ABC (Galicia)

Zaplana, del todo a la nada

▶Al exministro y expresiden­te valenciano, figura clave del inicio de la época dorada del PP, le piden 19 años de cárcel

- TONI JIMÉNEZ VALENCIA

A principios de los noventa, el entonces líder de los populares José María Aznar encargó al joven Eduardo Zaplana la reorganiza­ción de un PP valenciano asentado en la oposición. La revolución se inició en Benidorm y tuvo su clímax mucho antes de que unos enigmático­s papeles, encontrado­s por casualidad, obligaran a abrir el caso Erial. En la capital del turismo empezó a formarse un mito que solo la presunta existencia de una fortuna oculta en el extranjero, procedente de comisiones ilegales, hizo caer tres décadas después. El voto a favor de una tránsfuga del PSOE convirtió a Zaplana en alcalde de la localidad alicantina en 1991. Cuatro años después, el cartagener­o ya era presidente autonómico. El ‘pacto del pollo’ con los regionalis­tas de Unión Valenciana –se cerró en el despacho de un empresario del sector avícola– le aupó a la Generalita­t y abrió una etapa de veinte años de hegemonía del PP en una tierra hasta entonces gobernada por los socialista­s. Zaplana convirtió a su partido en una fuerza capaz de aglutinar votos a todos lados y fagocitar a su socio. En 1999, consiguió la mayoría absoluta.

El zaplanismo supo canalizar el sentimient­o de agravio de los valenciano­s frente a otros territorio­s. Su líder, un hombre impecable –y bronceado– de gustos caros, se ganó a sus fieles. Para muchos, como se ha reflejado estos días en la Audiencia de Valencia, era el ‘jefe’. Un «campeón», como se refería a él el cantante Julio Iglesias, a quien convirtió en embajador de la Comunidad Valenciana por unos cuantos millones de euros. La estructura autonómica estaba a los pies de un liberal que se hizo con el control mediático –según la leyenda, los cámaras de la extinta Canal 9 tenían orden de grabar su perfil bueno, el derecho– y modificó la ley para colocar a afines en los consejos de administra­ción de Bancaixa y la CAM. Eduardo Zaplana es el padre de la sanidad concertada y el artífice de grandes proyectos, como Terra Mítica, que se convirtier­on en una sangría para las arcas públicas. Entre partidas de pádel, Aznar le pidió que fuese su ministro de Trabajo y Asuntos Sociales en 2002. Fue también portavoz del Gobierno. En el Palau de la Generalita­t se quedó José Luis Olivas –otro acusado en Erial– guardándol­e el sillón al elegido como sucesor, Francisco Camps, convertido más tarde en su principal adversario político. Él y otras figuras del PP, como Rita Barberá, se acabarían revolviend­o contra la tutela que estaba llevando a cabo desde Madrid. En 2008 dejó la política y fichó por Telefónica. Su relación laboral con la empresa provocó que los investigad­ores de Erial nunca le llegaran a pinchar el teléfono para evitar que alguien de la compañía le filtrara que la UCO le seguía la pista, según ha sabido ABC. La sombra de la corrupción planeó sobre él sin perjudicar su promoción. «Me tengo que hacer rico porque estoy arruinado», le dijo en 1990 a un edil imputado en el caso Naseiro durante unas escuchas telefónica­s que fueron anuladas. Pero esa aureola de inmunidad se esfumó el 22 de mayo de 2018, día en el que –tras ser detenido– los suyos empezaron a negarle y el PP lo expulsó del partido. Pasó nueve meses en prisión provisiona­l, mientras era tratado de la leucemia que padece, bajo fuertes críticas a la magistrada que lo mantenía entre rejas.

El último en negarle fue su amigo íntimo el pasado miércoles ante el juez. Joaquín Barceló, ‘Pachano’, se presentó en el juicio de Erial como el testaferro de Eduardo Zaplana, apuntaland­o la acusación de la Fiscalía, presumible­mente tras alcanzar un acuerdo de conformida­d algunos de los quince encausados. El exministro se había erigido, la jornada anterior en la misma sala de vistas, como un mero mediador en los negocios de su círculo íntimo. Pero Anticorrup­ción sostiene que se concertó con Juan Cotino, el exdirector general de la Policía ya fallecido, para amañar la adjudicaci­ón de las estaciones de ITV (1997) y los parques eólicos (2003) de la Generalita­t. Un grupo empresaria­l de la familia Cotino ganó varios lotes de ambos concursos públicos y años después vendieron sus participac­iones por un total de 86,5 millones de euros. Zaplana habría recibido más de diez a través de sociedades de Luxemburgo o Panamá y cuentas en Andorra, que habría retornado a España, por ejemplo, mediante inversione­s inmobiliar­ias. Su nombre no figura en ningún papel.

En las filas del PP, el ‘zaplanismo’ ya no existe como facción política. Siguen con preocupaci­ón el ocaso de quien fue su líder, mientras la izquierda le señala como ‘padrino’ del actual presidente de la Generalita­t, Carlos Mazón, pues tuvo su primer cargo público como director general del Instituto Valenciano de la Juventud. Los días de vino y rosas y de plazas de toros a reventar quedaron atrás. A su llegada el martes a los juzgados, entre una nube de cámaras, quien lo fue todo recibió un baño de realidad cuando una mujer, indignada al ver que no respetaba la fila de entrada, le espetó: «Haz la cola».

Anticorrup­ción le acusa de ocultar una fortuna millonaria en el extranjero procedente de mordidas por adjudicaci­ones amañadas

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// MIKEL PONCE José Luis Olivas y Eduardo Zaplana, en el centro, en la inauguraci­ón del Museo de las Ciencias en el 2000

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