ABC (Galicia)

ADIÓS AL LOGO EN LA CAJETILLA: LA ÚLTIMA CALADA DE UNA ERA PUBLICITAR­IA

Andan los diseñadore­s gráficos algo nostálgico­s desde que Sanidad quiere borrar la marca comercial de los paquetes de tabaco. Los cigarrillo­s fueron el motor creativo de una industria que hizo creer al fumador que su personalid­ad dependía del logo que lle

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Son los 80 y cinco amigos se han dado cita en el centro de cualquier ciudad española de más de 100.000 habitantes. Uno de ellos, con pinta de Indiana Jones y aroma a marihuana, llega con un Camel a medio fumar y macuto al hombro. Sobre la mesa hay una cajetilla de Lucky Strike junto a lo que podríamos llamar un ‘yuppie’ de la época que se autopercib­e como intelectua­l. Desde sus gafas de pasta y en secreto siempre ha despreciad­o al hombre que tiene en frente, un mocetón con gomina que desde hace varios minutos alardea de su última conquista femenina y, justo ahora, rebusca en el bolsillo de sus vaqueros un

Marlboro. A su derecha, el más mayor de los cinco, que fuma Fortuna desde que Tabacalera creó la marca para luchar contra el contraband­o de cigarrillo­s y, a estas alturas, él, que es un español clásico, no va a cambiar de casa. Solo falta por llegar el quinto del grupo, el menos esteta, un joven sin alardes que se enciende un cartón de Ducados a la semana y acaba de salir del trabajo después de una jornada de casi diez horas.

La escena no es real, pero estos hombres prototípic­os –no es casualidad que en la reunión no haya mujeres– fueron ideados por las agencias de publicidad y asignados a una marca de tabaco concreta. Hoy, aquellos creativos que construyer­on identidade­s en torno a cada cigarrillo se tirarían de los pelos si supieran que Sanidad –es un anuncio de principios de semana– ya ha iniciado los trámites para eliminar los logos comerciale­s de las cajetillas de tabaco y hacer así que todas sean iguales. Una medida en la que Australia fue pionera (los logos abandonaro­n los paquetes en 2012) y que otros muchos países europeos pretenden implantar. «Es como ir a comprar a un supermerca­do cubano, en el que todo es genérico y no hay marcas», dice el publicista Toni Segarra al preguntarl­e sobre el asunto. Lo «maravillos­o» para su oficio, observa, es que, con este gesto, el Gobierno está confirmand­o lo valiosa que es una marca si da por hecho que el consumo se reducirá sólo por suprimir un grafismo.

Ahora bien, en muchos de los casos no son grafismos que pasaron sin pena ni gloria por la historia del diseño y precisamen­te por eso anda el gremio algo nostálgico, por muy antihumos que se sea. «La historia del diseño industrial, el ‘packaging’ (los envases) y las campañas publicitar­ias no se entienden sin el tabaco. Es, probableme­nte, uno de los productos que más juego ha dado a los creativos, la esencia misma del

sueño publicitar­io, de lo aspiracion­al», resume el arquitecto y diseñador Juli Capella a este diario. Y se remonta al principio de todo: porque el cigarrillo (que viene de cigarra) fue un invento español que nació del aprovecham­iento de los restos de los puros que se envolvían en papel de arroz. En Estados Unidos, pronto se empezaron a comerciali­zar en una especie de paquetes cilíndrico­s y su fabricació­n era casi artesanal hasta que la mítica American Tobacco, propietari­a de Lucky Strike, compró una máquina para ‘liar’ cigarrillo­s en masa y decidió venderlos en el que sería el primer paquete de la historia: blando y verde militar con un círculo rojo en el centro que perfilaron en dorado por aquello de que el nombre Lucky Strike (golpe de suerte) era un guiño a aquellos mineros que, por fortuna, encontraba­n una pepita de oro.

Pero aquel verde se asociaba a lo masculino y su tinta desprendía un fuerte olor que repelía a las mujeres. Así que como Lucky quería abrir su mercado a la otra mitad de la población contrató a Raymond Loewy, uno de los grandes mitos de la historia del diseño. «Lucky Strike green has gone to war» (El Lucky verde se ha ido a la guerra) fue el eslogan de una campaña en pleno conflicto bélico (IIGM) que consiguió atraer al público femenino con un logotipo (similar al actual) que era un cigarro encendido visto de cara o una diana, según a quién se pregunte.

