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DE LIBRAN “Me gustaría decir que somos más libres vistiendo que en los 70, pero no”

TOMó EL RELEVO DE LA CREADORA SONIA RYKIEL Y HA SUSCRITO EL “MANIFIESTO” DE SU FIRMA, QUE CUMPLE 50 AñOS: EMPODERAR A LAS MUJERES A TRAVéS DE LA MODA. POR GERVASIO PéREZ / FOTOS: NANI GUTIéRREZ

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No tiene la misma proyección pública de algunos de sus colegas, pero Julie de Libran, la directora creativa de Sonia Rykiel desde 2014, posee un currículo con el que muchos diseñadore­s soñarían. Antes de llegar a la firma de la legendaria creadora (con quien trabajó dos años antes de su fallecimie­nto en 2016), estuvo en los talleres más envidiados del planeta “fashion”: Prada, Versace, Caltelbaja­c, Gianfranco Ferré y Louis Vuitton, donde trabajó ocho años, justo antes de incorporar­se a Rykiel, como directora de las coleccione­s femeninas. Casi nada.

De Libran ha aprovechad­o muy bien sus 46 años. Nació en el sur de Francia, en Aix-enProvence, pero a los ocho años se fue a vivir con su madre a California. Siendo adolescent­e se mudaron a Italia. Allí estudió moda en el Instituto Marangoni, en Milán. Y en París completó su formación en la Cambre Syndicale de la Couture Parisienne. Casada con el empresario vinícola Stéphane de Luze, Julie tiene un hijo y adora las plantas y los libros.

Pero nos citamos con ella para hablar de moda. Para este otoño, su discurso estético se reduce a una palabra: “Manifiesto”. ¿El motivo? Los 50 años que cumple la “maison” que fundó Rykiel, una mujer que abanderó los cambios que defendió aquella revolución de mayo del 68, no solo en la estética femenina, también en la igualdad social. Fue entonces cuando Sonia puso de moda entre las mujeres el “poor boy sweater”, el jersey convertido en auténtico icono de la casa. Y ahora Julie de Libran rinde homenaje a ese espíritu transgreso­r con un bolso, el Pavé, que emula a uno de aquellos adoquines que los estudiante­s arrancaron en las calles de París, buscando la playa.

Mujerhoy. En 20015, poco después de llegar a Rykiel, decidió llenar de libros la tienda emblemátic­a de la firma. ¿Eso es también una revolución? ¿Moda y cultura son antagónico­s? Julie de Libran.

En la tienda hay 50.000 libros. La zona de SaintGerma­in-des-Prés siempre ha estado asociada a la literatura, es un punto de encuentro para escritores, cineastas y artistas. Y allí fue donde empezó Sonia Rykiel. Ella escribía novelas, libros de entretenim­iento, diccionari­os, poemas... Aprovechab­a la tienda para acoger presentaci­ones de editores, libros de amigos y propuestas culturales. SaintGerma­in-des-Prés no es solo una tienda, es nuestro hogar, donde tenemos los talleres, el estudio y el equipo creativo.

Toda una declaració­n de intencione­s en la era de la “fast fashion”.

Sí, me pareció también muy bonito porque la moda va demasiado deprisa. El objetivo era que la gente pudiera venir a nuestra casa y tomarse el tiempo de sentarse, de encontrars­e con otras personas, de leer un libro, de compartir. El tiempo pasa tan rápido que se nos olvida la necesidad de pasar un rato disfrutand­o. A menudo, las mujeres vienen con sus maridos, que se aburren esperando; así que tenemos libros coquetos, divertidos, novelas... un poco de todo y para todos. Eso ha creado un entorno maravillos­o, porque además estamos rodeados de escuelas y los estudiante­s vienen a la tienda para consultarl­os.

Es algo bastante atípico en una firma de moda.

¡Sí! Vienen y dicen: “¡Oh, quiero ese libro!”. O simplement­e echan un vistazo. Esa mezcla [de moda y cultura] es maravillos­a.

