ABC (Galicia)

El verano mortal de San Sebastián: la represión repúblican­a de 1936

▶ Guillermo Gortázar narra en su nuevo libro el inicio de la Guerra Civil en la ciudad vasca

- ISRAEL VIANA MADRID

El primer fusilado por los milicianos del Frente Popular en San Sebastián fue Ramón Sáenz de Pinilla, un abogado de Murcia que se encontraba en la capital guipuzcoan­a, de casualidad, cuando se produjo el golpe de Estado de 1936. Según los testimonio­s de la época recogidos por el historiado­r Guillermo Gortázar en su último ensayo, ‘Un veraneo de muerte’ (Espuela de Plata), la víctima se encontraba pescando tranquilam­ente en el Paseo Nuevo, «cuando alguien tuvo la mala idea de decir que era un espía dedicado a hacer señales a los barcos, para que enfilaran bien su cañoneo contra el Hotel María Cristina».

El bulo bastó para que, recién comenzada la Guerra Civil, lo detuvieran y ejecutaran. «San Sebastián era la capital del veraneo. Había mucha gente de clase media, no necesariam­ente rica, que ahorraba todo el año para venir a descansar en una pensión de aquí 15 o 20 días –cuenta el autor en una llamada desde dicha ciudad–. Muchas víctimas de la represión republican­a en aquellos dos primeros meses del conflicto estaban de paso en la capital de Guipúzcoa. A este abogado lo acusaron de hacer señales a los barcos de Franco, cuando Franco ni siquiera había llegado a Marruecos aún, seguía en Canarias. Es decir, que en San Sebastián no había barcos franquista­s, pero hubo tal histeria radical que era muy fácil acabar ante un pelotón de fusilamien­to».

Poco días después, otro veraneante alojado en el Hotel Excelsior corrió una suerte parecida. Era un agricultor de 44 años de Zaragoza, José Pórtoles Serrano, que había viajado a San Sebastián a pasar unos días. Cuando estalló el conflicto, sin embargo, se quedó atrapado en la ciudad, que se convirtió en una especie de «prisión sin salida», en palabras de Gortázar. El 11 de agosto fue detenido por sorpresa y acusado de ser monárquico y amigo del José Calvo Sotelo, el exministro de Hacienda crítico con el Gobierno de la República, cuyo asesinato, el 13 de julio de 1936, fue el detonante del inicio de la guerra.

«Pórtoles fue arrestado por la denuncia de una camarera llamada Nicolasa, dando como única razón que oía Radio Nacional», comenta otro testimonio recabado por el historiado­r vasco. Le cayeron 12 años de prisión. Al parecer, el agricultor solo quería informarse de lo que acontecía en España, con tan mala fortuna que la emisora estaba entonces en poder de los sublevados.

Estos son solo dos ejemplos del dramático e inesperado destino que corrieron muchos turistas en San Sebastián aquel verano, pues fueron ejecutados por causas verdaderam­ente absurdas. El libro de Gortázar es «una respuesta» al monumento que erigió, en 2014, el entonces alcalde de Bildu-HB, Juan Carlos Izagirre, frente al Ayuntamien­to de la ciudad. Un homenaje a los represalia­dos del franquismo en el que omitió los nombres de los fusilados por el bando republican­o entre el 18 de julio y el 12 de septiembre, fecha en la que el general Mola se hizo con la ciudad.

«Es un monumento vergonzoso. Su parcialida­d era tal que decidí escribir un ensayo contando esos 57 días de asesinatos en San Sebastián, que eran muy desconocid­os, incluso, para los donostiarr­as. Esta ciudad ha pasado a la historia como el lugar ideal de descanso, de la buena comida, como si hubiera estado alejada del frente durante la Guerra Civil», subraya Gotázar. A continuaci­ón, detalla: «Los periodista­s especializ­ados calculan que, en esos dos meses, la República asesinó en la provincia de Guipúzcoa a entre 450 y 500 personas. En San Sebastián, con bastante más precisión, cifran las víctimas en 258. La represión en esos dos meses aquí fue tremenda, con un número de checas proporcion­almente mayor, incluso, que Madrid».

En la obra, Guillermo Gortázar no esconde, tampoco, la represión de los sublevados tras la toma de la ciudad por parte de Mola. Fue tan intensa, asegura, que provocó las quejas del nuevo alcalde de la ciudad nombrado tras la entrada de los sublevados: José Múgica. A raíz de ello, este destacado monárquico liberal y miembro de Renovación Española fue cesado y desterrado cuando solo llevaba cuatro meses en el cargo.

«Además –añade Gortázar– quiero recalcar que en el bando de la República hubo comportami­entos notables, como Manuel Gabarain, un médico simpatizan­te del Frente Popular que tenía el principio hipocrátic­o muy claro y se jugó la vida para curar a los heridos de los dos bandos durante esos 57 días. Llegó a esconder en su casa a un líder derechista durante varios meses para que no le mataran. Lo cierto es que España desconoce el infierno que se vivió en San Sebastián durante los dos primeros meses de la Guerra Civil».

‘UN VERANEO DE MUERTE’ De Guillermo Gortázar. Espuela de Plata. 460 páginas. 25 euros.

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// ABC Milicianos, frente al Gran Casino de San Sebastián, en 1936
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