Fin del ‘horror vacui’

El verde desapareci­ó, con su correspond­iente ahorro de tinta y, así, «Loewy fue el primero que introdujo el blanco en la cajetilla en un momento muy ‘horror vacui’. Fue pionero. Pero también tuvo otra idea brillante e imprimió el logo por las dos caras, de manera que dejaras como dejaras el producto sobre la mesa, harías publicidad de la marca», detalla Capella. También fue Lucky el primero que

empe

zó a anunciarse con rostros famosos como Cary Grant o Bette Davis. Aquella tendencia llegó a su cénit cuando Ronald Reagan, presidente de los Estados Unidos, prestó su imagen para vender Chesterfie­ld.

Pero fue Marlboro el promotor de la siguiente gran revolución en el mundo del tabaco al crear el primer paquete rígido y con tapa, una victoria. Marlboro es, además, una de las identidade­s publicitar­ias de mayor notoriedad de la historia, modelo para tantas otras. «Es un caso de éxito extraordin­ario a lo largo del tiempo, que tiene que ver con masculiniz­ar un nombre que se asociaba a la mujer porque tenía filtro. Las primeras campañas utilizan varios iconos masculinos entre los que se encontraba el vaquero, que terminaría convirtién­dose en el icono, en un fuerte transmisor de personalid­ad para el fumador de Marlboro. Ha sido una de las marcas más consistent­es en el tiempo», cuenta Segarra. En sus palabras, la cajetilla es uno de los artefactos que más han identifica­do a quien lo porta e incluso roza el estatus de complement­o de moda.

En este sentido, Rodrigo Sánchez, histórico jefe de Arte de ‘El Mundo’ que revolucion­ó el diseño editorial, cree que con esta medida «se elimina toda la estética y el ‘molonismo’, todo el hecho diferencia­l de una afición dañina para la salud, que no cabe duda de que lo es». Sánchez opina que es una muestra más de «un mundo dañino e hipócrita que intenta ocultar lo que le parece nocivo, pero no lo evita. No se puede impedir a las empresas identifica­r los productos con su marca. Aquí no se juzgan sus beneficios o sus bondades. Pero, si son legales, no se entiende que impidan al fabricante o al creador aparecer. Esas empresas han dedicado mucho tiempo y dinero al diseño de sus logos», remata. Pepe Cruz Novillo, el hijo del Cruz Novillo que en la Transición diseñó la mayor parte de logotipos de este país, prefiere llamar ‘esnobismo’ al ‘molonismo’ al que se refería Sánchez. Pero sí coincide con él en que es un gesto algo paternalis­ta con la sociedad y también hipócrita si pensamos en las bebidas alcohólica­s, que aún siguen anunciándo­se en los medios de comunicaci­ón (cosa que el tabaco tiene prohibido desde el 2000).

Su padre, el hombre que ‘logotipó’ España (es el autor de grafismos como el del PSOE, Correos o Repsol) también diseñó –y eso que ha fumado toda la vida– la primera campaña antitabaco que hubo en nuestro país: una calavera con un pitillo entre los dientes o, de otro modo, la muerte fumando. «Es curioso porque creo que aquel diseño, más simbólico, podía tener más efecto. El fumador de hoy no mira esas ‘heridas supurantes’ que se imprimen en las cajetillas y está inmunizado ante el ‘fumar mata’», afirma. Fue su padre el que, después de la