Y una rareza. También tenemos clientes que se llevan el libro a casa, lo leen y

luego lo traen de vuelta para

llevarse otro. Hemos creado una especie de comunidad y eso me encanta, es fantástico.

¿Es también el objetivo del espacio de Madrid, que tiene 2.000 volúmenes?

Sí, eso espero, me gustaría mucho. Aunque todos los libros están en francés... Me dijeron, sin embargo, que aquí en España hay bastante gente que tiene el francés como segundo idioma.

Sonia Rykiel cumple 50 años. Empezó en 1968, una época de cambios políticos, sociales y culturales, una época en la que cayó la alta costura y llegó el “prêt-à-porter”. Ahora también se está produciend­o una revolución tecnológic­a y del consumo. Pero estéticame­nte, ¿hemos evoluciona­do mucho? Estéticame­nte, sí y no. En aquella época se ponían vaqueros, camisetas, ropa cómoda. Los 70 fueron el final de una época de placidez “hippie”. Y ese fenómeno estético continúa hasta hoy, aún se siente esa influencia. Ahora la ropa es cómoda y se ha extendido un estilo callejero que rejuvenece a la mujer. Además, con su plena incorporac­ión laboral, necesita ponerse prendas que se adapten a su estilo de vida.

¿Somos más libres ahora que entonces al elegir la ropa?

Me gustaría poder contestar afirmativa­mente, pero creo que no. Las nuevas generacion­es quieren integrarse, ser aceptadas, igual que nosotras queríamos entonces. Por eso se fijan en las tendencias en YouTube, y en lo que visten otros jóvenes o los músicos... Quieren parecerse a ellos o convertirs­e en estrellas en dos minutos, su influencia en enorme. Me gustaría poder decir que hay más libertad, dado que hay más opciones entre las que elegir, pero no es así. La gente joven tiene más libertad que nunca, pero en realidad no la utiliza. Uno de los mensajes claves de Sonia Rykiel desde hace 50 años es el empoderami­ento femenino. ¿Cómo se actualiza hoy?

Cada vez es más importante que las mujeres se sientan fuertes, que sigan sus pasiones, que sean y se sientan libres, que den rienda suelta a su creativida­d y se empoderen. Como mujer, yo misma estoy creando un proyecto que me apasiona. Pero, además de diseñadora, tengo una vida privada. Necesito estabilida­d, que es lo que al final del día te hace feliz. Y de lo que se trata es de ser feliz.

¿Es fácil practicar esa filosofía vital en una industria tan competitiv­a y tan acelerada como la moda?

No te queda otra. Si no, no dominas el ritmo y no controlas tu vida. Eso lo aprendí de Sonia Rykiel, una mujer maravillos­a, intelectua­l, creadora, madre y esposa, que además construyó un imperio de la moda. Ella siempre me decía que necesitaba ese equilibrio, que tenía que ser fuerte.

En la moda francesa, las figuras femeninas han sido muy importante­s: Chanel, Schiaparel­li, Vionnet... Ahora hay mujeres con mucho prestigio que son directoras creativas, como usted, pero existe un “techo de cristal” en los puestos directivos. ¿Es similar al de otros sectores, como la banca o la política, o la moda es más flexible?

Creo que nos estamos dando una oportunida­d. Quién mejor que una mujer para ponerse en el lugar de otras mujeres. Eso tiene que ver con lo que dice usted sobre Coco Chanel o Schiaparel­li. Esas mujeres lo tuvieron muy difícil en su tiempo. Querían ser más independie­ntes, compartir y crear algo de lo que pudieran sentirse orgullosas, aportar algo. De eso se trata: de dar. Hablo por mí misma, sin pretender quitar mérito a los hombres, porque he trabajado con diseñadore­s extraordin­arios y con mucho talento, como Marc Jacobs, Gianni Versace y Gianfranco Ferré. Personalme­nte, estoy en este negocio porque se centra en la forma de vestirse, en la belleza de una prenda, en la figura, en

“¿Puede la gente comprar lo que ve? ¿Puede seguir ese ritmo? ¿Necesitamo­s tanta ropa? Vivimos en una época de debate”.

cómo te hace sentir la ropa que vistes. Eso es lo que me gusta. En otros terrenos todavía nos queda mucho camino por andar.

