinado en Conflans-Saint-Honorine, al oeste de París, por un islamista franco-marroquí, Abdelhakim Sefrioui, fundador de un colectivo defensor y propagador de las ideas de Hamás en Francia. Céline Berthon, directora general de la Seguridad Interior, establece la relación indirecta pero profunda de esos crímenes: «En Francia, como en otros países europeos, la amenaza yihadistas es interior y exterior. Los mismos grupos que matan en el corazón de África son contemporá­neos de los del Cáucaso refugiados en Ucrania. Y muchos refugiados ruso-chechenos en Francia, Alemania y otros países europeos comparten las mismas conviccion­es. No necesitan formar parte de la misma organizaci­ón. Comparten objetivos».

Primeras víctimas

Tras el atentado de Moscú, el Consejo de la Defensa Nacional reunido por Emmanuel Macron llegaba a la misma conclusión: «La misma organizaci­ón que reivindicó el atentado de Moscú también amenaza a Francia, Alemania y otros países europeos. De ahí la necesidad de declarar el estado de máxima urgencia antiterror­ista».

En su día, la Fondation pour l’innovation politique (Fondapol) estableció un balance muy provisiona­l de las muertes causadas por los distintas ‘familias’ yihadistas en cinco continente­s entre 1979 y 2022: Estado Islámico, 52.619 muertos; talibanes, 39.733; Boko Haram, 22.287; Al-Qaida, 14.680; Al Shabaab, 10.392; Front Al-Nosrah, 2.978; Hizbolá, 1.335; Hamás, 881, y otras organizaci­ones yihadistas, 22.191 muertos. Desde la primera versión de esta estadístic­a hasta hoy, el número de muertos ha crecido de modo vertiginos­o. Según el Observator­io Internacio­nal de Estudios sobre Terrorismo (OIET), en 2023, si bien se produjo un incremento leve de atentados respecto al año anterior (2.304 frente a 2.270), lo que sí aumentó de manera significat­iva fue la cifra de víctimas, 9.572 frente a 8.305, lo que supone un 15% más que en 2022.

Los países del Magreb, Oriente Próximo, África y Asia son las primeras víctimas de tan ensangrent­adas guerras islámicas. Francia, EE.UU., el Reino Unido, España, Alemania, Bélgica, Italia, Austria, Noruega, Grecia y Holanda son las primeras víctimas de la yihad contra Occidente. En su día, EE.UU. lanzó su pulso mundial contra el terrorismo, cometiendo un error estratégic­o capital: lanzar una guerra ‘convencion­al’, cuando, en verdad, la guerra islámica contra Occidente es una guerra irregu

Daesh se comporta con la lógica imperial del nazismo. Y los islamistas, incluso si están peleados entre ellos, cuidan su coordinaci­ón

lar de nuevo cuño, que no siempre tiene la fisonomía de los conflictos convencion­ales, con ejércitos y fuerzas armadas. Es una guerra de religión.

Las más de las veces son crímenes ‘solitarios’ cuya coordinaci­ón se consuma de manera irregular a través de la propagació­n de la fe religiosa, la fe en el crimen yihadista con el que los fanáticos aspiran a ‘conquistar’ el cielo tras escuchar los sermones de la clerecía islámica, presente y temible en cinco continente­s.

Visión pesimista

Alexandre del Valle, analista reputado y estudioso de las relaciones entre Europa y los países árabes, tiene una visión bastante pesimista del proceso en curso: «Durante muchos años, EE.UU. y Europa apostaron por el diálogo con los países árabes, cuando, casi siempre, se ha tratado de regímenes ultraortod­oxos, totalitari­os, en cuyo origen ha podido crecer una visión del islamismo radical que se ha propagado en muchas direccione­s. En Washington y Europa se ha deseado cerrar los ojos ante el crecimient­o incontrola­do del islamismo político y subversivo. Esos Estados, esas organizaci­ones, pueden estar en guerra entre ellos, pero siempre tienen en común el mismo convencimi­ento de la superiorid­ad de su religión sobre los valores fundaciona­les de Occidente, víctima de su propia ceguera».

La guerra imperial de Vladímir Putin

contra Ucrania amenaza con propagar en muchas direccione­s esas semillas. Históricam­ente, los islamismos que floreciero­n en los escombros de la antigua URSS se transforma­ron en guerras locales o regionales, en la Rusia oriental, en el Cáucaso y los Balcanes. Huyendo del terror ruso, muchos emigrantes islamistas, de origen ruso, se instalaron en Ucrania y la UE.

Tras la guerra de EE.UU. y Europa contra el Estado Islámico, en Oriente Próximo muchos islamistas huyeron hacia Europa o África, donde crearon nuevos grupúsculo­s, en guerra entre ellos y contra las antiguas potencias coloniales, terminando por conseguir, con la ayuda de Rusia, la retirada de Francia, el último bastión europeo contra el islamismo en el continente africano. Esa nube tóxica de personajes vagabundos y errantes en Europa son una amenaza real. Francia ha comenzado por decretar el estado de alarma antiterror­ista nacional. Los Juegos Olímpicos de París tienen, sin embargo, un atractivo inquietant­e para esos ‘lobos solitarios’.

«El Gobierno está tomando las medidas policiales más enérgicas. ¿Será suficiente?», me comenta un portavoz oficioso del Ministerio del Interior, agregando: «Es relativame­nte fácil luchar contra un enemigo claro e identifica­do. Pero es muy difícil hacerlo contra un asesino solitario que puede poner una bomba en una de las millares de escue

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// REUTERS Evacuación de los heridos de la sala de conciertos Bataclan tras los atentados en París en noviembre de 2015
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