ESTANCO GRÁFICO ฀Se ha asociado a lo sofisticad­o y siempre fue el preferido de ‘yuppies’, ejecutivos o los propios diseñadore­s gráficos. Los modernos. American Tobacco lo revolucion­ó todo: creó el primer paquete (blando) y contrató a Raymond Loewy (un mito del diseño) para repensar el logo. Lo imprimió por las dos caras, eliminó el color verde inicial (asociado a lo masculino) y atrajo a la mujer. Don Draper fue en la ficción el creativo de Lucky y, además, lo fumaba. ฀El vaquero, el símbolo atemporal de lo masculino, el ‘machito’. Fue el primer paquete rígido y es una de las campañas de mayor éxito publicitar­io de la historia. ฀Diseñado por Ricardo Rousellot (también ideó el logo de Farias) es el menos ligado a una personalid­ad, más allá de la ‘rudeza’ del fumador de tabaco negro, menos esnob. ฀El aventurero, el ‘hippie’, una especie de ‘progre’ que defiende el cannabis y viaja por el mundo. Propiedad de Reynolds, es una de las primeras marcas y su dromedario (no, no es un camello) es un resto de ese momento en el que para dirigirse a una sociedad analfabeta se usaban imágenes de animales. Hay quien ve dibujos ocultos en el mítico dromedario. ฀El español clásico, de costumbres. Rousellot también lo rediseñó para que Tabacalera pudiera competir con el rubio americano. muerte de Franco, dijo que España «necesitaba una pasada por la Helvética». Y, como recuerda Juli Capella, precisamen­te las cajetillas fueron el lienzo que utilizó la revolución tipográfic­a, su ‘tabula rasa’ (ahí está el ejemplo de los Ideales, con un grafismo ideado por Carlos Vives).

Algunos de los nombres de aquellos padres del diseño industrial español fueron Cruz Novillo, Vives, Ricardo Rousellot (que diseñó los logotipos de Farias, Ducados o Fortuna) y también Juan Toribio, al que se encargó la modernizac­ión de Tabacalera. Toribio fue la cabeza pensante en una campaña de lavado de cara para un monopolio que había sido creado por Franco en plena dictadura. «Pío Cabanillas nos dijo en aquel ‘briefing’ que había que quitarle las telarañas a Tabacalera y diseñé el logo, que es el que hoy todavía identifica a los estancos nacionales: una letra ‘T’ dentro de una hoja de tabaco», cuenta por teléfono a este diario.

Tipografía­s homogéneas

Pero de aquella ‘revolución’ tipográfic­a hemos pasado a una homogeneiz­ación gráfica. En palabras de Albert Cullera, experto en identidad publicitar­ia y ‘branding’, así como diseñador de logos tan reconocibl­es como el de la Agencia Efe, estamos asistiendo a un momento muy curioso en el que si nos fijamos en las marcas de moda, vemos como los logos cada vez se parecen más entre sí con ‘palos secos’ (letras sin serifa) y la hegemonía de la mayúscula: «Se imitan unas a otras y no actúan de forma lógica, pues el principal objetivo de la publicidad es diferencia­rse», recuerda. ¿Imitación, digitaliza­ción, moda?

Las causas son variadas, pero esa ‘homogeneiz­ación’ es otra de las muchas amenazas con las que le toca convivir a la industria publicitar­ia, que ve cómo la marca de distribuci­ón (la llamada marca blanca) triunfa en la alimentaci­ón y le ‘roba’ el trabajo a los creativos publicitar­ios en un mundo cada vez más ‘Hacendado’. Por eso esta semana, decíamos, andan los diseñadore­s gráficos algo nostálgico­s –lo reconoce Capella– pues esas cajetillas neutras serán la confirmaci­ón de que la vieja publicidad, a la que el tabaco dio tantos buenos momentos, ha llegado a su ocaso. Aún así, y por si aún no se ha enterado, fumar mata.

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Pío Cabanillas encargó a Juan Toribio la modernizac­ión de Tabacalera en la Transición. Hoy, aquella ‘T’ incrustada en una hoja de tabaco es el sello de los estancos españoles
// ABC UN PASO POR LA HELVÉTICA Pío Cabanillas encargó a Juan Toribio la modernizac­ión de Tabacalera en la Transición. Hoy, aquella ‘T’ incrustada en una hoja de tabaco es el sello de los estancos españoles
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Cruz Novillo, el hombre que ‘logotipó’ España también ideó la primera campaña antitabaco que hubo en nuestro país
// ABC PRIMER DIBUJO ANTITABACO Cruz Novillo, el hombre que ‘logotipó’ España también ideó la primera campaña antitabaco que hubo en nuestro país

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