ABC (Galicia)

Fernando Aramburu

▶El autor relata en ‘El niño’ la tragedia de Ortuella, en la que cincuenta niños de entre 5 y 6 años perdieron la vida en una explosión de gas

- BRUNO PARDO PORTO MADRID

Escritor

Ya es primavera y Fernando Aramburu vuelve a publicar novela y a lucir sus camisas floridas. Es un hombre sereno, y por tanto feliz: habita la escritura desde Alemania, pero su literatura apenas se ha movido de sus raíces. En ‘El niño’ (Tusquets) recupera una historia real y trágica. El 23 de octubre de 1980, en Ortuella, cincuenta niños de entre 5 y 6 años murieron en una explosión de gas propano en la escuela. Fue un accidente fortuito, sin culpables, pero con cientos de víctimas. —Este es un texto muy limpio, muy depurado, casi no hay adjetivos. ¿Es una forma de respeto a las víctimas?

—La historia me obligaba a un estilo más bien sucinto, sin coquetería­s, pero es complicado. A mí me resultaría mucho más fácil escribir complejo o barroco o intrincado. Aquí no me permito ni una coma de más, ni un adjetivo superficia­l. Todo debe ser magro. Todo sustancia. El habla de los personajes es muy cercana a la que estoy acostumbra­do desde mi niñez: un habla poco florida, que va al grano.

—En el libro recuerda cómo fue la cobertura mediática del caso. Los periódicos mostraron en portada los cadáveres de varios niños. —Entonces no había un código deontológi­co, así que cuando ocurría un accidente o un atentado, el fotógrafo de turno iba al lugar de los hechos y hacía su trabajo: es decir, ponía la cámara y fotografia­ba lo que tenía delante. Y al día siguiente los periódicos publicaban las fotos con cadáveres ensangrent­ados. En el caso de Ortuella fue lo que ocurrió. Por fortuna, hoy día esto sería impensable. Hoy se protege a las víctimas, y más a la infancia. Y es mejor así. No es grato para los familiares y amigos de una víctima que expongan a su ser querido destrozado, a disposició­n de la curiosidad o del morbo de toda una nación. El respeto es un buen criterio periodísti­co. —Lleva décadas fuera del País Vasco, pero su literatura sigue allí. ¿Se escribe mejor desde la distancia?

—No lo sé, porque yo escribo desde la única perspectiv­a de que dispongo. Además,

esto que llamamos distancia hoy día es algo muy relativo, puesto que está anulada por la existencia de internet. Yo no puedo ir al bar de la esquina, pero sí leer los periódicos locales, ver el telediario, los partidos de fútbol. Más que distancia es ausencia. Sí, yo escribo desde la ausencia. Y eso sí que proporcion­a una perspectiv­a particular que es propicia a la reflexión serena. Por ejemplo, es muy interesant­e leer noticias sobre España en la prensa alemana, porque uno percibe cómo nos ven. Y esto a veces ayuda a abrir los ojos.

—¿Y cómo nos ven?

—Pues nos ven poco, porque realmente no generamos muchas noticias, salvo en el ámbito del deporte.

—Por cierto, ¿le preocupa la actualidad política del País Vasco?

—No me preocupa, más bien me interesa: me interesa estar informado, saber los resultados habrá en los próximos comicios. Pero no me preocupa como me preocupaba antes, cuando teníamos que soportar aquel goteo incesante de atentados. Es muy triste que tu tierra natal un grupo se dedique a liquidar semejantes por el hecho de que tienen unas concepcion­es políticas distintas. Eso me preocupaba y me indignaba. Pero ahora veo que hay unos comicios perfectame­nte razonables, de los cuales saldrá un próximo Gobierno y a otra cosa mariposa. —Venía de una sátira ácida como ‘Hijos de la fábula’, y se presenta ahora con un drama intenso.

—Para mí es mucho más difícil escribir novelas con ingredient­es humorístic­os. Es más fácil conmover que hacer reír o sonreír. Y sin embargo la crítica es mucho más severa con las obras que contienen ingredient­es humorístic­os que con las dramáticas.

—Es un escritor muy prolífico.

Un ejercicio de estilo

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// GUILLERMO NAVARRO El escritor Fernando Aramburu

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