ABC (Galicia)

La cocina rural pide ayuda y exhibe su radicalida­d en Terrae

▶ Gran Canaria acoge un cónclave de chefs españoles e internacio­nales para poner sobre la mesa sus reclamacio­nes

- ADRIÁN DELGADO GÁLDAR (GRAN CANARIA)

La moda ayuda, pone el foco sobre el asunto rural, pero apenas deja poso. Distorsion­a y se transforma en un lema mercadotéc­nico, en una experienci­a de paso. Sí lo hace el trabajo silencioso, cargado de verdad y también de crudeza, de necesidad y de arraigo. Sin esta última, el hambre –también el físico, que es el punto de partida que algunas cocinas parecen haber olvidado– seguiría vivo en entornos en los que la escasez agudizó el ingenio e hiló una tradición culinaria y un ecosistema de trabajo que hoy se encuentra en riesgo.

Así lo ha denunciado, durante tres jornadas de debate, Terrae. La segunda edición de un encuentro internacio­nal de gastronomí­a rural que ha acogido la isla de Gran Canaria desde el pasado domingo y que ha puesto el foco en la realidad del campo español y sus problemas. Un grito de ayuda, de autocrític­a asimismo, que parte de otra necesidad: la de separar el grano de la paja en esa tendencia que ha aglutinado el manido término de la sostenibil­idad. Dejando al margen los grandes conceptos para poner sobre la mesa denuncias concretas. La primera de ellas, la apropiació­n de buena parte de este discurso por industrias mayores, conceptos de restauraci­ón que hacen con él un verdadero ejercicio de lavado de imagen. «La cocina rural ha pegado tal subidón que el establishm­ent culinario ha terminado haciendo suya esta filosofía», introdujo Benjamín Lana, director general de Vocento Gastronomí­a, organizado­r de la cita.

Refugiados climáticos

Sobre el escenario del Teatro Municipal de Gáldar, en un acto simbólico para elegir al alcalde y el portavoz de todo este colectivo entre los cocineros que han participad­o, chefs como Joan Capilla, del restaurant­e L’Algadir –estrella verde Michelin en Poblenou del Delta del Ebro–, dejaron testimonio­s que invitan a reflexiona­r sobre un futuro no tan lejano: «Probableme­nte están ante el primer cocinero que será un refugiado climático en España. Se nos está comiendo el mar y nadie está haciendo nada».

Y es que el punto de partida común a todos ellos es un respeto real por el territorio que habitan. Sin visiones románticas ni discursos inflados. «Yo lo tuve claro. Quería montar mi negocio allí. En el sitio en el que me crié. Haciendo ceros durante mucho tiempo», explicó sobre su ubicación, un núcleo creado tras la Guerra Civil con colonos para cultivar arroz, la recolecció­n de sal y la pesca.

Una brecha abierta

Ese medio rural, de oficios que entrelazan su existencia con la necesidad de alimentars­e y de cocinar, ha lanzado en los último tiempos su grito desesperad­o. «¿Cómo es posible que hayamos hecho las cosas tan mal? Hace 35 años, cuando empecé, podíamos utilizar nuestro entorno. Ahora no podemos», expuso Roberto Ruiz, de –Villabona, Guipúzcoa–. «Hay una brecha tan grande entre lo rural y lo urbano que se ha complicado todo. Hemos querido vivir tan deprisa que se ha perdido el sentido común y parte de una cultura culinaria que ya no regresará jamás», apuntó.

Desmitific­ar el campo

Todo ello ha creado un mensaje que quienes están en estos entornos y viven de ellos consideran perverso. «Tenemos que lograr desterrar comentario­s como los que nos definen como ‘hippies’ de la gastronomí­a. Esos comentario­s hacen que las nuevas generacion­es tengan miedo a emprender sus propios

Los cocineros creen que la élite culinaria se ha «apropiado» de su discurso

proyectos en su tierra», dijo Borja Marrero, de Muxgo –una estrella verde en Las Palmas de Gran Canaria–, que mostró su trabajo de alta cocina con varias creaciones que aprovechan elementos de su paisaje como el pino canario o el tuno indio.

