Rueda defiende el «estilo Galicia» de moderación, estabilidad y «sentidiño»
▶El presidente jura el cargo en un acto con guiños al pasado y conjura para honrar el legado con diálogo y consenso ▶Ensancha perfil nacional insistiendo en denunciar la desigualdad regional, con humildad no exenta de ambición
TOMA DE POSESIÓN DEL PRESIDENTE DE LA XUNTA
Visiblemente feliz, Alfonso Rueda reconoció ayer, en su toma de posesión como presidente de la Xunta –la segunda, pero por primera vez con el refrendo de las urnas, el 18F–, que cumplía un sueño. En menos de 20 minutos de discurso tuvo tiempo de emocionarse un par de veces, rendir homenaje a sus predecesores en el cargo, tender puentes entre el pasado y el futuro de Galicia, defender un «estilo» propio y postularse como adalid del proyecto común de España. «Tomo posesión como el primer servidor de Galicia (...) y con todos vosotros quiero hacer este camino», concluyó la alocución con la que puso el broche al acto, en los jardines de San Domingos de Bonaval, ante un millar de invitados. Previamente, había jurado el cargo sobre un ejemplar del Estatuto de Autonomía.
A unos centímetros, otro de la Biblia, abierto por el Libro de Salmos.
«No encontraréis en mí ni artificios ni disfraces. Soy, sobre todo, el padre de Beatriz y Marta, el hijo de José Antonio y Lola. El marido de Marta. Soy un gallego de Pontevedra, un gallego como todos vosotros», consiguió enunciar no sin dificultad, embargado por la emoción al citar a su familia, a la que divisaba a su izquierda, en primera fila. Faltaba su difunto padre. Volvería a fallarle la voz hacia el final, al recordar a quien le dijo en su día que no siguiese sus pasos y no entrase en política. Pero que ayer estaría «muy orgulloso» al ver dónde ha llegado. En ambas ocasiones, Rueda se rehízo rápidamente.
No han sido pocos los epítetos que ha tenido que escuchar desde que en la primavera de 2022, Alberto Núñez Feijóo lo dejó al mando de la Xunta. Presidente accidental, interino, puesto a dedo, gris. Lo escuchó de sus rivales políticos –los que ayer asistían a su discurso entre los invitados– y lo leyó en la prensa. Ahora tiene cuatro años por delante para desplegar todas las ideas que tiene para Galicia, y que ya se plasman en las casi 900 medidas de su programa electoral. Dijo este sábado que quiere aportar su «modesto grano de arena» a la «noble causa» de construir Galicia, con «humildad», «responsabilidad» e «ilusión». Pero es evidente que, aunque no guste del autobombo, hay más ambición en sus planes de lo que puedan mostrar sus exposiciones públicas.
Menos encorsetado
Investido el pasado jueves por el Parlamento de Galicia, Rueda ya ha ido imprimiendo su sello, aunque pueda, a ojos profanos, parecer que no es tan relevante que optase por desencorsetar la toma de posesión y sacarla del Parlamento, para celebrarla íntegramente en el exterior, en un día en que el sol, más que lucir, castigaba. Bajo techo, únicamente la ofrenda floral previa, en
Alfonso Rueda Presidente de la Xunta
«Nadie va a encontrar ni artificios ni disfraces. Soy un gallego de Pontevedra, un gallego como vosotros»
«Tomo posesión como el primer servidor de Galicia (...), y con todos vosotros quiero hacer este camino»
el Panteón de Galegos Ilustres, en la iglesia de San Domingos de Bonaval, donde Rueda se rodeó de los expresidentes Fernando González Laxe y Emilio Pérez Touriño (PSOE), y su predecesor, Alberto Núñez Feijóo. Su sucesor depositó un ramo de flores blancas y azules, colores de la bandera gallega, sobre la tumba de Daniel Castelao, cuyos restos, al igual que los de Rosalía de Castro, reposan en el Panteón. La Banda de Gaitas de la Provincia de Pontevedra interpretó una pieza musical. En un ‘timing’ perfecto, este primer hito concluía mientras sonaban las campanas dando las 12 del mediodía. Un preludio sencillo, pero muy estudiado. «El marco, el simbolismo y la ofrenda que acabamos de hacer, merecía la pena», señaló el propio mandatario.
Rueda –que se desplazó hasta el espacio donde tuvo lugar la toma de posesión, junto a Miguel Santalices, presidente del Parlamento de Galicia, y Óscar Puente, ministro de Transportes, en representación del Gobierno, bajo los acordes de la ‘Antiga Marcha do Reino de Galicia’, interpretada por la Real Banda de Gaitas de la Diputación de Orense–, explicitó que, en parte, su toma de posesión era un «homenaje» a quienes pilotaron antes Galicia, una expresión de «agradecimiento». Y lo evidenció leyendo fragmentos de las tomas de posesión de Albor, Laxe, Fraga, Touriño y Feijóo, haciendo suyas sus palabras. Para honrar su legado, abogó por «el diálogo, el espíritu de cordialidad y el consenso»; reivindicado lo que «nos une» frente a los que «nos separa». De esa forma, unidos, apeló a trabajar con todas las regiones, porque «formamos parte del mismo país», sin ponerse por encima de nadie, pero sin permitir que les subordinen a otros. «Siempre hemos creído que la buena marcha de unos no tenía que suponer un freno a los otros, a todo el mundo le puede ir bien sin necesidad de perjudicar a nadie», enunció. Un mensaje que se le ha escuchado en múltiples ocasiones, pero en el que quiso insistir. Se comprometió a «defender y reivindicar» lo que Galicia «merece», aquello por lo que se ha «trabajado» y «luchado» en las últimas cuatro décadas, sin pretender ser «más que otros, pero tampoco menos que nadie». Y a defender «la voz y el modo de hacer las cosas» propios, la «enorme identidad» gallega, pero imbricada en el conjunto de España, «sin crispaciones, con estabilidad y la filosofía del sentidiño». Lo sintetizó en dos palabras: «estilo Galicia». El de «la prosperidad» y la «moderación», que «huye de extremismos».
Al frente de un gobierno que mañana dejará de estar en funciones, ante los representantes de la oposición y parlamentarios, insistió en que «en esta Galicia cabemos todos»; y reiteró que gobernará «especialmente» para quienes no le votaron en las elecciones. «Mucha suerte y mucha salud», le deseó Santalices, quien no en vano es médico.
Feijóo: Galicia, el «modelo»
Rueda había avanzado que no habría grandes «fastos» y cumplió su palabra. Su discurso fue breve, y le siguió una interpretación del himno gallego con la voz de Fátima Pego y Roi Casal al arpa. San Domingos de Bonaval ofreció amplitud, pero también recogimiento, a diferencia del Obradoiro, ‘tomado’ ya Santiago, desde primera hora, por los turistas, y facilitó las tareas de seguridad.
Lo siguió con «orgullo» de gallego y expresidente Núñez Feijóo, quien ensalzó a su tierra, ante la prensa, como