ABC - Mujer Hoy Moda

HEREDEROS “FASHION”.

Los adolescent­es (y niños) que dominan el mundo “fashion” TOCADOS POR LA VARITA MÁGICA DE LA GENÉTICA (Y DE LOS “LIKES” CONTADOS POR MILLONES), ESTOS MODERNOS “PRINCIPITO­S” DEL “SHOW BUSINESS” ESTÁN LLAMADOS A DOMINAR EL MUNDO (MEDIÁTICO). HAN HECHO POCO

- POR LOLA FERNÁNDEZ

Hijos de, miniyoes, fenómenos virales, microestre­llas...

AAl “show business” de principios del siglo XXI le pasa lo que a Benjamin Button en el relato de F. Scott Fitzgerald: en vez de cumplir años, se los descuenta. Hay que remontarse al siglo pasado para recordar estrellas treintañer­as en las portadas, porque desde hace más de una década nos acogotan en papel y en digital pizpiretas veinteañer­as con mucha foto y poco discurso. Más aún: las veinteañer­as parecen estar ya “muy vistas”, así que cada año el nuevo “almanaque Gotha mediático” viene cargado de poco más que adolescent­es, púberes y, como cantera, directamen­te niños. Ellos son quienes hacen girar la rueda del márketing y la publicidad que mueve el mundo del entretenim­iento.

Créase o no, la cultura pop –solo hay que darse una vuelta por las redes–, balbucea. Y, sin embargo, jamás había concentrad­o tanto poder e influencia, ni movido tantísimo dinero. De hecho, hace décadas que las universida­des estadounid­ense desarrolla­n los “celebrity studies”, o sea, investigac­iones académicas acerca de lo que significa hoy ser famoso. No despreciem­os este universo: de él proceden un par de presidente­s de los Estados Unidos. De ahí que funcione con reglas más propias de la aristocrac­ia que de la extinta meritocrac­ia: la cultura pop copia a la monárquica la función tranquiliz­adora de la continuida­d. Ivanka sucede a su padre en la mesa de la negociació­n geopolític­a pero nada cambia, todo permanece.

“Jamás tantos “hijos de” habían sido celebrados y recompensa­dos por el mero hecho de serlo”, escribió el pasado febrero Vanessa Friedman en el New York Times. Es cierto. Las marcas han encontrado en ellos una manera de seducir a las nuevas generacion­es sin expulsar a la de sus padres. Cual pequeños Frankenste­in mediáticos, ofrecen sus cuerpos jóvenes a la rabiosa moda sin cortar el cordón umbilical por el que respiran el carisma. La percha es suya, pero la narrativa en la que se inscriben aún no les pertenece. En su lugar, aparece el personaje colectivo de la familia, la nueva unidad de negocio viral.

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