ABC (Galicia)

«Hay niños que dicen ‘o me curas esto, o me tiro por la ventana’»

▶ Expertos alertan de la crisis de salud mental en la infancia. Hasta un 20% de ellos se han autolesion­ado

- PATRICIA ABET SANTIAGO

Ansiedad, depresión, suicidio... Son realidades vinculadas con el mundo adulto que cada vez más afectan a niños a partir de los 5 años. En las consultas de los pediatras se habla ya de una auténtica crisis de la salud mental en la infancia, cuyas causas son difíciles de rastrear, pero con una consecuenc­ias alarmantes. El presidente de la Sociedad de Psiquiatrí­a Infantil de la Asociación Española de Pediatría, Pedro Javier Rodríguez, participó este fin de semana en unas jornadas sobre el tema en la capital gallega. Unas horas antes, radiografi­ó el problema en una conversaci­ón con ABC.

—Un 9,5 por ciento de los niños y adolescent­es europeos padecen ansiedad, y un 5 por ciento depresión.

—Sí, además los datos son similares y equiparabl­es a España. Es alarmante. —¿Estamos ante una crisis de la salud mental en la infancia?

—No solo ante una crisis, sino ante una crisis profunda en la que no vemos la salida del túnel, no vemos el final. —¿Y dónde empieza ese túnel? ¿Cómo y por qué hemos llegado a esto? ¿La pandemia por sí sola puede explicar todo este fenómeno?

—Es cierto que la respuesta es compleja, porque prepandemi­a ya veníamos observando un aumento significat­ivo en la patología psiquiátri­ca en menores a nivel global, en la cultura occidental actual. Veíamos que aumentaba la ansiedad, la depresión, las autolesion­es, el suicidio, los trastornos del comportami­ento alimentari­o, que habían ido creciendo de manera preocupant­e. Y esto está motivado por múltiples factores. No está bien delimitado a qué se debe, pero sí sabemos que hay muchos factores involucrad­os.

—¿Cómo cuáles?

—Por una parte factores externos de tipo socioeconó­mico, recordemos lo de ‘personas duras hacen sociedades fáciles, sociedades fáciles hacen personas blandas, personas blandas hacen sociedades duras, sociedades duras hacen personas duras’. Eso que siempre hemos oído hablar puede que tenga algo que ver. También es cierto que hay otro tipo de condiciona­ntes que dependen del cambio de valores, de la pérdida de la ayuda familiar, del individual­ismo. Cada vez tenemos a los hijos con más edad, los genes son de más calidad, la superviven­cia de problemas graves en la infancia como la prematurid­ad, determinad­as infeccione­s cerebrales, cánceres, hace que la evolución contemple mayor porcentaje de dificultad­es en el neurodesar­rollo en niños que antes fallecían y ahora no. Y todo esto en su conjunto ha favorecido ese incremento importante que veíamos ya prepandemi­a.

—Y ahí llegó el encierro, y los problemas para socializar.

—Exacto. La socializac­ión es un factor clave. El principal factor estudiado a nivel mundial, con el estudio de Harvard sobre la felicidad, te dice que la variable principal para lograr la felicidad es la socializac­ión. Y además entra el uso de pantallas, factores de estrés, se agrava el factor económico… Y este es el cóctel perfecto para que hayan aumentado cuatro veces las hospitaliz­aciones psiquiátri­cas, las consultas…

—También las autolesion­es.

—Sí, estamos hablando de que entre un 15 y un 20 por ciento de los niños y jóvenes se autolesion­an en algún momento. Es una barbaridad porque traduce un malestar emocional. En vez de gritar por la ventana se cortan, para que el dolor físico oculte el emocional. Suelen empezar con cortes en los antebrazos como expresión de un malestar emocional que intentas camuflar. —Los niños de 5 a 9 años padecen más ansiedad y a partir de los 15 años llega la depresión.

—La ansiedad es un vampiro de la energía vital y se expresa en forma de fobias, de irritabili­dad, de problemas del sueño, alimentari­os, somatizaci­ones, rendimient­o escolar… Cuando van pasando los años, disminuye la energía y produce que el niño caiga por un agujero oscuro en el que se siente cada vez más triste, llora, tiene alteracion­es del comportami­ento alimentari­o, insomnio, desvaloriz­ación, pérdida del disfrute, irritabili­dad, cefaleas… Va cayendo en esa depresión, donde se siente cada vez peor.

—¿En qué fase llegan a la consulta? —Llegan demasiadas veces diciendo ‘o me alivias este sufrimient­o, o me tiro por la ventana’, en una fase muy avanzada, porque nunca pensamos que un niño se pueda deprimir. Por eso es muy importante que todos los profesiona­les vinculados con la infancia sepamos detectar los signos precoces, y para ello es importante mejorar nuestra infraestru­ctura en salud mental infantil. Hay que crear servicios en nuestros hospitales, planes nacionales, mejorar recursos. Esta crisis nos ha pillado con el pie cambiado porque no estábamos preparados. Ahora tenemos que movernos y que ser más rápidos que el mal. —Hablamos de problemas de adultos (depresión, ansiedad) trasladado­s a la niñez. ¿Tiene algo que ver con que la infancia está cada día más desdibujad­a, con un acceso a la pornografí­a muy prematuro, con el consumo de alcohol a edades muy tempranas? —Es así, estamos hablando de una suma de muchas cosas, pero este tipo de realidades afectan sin duda a lo que estamos viendo.

—¿Qué opina del término generación de cristal?

—Yo no lo creo así, porque eso es ponerle un nombre peyorativo a una generación fantástica, pero es probable que las facilidade­s de esta época hayan minado las capacidade­s de afrontamie­nto.

—¿Falta resilienci­a? ¿Capacidad de lidiar con la vida?

—Puede, tenemos la impresión de que en esta oscilación normal de todas las sociedades estamos en una fase de mayor dificultad del enfrentami­ento de las dificultad­es.

—Cuando un niño se traga un problema porque no tiene madurez para verbalizar­lo, ¿en qué hay que fijarse? —En cuatro cosas fundamenta­les: disminució­n del rendimient­o académico sin explicació­n aparente, cambios en el comportami­ento, sintomatol­ogía psicosomát­ica (cefaleas, dolores abdominale­s) y cambios en el patrón alimentari­o. Además de cosas más evidentes como que llore en el colegio, que se ponga nervioso al entrar en grandes superficie­s, que les cueste respirar o que tengan pesadillas.

¿Generación de cristal?

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