2. DESMONTANDO EL ESTIGMA
La consideración de la regla como algo sucio no tiene nada de natural: es una construcción cultural y social que, por suerte, está mutando. La antropología vino una vez más al auxilio de las mujeres en su tarea de horadar la fortaleza del tabú. A principios del siglo pasado, Margaret Mead descubrió que en Samoa menstruar no suponía un desprestigio, pues su sociedad no se organizaba en términos patriarcales. En su cultura estaba vinculada a la adoración de las divinidades fértiles, mientras en la nuestra nos hace sentir sucias, incómodas e inapropiadas. En la actualidad, la única regla aceptable es aquella que no se mueve, no se nota, no se siente: la hemos borrado del mapa. En el libro Cosa de mujeres: menstruación, género y poder (Sudamericana), Eugenia Tarzibachi explica cómo la aparición de los productos de higiene femenina posibilitó la construcción de un cuerpo femenino amenstrual, donde lo “defectuoso” del cuerpo de las mujeres quedaba enmascarado. Pero, bajo esta “liberación de la mujer”, seguía sin resolver el asunto del estigma. La vergüenza ante la posibilidad de que una mancha roja traspase la ropa nos sigue afectando. “La lógica que se le aplica es la de la ocultación, como a otros fluidos considerados impuros –dice Begoña Enguix, antropóloga experta en género y cuerpo y directora del grado de Antropología en la UOC–. Aunque es cierto que cada vez existe más apertura, la regla se continúa invisibilizando para ocultar una especificidad femenina que nos coloca en una posición de inferioridad, pues supone mal humor, inestabilidad emocional... Por eso, para evitar la crítica o el control, lo mejor es no nombrarla”. O teñirla de azul en los anuncios de compresas. En Esta es mi sangre, Élise Thiébaut afirma que conocer la historia de la menstruación supone adentrarse en la génesis de la sociedad humana. Thiébaut cita al antropólogo Alain Testart, quien sostiene que si las mujeres tenían vetadas las armas y, por tanto, la caza, era por la prohibición simbólica de mezclar sangres (la menstrual y la del animal cazado). Por tanto, la regla como tabú cultural estaría también en el origen de la división sexual del trabajo que aún sufrimos hoy. ¿No es fascinante? | 19