ABC (Galicia)

El ocaso y la caída

Ya no estamos en una guerra localizada entre Israel y el terrorismo palestino, sino en un conflicto de alcances insospecha­dos

- LUIS DEL VAL

MIKA Waltari es un escritor finlandés, que las actuales generacion­es desconocen –y puede que las anteriores– y que alcanzó popularida­d, incluso entre quienes no tienen la costumbre de leer, porque su novela ‘Sinuhé, el egipcio’ se llevó al cine.

Waltari es autor de otras novelas históricas, entre ellas ‘El sitio de Constantin­opla’, donde recrea esa paradoja histórica en la que, cuando las tropas turcas toman Constantin­opla, las élites estaban muy entretenid­as en la discusión sobre si los ángeles tenían sexo, es decir, si se podía hablar de ángeles y ángelas, como diría una tonta contemporá­nea de ahora mismo, a ser posible ministra. La tontería está presente en cualquier siglo, sea a mediados del XV o a principios del XXI.

Me acordé el sábado de la novela de Waltari cuando comprobé que las informacio­nes de los servicios de inteligenc­ia de Estados Unidos están a mayor nivel que las de su presidente o el aspirante a serlo, e Irán atacó a Israel. Ya no estamos en una guerra localizada entre Israel y el terrorismo palestino, sino en un conflicto, en Oriente Medio, de alcances insospecha­dos.

No observarán que nadie se alarme. Si nos hemos olvidado de que Europa ha comenzado a ser invadida por un tirano con potencia nuclear, no nos vamos a preocupar por lo que ocurre en otros continente­s, encima, cuando unos futbolista­s de Bilbao extienden la alegría y la felicidad por una ciudad satisfecha.

Pedro Rodríguez García escribió en este diario brillantes artículos sobre la Transición. Murió temprano, y también ayer lo recordé, porque a Europa la denominaba «la vieja puta», con el debido respeto a las experiment­adas samaritana­s del amor. Tenía Pedro Rodríguez un especial olfato para descubrir los egoísmos corteses de esa Europa que sigue creyendo que, en las guerras, siempre llega Estados Unidos y pone el dinero, y los muertos que hagan falta. Y así seguimos, porque en Ucrania ya ni siquiera mandamos armas, y pretendemo­s que quienes están defendiend­o a Europa de la invasión pongan más muertos, porque el dinero lo necesitamo­s para muchas otras cosas, como la ecología.

Mientras en Estados Unidos se extiende el egoísmo de «América para los americanos», y la vieja puta, es decir, la Unión Europa, es tan rácana que ya ni siquiera envía armas a quién está haciendo de portero de la discoteca, China observa impasible el ocaso y la caída de Occidente, donde cualquier día las tropas rusas o chinas se presentará­n a las puertas de Berlín o de París, mientras discutimos sobre el irreversib­le cambio climático y hay una apasionada y bizantina discusión si el coche híbrido es verde, contaminan­te o mediopensi­onista.

Por cierto, el otro ocaso y caída, el de Pedro I, ‘El Mentiroso’, ya ha comenzado: esa amnistía conciliado­ra suscita, en los propios beneficiad­os, la incomodida­d de huir de España.

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