El aborto en EE.UU.: pesadilla electoral para Trump, oxígeno para Biden
▶A siete meses de las presidenciales, las restricciones a la interrupción del embarazo serán decisivas en las urnas
«Esto será malo para los republicanos». Esa fue la reacción que tuvo Donald Trump en junio de 2022 cuando conoció la sentencia del Tribunal Supremo que tumbó las protecciones federales en el acceso al aborto, vigentes en EE.UU. desde la década de 1970, y convirtió su regulación en un asunto estatal. Es la opinión que expresó de puertas adentro, a sus amigos cercanos, según reveló Maggie Haberman, de ‘The New York Times’, una de las periodistas que mejor conoce las interioridades del expresidente.
De puertas afuera, Trump celebró la sentencia histórica, que permitió de forma inmediata la aprobación de decenas de leyes estatales con prohibiciones o restricciones amplias al aborto.
Era la consecuencia natural de su decisión de reforzar la mayoría conservadora en el Supremo con el nombramiento de tres jueces de esa línea ideológica. Y el cumplimiento de sus promesas con el electorado conservador: muchos le apoyaron para la presidencia en 2016 porque colocaría ese tipo de magistrados. El olfato político de Trump no le falló: en las elecciones legislativas de noviembre de aquel año los republicanos obtuvieron un resultado por debajo de lo esperado. Recuperaron la mayoría en Cámara de Representantes por un margen mucho menor de lo que se anticipaba y los demócratas mantuvieron y ampliaron su mayoría en el Senado.
Poco después de aquellas elecciones de 2022, Trump reconoció en un mitin que la revocación por parte del Supremo de la sentencia ‘Roe v. Wade’, la que estableció las protecciones para el aborto en 1973, «nos ha supuesto un coste político». Ahora teme que el aborto vuelva a beneficiar a los demócratas. Pero con una diferencia: el gran perjudicado sería él, que se juega recuperar las llaves de la Casa Blanca el próximo noviembre.
Próximas batallas
Quedan menos de siete meses para las presidenciales y Trump es, a día de hoy, favorito en la elección. El acumulado de encuestas de ‘RealClearPolitics’ le da una ventaja mínima frente al que será su rival, el actual presidente, Joe Biden. Y muchos sondeos muestran que el candidato republicano tiene más fortaleza en los estados bisagra, la media docena de batallas electorales donde las fuerzas están muy parejas y donde se deciden las elecciones.
Pese a tener una base leal de votantes, Trump es un candidato impopular para la mayoría del electorado. Pero tiene enfrente a un presidente todavía más impopular que él, lastrado por una sensación de que, camino de los 82 años, es demasiado mayor para repetir en el cargo.
Una de las escasas cartas electorales que tiene Biden es el aborto. Desde la revocación de ‘Roe v. Wade’, el asunto se ha convertido en un movilizador evidente del voto progresista y ha ganado batallas importantes incluso en estados conservadores. Ocurrió en Kansas y en Kentucky, estados de fuerte implantación republicana, donde salieron adelante referéndums sobre protección del derecho al aborto.
Desde los sectores más conservadores de los republicanos, se ha discutido en los últimos meses la posibilidad de impulsar una limitación del aborto –por ejemplo, la prohibición pasadas las 15 semanas de gestación– a nivel federal. En esencia, la sentencia del Supremo que tumbó ‘Roe v. Wade’ impuso que la regulación del aborto es una potestad de los estados, lo que permitió a muchos estados imponer restricciones o prohibiciones. Pero eso no es suficiente para algunos.
Trump ha mantenido hasta ahora una posición ambivalente al respecto, lo que ha permitido a los demócratas mantener el mensaje de que el expresidente apoyará un veto nacional al aborto si vuelve a La Casa Blanca.
Movilización demócrata
Trump ha entendido que el aborto es un salvavidas electoral para Biden y esta semana buscó tratar de sacar el asunto del centro de la batalla electoral. Pronunció un discurso en el que, al mismo tiempo que sacaba pecho por la sentencia del Supremo, rechazaba de forma expresa una regulación restrictiva nacional sobre el aborto y defendía que es una cuestión que debe estar en manos de los estados.
Era un intento de tranquilizar al votante republicano moderado, en especial, a las mujeres de zonas suburbanas, y de hacer entender a los conservadores que una posición demasiado
fuerte en el aborto puede acabar con cuatro años más de Biden, además de hacer perder escaños en la renovación del Congreso. Sabe que esa postura enerva a los sectores más conservadores, pero esos nunca se irán con Biden. El expresidente dijo a los republicanos que, en el aborto, «debéis seguir lo que os dicte el corazón. Pero acordaos de que también tenéis que ganar elecciones para poder recuperar nuestra cultura y salvar nuestro país».
Estados bisagra
El intento de Trump de apagar la movilización demócrata saltó por los aires al día siguiente: el Tribunal Supremo de Arizona determinaba la entrada en vigor de una ley de 1864 que establece una prohibición casi completa del aborto en el estado. Arizona es uno de esos estados bisagra, donde Biden se impuso a Trump en 2020 por solo 11.000 votos y que volverá a ser decisivo este noviembre. La prohibición determinada por el Supremo estatal es consecuencia de la revocación ‘Roe v. Wade’ y de la negativa de la Asamblea Legislativa estatal, dominada por la mínima por republicanos, de repeler la ley de mediados del siglo XIX.
Lo sucedido en Arizona supuso un terremoto político esta semana en EE.UU. y es la mejor demostración de que el aborto puede ser una pesadilla electoral para Trump y los republicanos. Se sumaba a otra decisión judicial similar: esta vez en Florida, que permitía la entrada en vigor de una prohibición de los abortos tras seis semanas de gestación. Y también a una sentencia en Alabama del pasado febrero que establecía que los embriones que se utilizan en la fecundación in vitro –una práctica muy popular, también en el electorado republicano– deben tener la misma protección que los menores.
Trump buscó controlar la situación tras la bomba que estalló en Arizona. Al día siguiente de conocerse, dijo que la ley que entrará en vigor «va demasiado lejos» y que «se cambiará», al igual que la de Florida. E insistió en que no apoyará una restricción nacional. Al mismo tiempo, varios candidatos republicanos que se juegan elecciones importantes en otoño y que han mantenido posiciones duras sobre aborto –como Kari Lake, la candidata al Senado en Arizona– han moderado su posición.
Pero los demócratas han mordido ese hueso y no lo van a soltar hasta noviembre. «Debemos entender de quién es la culpa», dijo este viernes la vicepresidenta Kamala Harris, convertida en la cara de los derechos reproductivos de la campaña de Biden, en un discurso en Tucson, Arizona. «Esto lo ha hecho el expresidente Donald Trump». «Como ha hecho en Arizona, quiere llevar a EE.UU. de vuelta al siglo XIX», dijo Harris. «Pero no lo vamos a permitir».
«Debéis seguir lo que os dicte el corazón. Pero acordaos de que también tenéis que ganar elecciones», dice Trump los republicanos