El sujeto de Schrödinger
Los actos, para el PSOE, hay un instante en que son simultáneamente buenos y malos
A Lmodo del gato de Schrödinger, que estaba vivo y muerto a la vez por un momento, los actos, para el PSOE, hay un instante en que son simultáneamente buenos y malos. Ocurre durante un nanosegundo o dos, de manera casi imperceptible, en lo que tardan en descubrir quién los comete. Si tuviésemos que enunciarlo como un experimento mental, como hizo en 1935 el austríaco, podríamos decir algo como que si se introdujese a un individuo en una caja opaca y, sobre esta, se imprimiese la descripción de lo ocurrido, de manera que quien la observa no pueda saber de quién se trata hasta el momento de abrirla, para un socialista habrá un momento de superposición cuántica en el que la acción llevada a cabo es buena y mala al mismo tiempo, justo hasta la observación del sujeto que será cuando se concrete el juicio moral. ¿Me siguen? Pondré un ejemplo.
Imaginen que tenemos a Diana Morant, es un poner, frente a una caja, opaca y sellada, en la que se puede leer, en una tipografía cualquiera (excepto cómic sans, por favor), lo siguiente: «Sentenciado por violencia contra la mujer». Dentro de la caja podría estar Jesús Eguiguren o podría estar Carlos Flores Juderías, pero Morant no tiene ni idea. Así que, para ella, mantener en un cargo público a alguien que ha cumplido condena por violencia contra la mujer es inaceptable y aceptable al mismo tiempo durante un instante. Justo lo que tarda en abrirse la caja y que salga de ella Jesús Eguiguren, presidente del PSOE en Euskadi durante doce años con posterioridad a su sentencia, que recibirá incluso el reconocimiento público en la actualidad del expresidente Zapatero.
Otro ejemplo ilustrativo: frente a la caja, quien está ahora es María Jesús Montero y, en ella (en la caja, no en Chiqui), lo que figura escrito es «personaje ajeno a la vida pública utilizado en el rifirrafe político». En la caja podría estar el hermano de Isabel Díaz Ayuso, su novio, el hermano de Ximo Puig o la mujer de Pedro Sánchez. Hasta el padre de Pablo Iglesias podría estar. Para Montero, no todo vale y todo vale por un segundo, deberíamos dejar a los familiares fuera y dentro del enfrentamiento y, de involucrarlos, estaríamos siendo justos e injustos. Todo a la vez. Pero solo hasta que se abre la caja y aparece Begoña Gómez, que entonces las acusaciones hay que medirlas bien porque, muchas veces, cuando queremos hacer demagogia y populismo con estas cosas, acabamos todos perjudicados. No así si el aparecido fuera el hermano de Ayuso, que entonces tendría la presidenta de la Comunidad de Madrid que dar explicaciones por un caso archivado por la Fiscalía. O el novio, que entonces se justificaría hasta la filtración de información sobre un ciudadano anónimo.
El experimento se puede realizar casi con cualquier tema de actualidad: cargos a familiares y amigos, desvío de fondos, medios afines, subvenciones, pactos políticos, mofarse del aspecto físico o el atuendo de alguien. No es una paradoja, ni mecánica cuántica. Es la magia de la superioridad moral de la izquierda.