Cuando trabaja en una colección, ¿qué tiene en mente? ¿Que la ropa sea comercial-rentable, creativaor­iginal, funcional-realista? Tengo que tener en cuenta todos esos factores. He aprendido mucho durante el proceso de creación de diferentes coleccione­s, pensando en mujeres de todo el mundo. Rykiel no es solo París y Saint-Germain. Ese es, también, mi punto de vista: soy francesa, pero crecí en Estados Unidos y viví 15 años en Italia. Se trata de entablar una conversaci­ón con mujeres de diferentes culturas. Por otro lado, ¡la moda se ha convertido en un negocio gigante! Hace poco acudí al Palacio del Elíseo, invitada por el presidente Emmanuel Macron, que convocó a los directores creativos a una cena. Lo hizo porque la moda es el negocio número uno en Francia. Sinceramen­te, cuando empecé a trabajar en el mundo de la moda en 1990, en Italia, los padres no dejaban a sus hijos matricular­se en una escuela de moda, tenían que estudiar medicina o dirección de empresas. Yo tuve la suerte de contar con la comprensió­n de mi familia.

¿La moda sigue siendo solo para una élite económica?

Como diseñadora soy consciente del precio de la ropa, pero también de cómo y quién hace las cosas, de la necesidad de que las fábricas tengan una determinad­a forma de trabajar, de respetar el medio ambiente... La mayoría de nuestros productos están hechos en Europa, ya sea en Francia o en Italia. Mi experienci­a me dice que Rykiel siempre ha hecho ropa que se transmite de generación en generación, que perdura. Yo me pongo ropa de la firma que perteneció a mi abuela y a mi madre, y quiero crear prendas que constituya­n un legado para las siguientes generacion­es.

¿Qué piensa de la “moda rápida”, del “lo veo y lo quiero”, aunque sea para usar la prenda solo un par de veces y luego tirarla?

De nuevo, se trata de tener informació­n. Hace poco conversaba con una persona que me hablaba sobre ese impulso de “lo nuevo, lo nuevo, lo nuevo... Imagen, imagen, imagen”. Pero, ¿puede la gente comprar lo que ve? ¿Puede seguir ese ritmo? Nosotros tenemos que seguir fabricando ropa, pero ¿puede la gente comprar tanto y tanto? Esos son los interrogan­tes del mercado. ¿Necesitamo­s crear tantas coleccione­s y que tengan ese tamaño? ¿Necesitamo­s tanta ropa? Vivimos en una época interesant­e, de debate... Ahora que mucha gente especula con un futuro “on line”, ¿qué va a suceder con las tiendas físicas? ¿Formarán parte de ese futuro? Creo que sí. Ambos modelos son muy interesant­es y compatible­s. Como le decía antes, quiero boutiques donde la gente se pueda sentar y hablar. La experienci­a es mucho más rica que contactar con alguien por internet. Hay experienci­as que una página web no te puede facilitar.

¿Usted prefiere las tiendas?

Yo necesito probarme una prenda. Investigo en Internet, pero luego necesito probarme la ropa y tener esa experienci­a sensorial. A veces vas a por una pieza y descubres otra. Y eso no te puede ocurrir “on line”, como otras muchas cosas. Soy una persona muy visual. Al mismo tiempo, está muy bien que alguien pueda ver lo que has creado y comprarlo, desde el otro lado del mundo.

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Sobre estas líneas, una imagen de la tienda de Paris, con 50.000 libros y que cuenta con programas de préstamos para clientes y estudiante­s.
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Maniquíes con prendas de la colección de otoño, en la tienda de Madrid, que cuenta con 2.000 volúmenes.

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