El último bastión: Iglesias vuelve para frenar la extinción de Podemos
▶ Intenta cortocircuitar la conexión Bildu-PNV y ganarle la batalla a Sumar en el País Vasco
Todos buscan golpes de efecto en las campañas electorales y en esta ocasión el revulsivo de Podemos no es otro que su exvicepresidente del Gobierno, Pablo Iglesias. No tiene el dudoso honor de ser un jarrón chino, pero digamos que es a Podemos lo que Zapatero al PSOE o lo que Aznar al PP. La apelación a las esencias que retumba en el pecho de un votante amodorrado por un espacio que no le apela y que solo espabila con ecos de tiempos pasados. Su presencia busca salvar el último bastión de Podemos en un territorio donde en las elecciones generales de 2016 fueron los más votados en sus tres provincias y hoy están siendo devorados por Bildu.
Paradojas de la vida política. Iglesias irrumpe ahora como la estrella en el ecuador de la campaña de Podemos en el País Vasco a pesar de que en los comicios de hace cuatro años, en 2020, el partido limitó su presencia en la recta final de los actos electorales al estar investigado en el caso Dina. De aquella, un sector de la sucursal autonómica le llegó a responsabilizar de los malos resultados de una inexperta candidata a lendakari llamada Miren Gorrotxategi. La misma que repite para la próxima semana, pero que ahora tiene que competir con Alba García (Sumar) por un mismo caladero de votantes.
Iglesias estará hoy con ella en el palacio de congresos Bizkaia AretoaUPV/EHU con la dificultad añadida de que tienen que completar el aforo después de que todo Bilbao saliera ayer de fiesta a celebrar que la gabarra navegó por el Nervión con la Copa del Rey que el Athletic trajo a la ciudad después de 40 años. Ione Belarra e Irene Montero, líder del partido y número dos, acompañarán también a su candidata mañana en San Sebastián. Arreón final del núcleo duro y con todas las encuestas en contra.
El exvicepresidente del Gobierno lleva sin participar en una campaña electoral de Podemos desde el año pasado en la cita de mayo. En las gallegas de hace dos meses se limitó a aparecer en un vídeo con la candidata Isabel Faraldo pero sin protagonismo en mítines. En Galicia no se jugaban nada ni aspiraban a tenerlo. En Cataluña el partido ha decidido no concurrir. Su histórica dependencia respecto a los comunes de Ada Colau los dejó allí sin la estructura mínima para armar una campaña electoral. Los recursos ya no son infinitos y hay que seleccionar las batallas. Pero el País Vasco es otro asunto. En las elecciones autonómicas de 2016 demostraron que podían reducir el espacio de Bildu, aunque empeoraron votos con respecto a las generales y lograron once escaños. Luego, en 2020 el desgaste de Podemos hizo efecto y el independentismo ‘abertzale’ les comió la tostada dejando al partido con seis diputados.
La coalición Elkarrekin PodemosAlianza Verde se juega el 21-A mantenerlos. Siendo el País Vasco uno de los territorios más fuertes de Podemos, que después de la ruptura con Sumar y las elecciones autonómicas del año pasado está en sus horas más bajas con cuatro diputados en el Congreso y apenas una quincena de regionales diseminados por todo el país. Gorrotxategi tendrá que demostrar que su proyecto es más útil que el Sumar de la vicepresidenta segunda del Gobierno, Yolanda Díaz. El plebiscito vasco de la izquierda alternativa al PSOE que se mira en el espejo roto de las gallegas, en el que ambos fracasaron con estrépito.
Nunca se fue
Iglesias nunca se ha ido del todo. Selecciona las batallas. Ayer ya calentaba en redes sociales escribiendo que, para echar al PNV del ejecutivo vasco, el voto tiene que ir a Podemos. Eso le costó un encontronazo con Oskar Matute, diputado de Bildu en el Congreso. Los dos tienen una buena relación y han trabajado mucho en política a nivel nacional, de hecho, fue gracias al bloque de diputados independentista que configuró Iglesias para investir presidente a Sánchez cuando el PSOE empezó a dar carta de naturaleza como socio a una coalición vasca que integra a Sortu, el partido heredero de la ilegalizada Batasuna, extinto brazo político de la banda terrorista ETA. «Con todo el cariño, que te consta: todos asumen ya que la única izquierda que puede ganar las elecciones en el País Vasco y liderar el cambio político es EH Bildu. La izquierda que suma y no resta. Lo que puede facilitar que gobierne el PNV es la división del voto. Unidad!», le respondió Oskar Matute a Pablo Iglesias.
El nulo arraigo territorial de Sumar, así como la debilidad de Podemos Euskadi, provocan que Bildu fagocite a esta izquierda no independentista y alternativa al PSOE. El Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) determinó antes de ayer que Bildu será el más votado con hasta un 35% de los sufragios y se impondrían por primera vez al PNV.
El nuevo crecimiento de Bildu tiene una parte de su explicación en el retroceso de lo que fue el espacio de Podemos. Un votante que hace no mucho elegía formaciones defensoras de la autodeterminación pero no abiertamente independentistas. Podemos aspira a sacar un 3,1%-3,2% de los votos y, aunque hay una mejora respecto a la encuesta anterior del CIS, apenas están dos décimas por encima del umbral de representación. En cambio, Sumar pasó de aspirar a un 3,7% a moverse entre un 3,1% y 3,6%. Más allá de la representación, esa batalla también importa. Un Sumar por detrás de Podemos sería un varapalo para Yolanda Díaz.
Iglesias irrumpe en campaña para tratar de cortocircuitar la dinámica de un clima que no obvia, por expreso deseo de Bildu, la posibilidad del entendimiento con el PNV. «Oskar, con cariño y respeto, pensar que se puede construir el futuro nacional vasco con el PNV es no querer ver su rol crucial en la sostenibilidad histórica del bloque de poder español. Podemos puso en jaque a ese bloque y sigue siendo una pieza ineludible y distinta a vosotros», le respondió Iglesias a Matute. Hay un 30% de indecisos. El fundador de Podemos siempre defendió la alianza con ERC y Bildu como eje de acción frente a las expresiones de la derecha nacionalista en Cataluña y País Vasco. Y una derivada: Iglesias agita el avispero que rompa al PNV. Con las impredecibles consecuencias que eso tiene.