No lo puede alargar mucho
El presidente del Gobierno no para en los últimos días. Ha desplegado una actividad casi frenética con el único fin de hacer como que hace. La realidad es bien distinta. Puede hacer entre poco y nada. Lo mismo da que sea política internacional que un encuentro en la Moncloa con empresarios del sector inmobiliario. Todo por evitar que se note que no puede gobernar. De momento tiene un brazo atado a la espalda y puede que de este ciclo electoral salga con los dos.
En cualquier caso no va a poder alargarlo mucho. Sin presupuestos y con un Congreso irreconciliable, Sánchez no puede llegar muy lejos.
El haber salido de otros atolladeros (casi) imposibles probablemente sea lo que le está dando fuerzas para seguir. Y es lo que alimenta su leyenda. Pero tampoco quiere decir mucho. La suerte te puede sonreír varias veces seguidas –y es cierto que tienes que estar ahí para recoger los frutos– pero llega el día que no. Y de la noche a la mañana descubres que eres como los demás, humano, simplemente humano. Siempre es duro, esta vez probablemente lo sea más.
Es un pato cojo que se sigue creyendo un tigre. Los que saben de la cosa política no terminan de ponerse de acuerdo en como va a ser el desenlace –aunque tiene visos de ser dramático–. Entretanto en lo económico va seguir influyendo, como hasta ahora, lo justo, lo que desde luego no está mal.
Se debate, además, como hemos visto estos días, entre dar titulares para la parte más escorada de su parroquia o tratar de sacar adelante iniciativas que pueden ser efectivas -como tratar de agilizar los trámites en la promoción inmobiliaria- pero en las que no va a encontrar el respaldo de sus compañeros de viaje. Un dilema en cualquier caso que tiene las patas muy cortas
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