ABC (Galicia)

«La izquierda no tiene hoy un relato para la historia de España»

▶El medievalis­ta propone en su ensayo ‘España diversa’ una lectura desde la diversidad para comprender la historia y evitar lecturas identitari­as

- JESÚS GARCÍA CALERO MADRID

La polarizaci­ón está aplastando todo lo que compartimo­s. También el relato de la historia. El fenómeno de ‘dos Españas en la historia’ no es nuevo, pero arrecia. Unos eran de Reconquist­a, Emperador, Hispanidad y épicas del 2 de Mayo; otros de Al-Ándalus, comuneros, ‘nada-quecelebra­r’ y liberales románticos. Pero ya no funciona así. Segurament­e la política ha logrado que a la izquierda más trompetera los liberales le parezcan tibios y para la derecha de tambores cualquier crítica a ‘la obra de España’ en el Nuevo Mundo le parezca una traición. Un cuadro sobre la batalla de Covadonga provocó recienteme­nte una guerra en redes. El ministro con planes ambiguos de descoloniz­ación de museos moviliza en contra a casi todo el tablero.

Pero los historiado­res siguen trabajando. Trabajan para acabar con mitos, regresan a fuentes directas (como han hecho Álvarez Tardío y Del Rey con la violencia política de 1936), o proponen lecturas de nuestra historia que son una invitación a pensar y debatir, no a buscar culpables. Esto lo ha hecho Eduardo Manzano, medievalis­ta e investigad­or del CSIC, que publica ‘España diversa’ (Crítica), en el que establece un nuevo recorrido por la historia de nuestro país evitando cualquier esencialis­mo, en una lectura con las claves de nuestra historia plural, que es la que compartimo­s. —¿Está de acuerdo con que hay dos Españas en la historia?

—Sí. Hay un discurso conservado­r de la historia de España muy asentado, prácticame­nte invariado desde Modesto Lafuente, y la izquierda no tiene hoy un relato para España. Ese es el asunto. —¿A qué se debe que la izquierda tenga un problema con la historia de España o con sus símbolos?

—Pues yo creo que en la Transición hay una explosión de historias, se abandona la historia de España, que se considera más o menos asentada, y entonces tienes toda esta gran inflación de historias periférica­s de Cataluña, del País

Vasco, de Andalucía. Entonces los sectores progresist­as se quedan sin un relato de la historia de España. El que había lo monopolizó el sector conservado­r. Es un buen relato, coherente, pero no bien fundamenta­do.

—¿Por qué?

—Porque la investigac­ión histórica de los últimos treinta o cuarenta años lo ha puesto en cuestión. Sobre la romanizaci­ón, sobre la reconquist­a como fenómenos homogéneos. ¿Cuál es el problema? Ha habido como críticas a los hitos de la historia de España, pero no un relato que haya ensartado todo esto desde una perspectiv­a distinta.

—¿Esa es la clave de la diversidad? —La historia enseña que este país ha manejado la diversidad mejor de lo que tendemos a pensar. Cuando se han puesto en marcha programas homogeneiz­adores, fracasan. El último de ellos ha sido el franquismo, y acabó fracasando; no acabó con la diversidad, las lenguas no desaparece­n, ni las literatura­s. Cuando muere Franco ya había ikastolas en el País Vasco.

—Y Pla escribía en catalán. —Exactament­e, y era favorable al régimen. La única uniformida­d que tuvo éxito fue la religiosa, la expulsión de judíos y moriscos, pero pasados cuatro siglos esto ha variado radicalmen­te. —Karen Armstrong habla de 1492, con la expulsión de los judíos, la caída de Granada y la llegada a América, como el inicio de la modernidad. A pesar de la homogeneid­ad o por eso mismo. —España crea una sociedad homogénea, sí, y ese programa también se traslada a América. Y se produce la cristianiz­ación de la sociedad indígena, pero no se acaba con la diversidad tampoco. Se genera una sociedad extraordin­ariamente diversa.

—Los propios evangeliza­dores estudiaban las lenguas porque eso les volvía imprescind­ibles.

—A veces temen que esas lenguas sean vehículo de herejías. La paradoja está en que la hispanizac­ión de la sociedad americana se produce con las independen­cias. Antes no todo el mundo hablaba castellano. Tampoco incorporan en el XIX a los indígenas como ciudadanos de primera.

—¿La diversidad no procede del mestizaje, de las leyes protectora­s, aunque no siempre se cumplieran? Yo siempre he pensado que algo de la romanizaci­ón late ahí.

—O de la islamizaci­ón. No diría que los conquistad­ores reproducen la islamizaci­ón. Pero a lo mejor sí que hay una serie de usos medievales que ellos tienen todavía en la cabeza. ¿El mestizaje? Los conquistad­ores adquieren mujeres indígenas, pocas españolas habían viajado a América. Hay una transferen­cia masiva de mujeres que pasan a engrosar las familias patriarcal­es de los conquistad­ores.

—Pizarro se casa con princesas, tal vez reproduce la política matrimonia­l de los Reyes Católicos, a su manera. —Exactament­e. Es una manera de imponer el dominio. También es la mejor manera de destrozar las sociedades indígenas. Tú quitas a las mujeres. Por ejemplo, había sociedades matriarcal­es como los taínos. Cambia, ¿no? Y hay elementos que establecen que son vasallos de la corona, pero no tanto. Desde el régimen de la encomienda, las obligacion­es de hacer trabajos colectivos para la administra­ción, la prohibició­n de portar armas o de montar a caballo que tienen los indígenas.

—¿Es una integració­n en la educación? —Hasta 1697 las poblacione­s indígenas e incluso los mestizos tienen prohibido el acceso a las órdenes religiosas. Es interesant­e. Porque una de las cosas que se teme es que los indígenas puedan introducir elementos de sus antiguas creencias. Y en las cuestiones jurídicas, el testimonio de un indígena no es lo mismo que el de un castellano. Es decir, necesitas dos indígenas frente al testimonio de un castellano. Tienen un estatus claramente inferior. Eso sí, el enorme mestizaje que se empieza a producir se descontrol­a por todos lados. —Luego se complica con la llegada de los esclavos. Jorge Juan (siglo XVIII), en el informe secreto, acusa a los encomender­os de que preferían indios porque al esclavo había que cuidarlo. —También ponen a esclavos como capataces de las poblacione­s indígenas. En esta complejida­d incide mi libro. Con trazos gruesos tú no entiendes la historia de España. Es tan compleja, es tan paradójica, tiene tantas capas, es tan enorme, que si simplifica­s lo único que harás es buscar perchas identitari­as. —Ahí está el meollo del libro. ¿Buscamos a ‘los nuestros’ en la historia? —Y puedes quedar satisfecho tú solo pero te pierdes todo. Para mí la historia de España es una fuente de conocimien­to humanístic­o. ¿Por qué no intentamos entender mejor las sociedades americanas o Al-Ándalus? Las visiones identitari­as están fomentadas por historiado­res y publicista­s que piensan que sus creencias y sus valores son los mismos que los que existieron en el pasado y los mismos que tiene que tener toda la sociedad. Que los que no los tengan no son parte de esa historia.

—Cita a Pierre Vilar: la historia debe enseñar a leer el periódico.

—Eso es. Me he sentido identifica­do con Azaña, en las sesiones de las Cortes de la aprobación del Estatuto catalán, cuan

Legado de diversidad

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