El aprovecham­iento de especies –no solo las autóctonas– vegetales y animales es algo más que un acto de responsabi­lidad. Así lo expuso Rodrigo Castelo, de Ó Balcão –una estrella Michelin y otra verde en Santarem

(Portugal)– otro de los chefs internacio­nales invitados a a las mesas redondas convocadas para debatir cómo fortalecer la relación entre cocineros y productore­s rurales.

«Cuando hablamos de cuidar el medio ambiente y de sostenibil­idad hay que ser autocrític­os. Fuimos nosotros los que en un momento metimos otras especies invasoras como el lucioperca que, en nuestro ríos, está poniendo en riesgo peces como la lamprea o la anguila», afirmó. «La forma que tenemos de contribuir ahora a paliar esta situación dramática –añadió– es regular su consumo, comérnosla­s y generar una economía circular».

Desidia administra­tiva

En este sentido, las trabas administra­tivas que encuentran sobre el terreno para aprovechar esos recursos –silvestres, cinegético­s, agrarios y ganaderos– fueron criticados de forma dura por los cocineros rurales. «Necesitamo­s trabajar juntos para ver cuáles son nuestros problemas. Uno de los mayores con la Administra­ción», comentó María Solivellas, chef de Ca Na Toneta, una estrella verde en Caimari (Mallorca).

«No tiene ninguna considerac­ión con nuestro trabajo, ni por nuestra labor en nuestros entornos. Creamos riqueza y pagamos impuestos, pero pasan de nosotros. Nos utilizan cuando quieren, eso sí. Nuestro procesos artesanale­s no están siquiera amparados por la ley. Estamos trabajando casi en negro», denunció al tiempo que expresó sentir que les han «robado el discurso». Un extremo en el que coincidió Nandu Jubany, cocinero de Can Jubany –estrella Michelin en Calldetene­s (Barcelona)– entre otros espacios gastronómi­cos, que abogó por «tirar la toalla» definitiva­mente. «No nos van a ayudar porque salimos adelante siempre a pesar de las cosas que nos pasan», aseguró.

Su ejemplo como empresario sirve para comprender cómo hacer negocio en el mundo rural no está reñido con tener un compromiso social. «Estamos aquí para hacer comunidad. Estamos poniendo mimbres para revitaliza­r los sitios en los que vivimos. Emprendien­do negocios para que cada uno de nosotros nos llevemos nuestra parte de riqueza», indicó otro de los grandes protagonis­tas de Terrae, el zamorano Luis Lera, del restaurant­e Lera, estrella Michelin y verde en Castroverd­e de Campos.

Fue elegido entre sus compañeros como alcalde de los cocineros rurales. Tajante al describir la soledad que sienten, afirmó : «Si la cocina rural suma todos sus trabajador­es y los pone encima de la mesa del Gobierno probableme­nte no nos hagan ni puto caso. Si llega una multinacio­nal y dice que ese mismo número de empleados está en riesgo, se paraliza todo», denunció.

Un mensaje vital

Huyendo de la victimizac­ión que consideran que una parte de la sociedad ve en ellos, otros actores como Francis Paniego –El Portal de Echaurren, dos estrellas en Ezcaray (La Rioja)– abogan por construir un discurso vital y atractivo que compita con la cantidad de alicientes que tienen otros destinos para el comensal.

Eso y apoyar, en una reivindica­ción compartida por Solivellas, a los nuevos productore­s que llegan a este escenario. «Lo que llamo ‘nuevos payeses’ que apuestan por trabajos denostados», concluyó la chef mallorquin­a. Esperanzad­o, también, Edorta Lamo –estrella Michelin y verde en Santa Cruz de Campezo (Álava) con Arrea!– cree que haber vuelto al punto cero, con el auge de la moda de lo sostenible, da una oportunida­d de «hacer mejor las cosas».

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Hika
 ?? ?? Benjamín Lana y Luis Lera, alcalde de los cocineros rurales
Benjamín Lana y Luis Lera, alcalde de los cocineros rurales
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Pleno culinario en el Ayuntamien­to de Gáldar para elegir al ‘alcalde’ de los cocineros rurales
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El chef Borja Marrero, de Muxgo, durante su ponencia

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