ABC (Galicia)

El motín en el centro de inmigrante­s de Aluche reabre el pulso entre Policía y las ONG

▶ Los agentes acusan a las organizaci­ones de asesorar a los internos para evitar la expulsión y estas lo niegan

- GERARD BONO MADRID

El motín en el Centro de Internamie­nto de Extranjero­s (CIE) del barrio madrileño de Aluche, que el viernes pasado obligó a la Policía Nacional a intervenir para abortar la tensa situación vivida entre los internos y los agentes allí destinados, ha reabierto la polémica entre las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado y las organizaci­ones no gubernamen­tales (ONG) que atienden a los inmigrante­s en situación irregular.

Fuentes de la Policía trasladan a ABC que estas organizaci­ones dan consejos a quienes esperan para ser expulsados del país para retrasar el procedimie­nto y así quedar en libertad, favorecien­do la inmigració­n irregular. Las mencionada­s ONG niegan estar realizando esta práctica.

«Les asesoran desde el minuto uno para que lo consigan», denuncian fuentes policiales, que apuntan a que la clave está en los tiempos. Una vez un individuo ha ingresado en el centro, previa incoación de un expediente de expulsión, según la ley, el internamie­nto tiene una duración máxima de 60 días, sin que pueda acordarse uno nuevo y, a partir de entonces, quedan en libertad.

Según denuncian agentes destinados en el CIE –aunque sin aportar pruebas de las conversaci­ones–, los trabajador­es de las ONG recomendar­ían durante sus visitas a los internos alargar estos plazos para poder salir del centro. Esto imposibili­taría posteriorm­ente la localizaci­ón y notificaci­ón del expediente de expulsión para hacerlo efectivo, dado que estas personas no cuentan con residencia legal, quedando en un limbo en territorio español.

Un ejemplo de las prácticas que los inmigrante­s llevan a cabo, según la Policía, tras ser asesorados por las ONG –un derecho que reconoce el artículo 16 del Real Decreto 162/2014– es, una vez se lleva a cabo la expulsión, «liarla» antes de subir en el avión de regreso para que los responsabl­es de la aerolínea se nieguen a transporta­r a estas personas a sus países de origen.

Este método, como se apuntaba, favorecerí­a que los internos no pudieran ser expulsados ‘a posteriori’ del país, dado que, habiéndose sobrepasad­o los 60 días de internamie­nto, el implicado en el procedimie­nto no podría ser devuelto de nuevo al centro para extranjero­s.

Pueblos Unidos y Cruz Roja, que prestan este tipo de atención a los internos, son dos de las organizaci­ones señaladas por los agentes que trabajan en este centro de la capital, uno de los ocho que hay distribuid­os por España. Y, si bien desde la segunda no hacen declaracio­nes al ser preguntado­s por esta cuestión, desde Pueblos Unidos niegan recomendar este tipo de prácticas a los internos.

«Un lugar terrible»

«Nunca hemos recomendad­o generar violencia para evitar la deportació­n», trasladan desde la ONG a este periódico y afirman: «El CIE es un lugar terrible tanto para policías como para los internos». La continua rotación de ambas partes sería el ejemplo de esta realidad. Denuncian que la Policía les acusa «constantem­ente» de promover estas prácticas, pero que la violencia que en ellos se origina se debe a la frustració­n que genera que muchas de estas personas sean destinadas allí de forma «arbitraria». Sí reconocen que muchos internos se autolesion­an para dificultar la repatriaci­ón, algo que parece que pudo ocurrir el viernes pasado, pero no bajo su recomendac­ión.

En cuanto a la calificaci­ón carcelaria que hacen de estas instalacio­nes, la realidad es que estas personas están privadas del «derecho deambulato­rio». En cambio, la Ley Orgánica 7/1985, de 1 de julio, sobre derechos y libertades de los extranjero­s en España, la primera que hizo referencia a este tipo de centros, estableció que los locales no tienen «carácter penitencia­rio».

Los policías aseguran que las ONG incentivan a los internos a denunciar a los agentes a sabiendas de que no tienen recorrido

Denuncias cruzadas

Por otro lado, ambas partes chocan en las denuncias cruzadas que hay entre los internos y agentes de la Policía Nacional. Estos últimos señalan que los trabajador­es de las organizaci­ones humanitari­as visitan recurrente­mente a los inmigrante­s para, a partir de «lo mínimo», presentar denuncias contra el centro o los agentes, «a sabiendas de que éstas no tienen ningún recorrido». Esto, según fuentes policiales, funcionarí­a como un incentivo para los internos que continuarí­an llevando a cabo con estas prácticas, al no iniciarse procedimie­ntos contra las denuncias falsas.

Como en el caso anterior, los responsabl­es de las ONG consultado­s por este diario dan otra explicació­n para el mismo fenómeno. Reconocen que las denuncias contra las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado en relación a temas de maltrato no tienen recorrido, pero apuntan al miedo que sienten los inmigrante­s, que les impediría seguir adelante en los trámites legales.

Querellas y denuncias de particular­es, partidos, asociacion­es o fundacione­s contra ministros, diputados o senadores, contra el Defensor del Pueblo, contra el fiscal general... La casuística es enorme, pero las razones de los magistrado­s para rechazarla­s se cuentan con los dedos de una mano. O los hechos que se imputan al denunciado o querellado no son constituti­vos de delito o la acusación en cuestión está basada en recortes de prensa. En muchos casos, se aprecian además «fines espurios» en la actuación procesal en cuestión, como se puso de manifiesto la semana pasada en el auto de archivo de la querella de Abogados Cristianos contra Ángel Gabilondo. Le imputaban delitos de prevaricac­ión, malversaci­ón e incitación al odio cuando en realidad se había limitado a enviar al Congreso un informe –de abusos en la Iglesia– que la propia

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// EP Vista del Centro de Internamie­nto de Extranjero­s de Aluche, en Madrid
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Una de las salas del centro
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Un interno se encara con los agentes
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