ABC - Mujer Hoy

EL ISLAM DE LAS MUJERES

ES ESTA IMÁN FEMINISTA EL FUTURO DEL ISLAM?

- Por JANICE TURNER

Hablamos en Copenhague con la imán de la primera mezquita de Europa compuesta íntegramen­te por mujeres.

Divorciada, hija de un activista sirio y de una finlandesa, desafía con coraje y argumentos teológicos a quienes pretenden imponer una visión única del islam.

El año pasado, el marido de Sherin Khankan le dio un ultimátum: o renunciaba a seguir siendo la primera mujer imán de Dinamarca o dejaba de ser su esposa. “Habrá sangre derramada y se romperán matrimonio­s cuando las mujeres se enfrenten a la dominación masculina –augura Khankan en su libro Women are the future of islam [Las mujeres son el futuro del islam, aún sin traducción al español]–. Ese es el precio del cambio. Lo sé porque me ha ocurrido a mí”.

No es que su cónyuge, Imran Sarwar, se opusiera a la creación de la mezquita Mariam de Copenhague, donde ella dirige la oración de los viernes en una congregaci­ón formada solo por mujeres (con velo y sin él). Khankan insiste en que lo que le preocupaba a su marido era la seguridad de ella y de sus hijos. Cuando un periodista de Le Monde le preguntó con qué iba a combatir su esposa la influencia de los islamistas radicales y de los islamófobo­s, él les respondió: “Con valentía”. Pero a él le asusta su coraje, según Khankan: “Creo que muchas personas apoyan esta revolución; solo que no quieren que esté liderada por una mujer”.

En la entrada —más bien deslucida— de la mezquita Mariam, ningún cartel indica su existencia. Su sede se encuentra en una calle comercial de la capital danesa. Es una sala amplia, sin muros, acristalad­a y pintada de blanco, y no parece ser el epicentro de una revolución mundial. Pero en marzo, Khankan, de 43 años, se reunió con el presidente francés, Emmanuel Macron, para iniciar un “diálogo de civilizaci­ones”. Macron considera que el “feminismo islámico” de Khankan puede contribuir a establecer un término medio progresist­a entre la laicidad francesa y los musulmanes conservado­res que se sienten ajenos a ella.

“Le llevé mi libro de regalo, pero me dijo que ya lo había leído”, recuerda Khankan. En ese libro, la imán explica su visión de una fe moderna, amable y flexible, capaz de hacer de puente entre la sociedad occidental y las enseñanzas ortodoxas del islam. En él no tienen cabida las rígidas normas sobre lo que se considera halal y haram (permitido y prohibido), el uso de la palabra kuggar (un término despectivo para los no creyentes) ni las interpreta­ciones coránicas al pie de la letra, empleadas para recortar los derechos de la mujer (especialme­nte el divorcio sin restriccio­nes) e imponer formas recatadas de vestir.

¿El recato según quién?

“No debemos usar las costumbres del siglo IX como referencia para las costumbres del siglo XXI”, escribe. Khankan no se ajusta a la imagen que tenemos de un imán. Usa maquillaje y ropa occidental. Solo cubre su cabeza cuando dirige la oración y sus ojos grandes y expresivos le dan un aire etéreo a su rostro. “Para mí, el hiyab es una metáfora de la sinceridad –afirma–, así que yo hablo del hiyab interior: el que conforman tu sinceridad y tu bondad. Soy consciente de que las mujeres tienen opiniones diferentes sobre lo que significa ser recatada. Esta es la mía”.

En su ensayo, en parte memoria personal y en parte manifiesto, relata su experienci­a como persona que ha crecido entre Oriente y Occidente, entre el islam y el cristianis­mo. Su padre era un activista político sirio que se opuso a Hafez al Assad —padre del actual presidente— y huyó a Dinamarca en 1970; su madre, de religión cristiana, era una enfermera finlandesa que buscaba trabajo en Copenhague. Juntos mantenían un restaurant­e de cocina siria.

Khankan, bautizada como Ann Christine, fue educada en ambas religiones y disfrutó de una infancia tranquila. Pero, al visitar Damasco por primera vez cuando era adolescent­e, sus antecedent­es y familiares sirios adquiriero­n un papel relevante en su vida. Allí tuvo la oportunida­d de conocer el sufismo, aprendió árabe, se quedó para estudiar y, con 19 años, dejó su nombre cristiano.

Sin embargo, siempre se ha sentido incómoda con la estructura patriarcal de la mezquita. Les preguntó a mujeres sufíes si se imaginaban a sí mismas dirigiendo la oración: le respondier­on que no. “Han interioriz­ado la idea de que los hombres deben dominar a las mujeres”, afirma.

Al regresar a Dinamarca en 2001, participó en la fundación del Foro de Musulmanes Críticos, un círculo intelectua­l que abogaba por la reforma de su religión. Ella tenía el convencimi­ento de que la mayoría de los musulmanes estaban atrapados entre la derecha xenófoba, que los representa­ba como misóginos y primitivos, y los islamistas que rechazaban la democracia en favor de una teocracia. Entonces pensó que una mezquita femenina serviría para contrarres­tar ambos extremismo­s y difundir una interpreta­ción feminista del Corán.

En términos teológicos, no hay ningún motivo por el que una mujer no pueda ser imán: una de las esposas de Mahoma dirigía la oración, y ha habido mujeres imanes en China desde el siglo XIX. La idea inicial de Khankan era presentars­e como khatibah o lectora. Al principio no se lo dijo ni a su padre. Un pariente de Siria, que había escuchado en internet un khutbah o sermón pronunciad­o por ella, le envió a este un mensaje para preguntarl­e si Sherin se había convertido en una imán. El progenitor estaba espantado y le rogó que diera marcha atrás.

Pero esa desaprobac­ión parental ha sido compensada por la gratitud que han expresado las mujeres musulmanas a Khankan. “Me dicen: “Llevábamos mucho tiempo buscando un hogar y ahora hemos encontrado nuestro sitio”. Y, lo que es más importante, Khankan puede combatir el islam patriarcal que arruina la vida a las mujeres, a las que, incluso después de obtener un divorcio bajo la legislació­n civil, la mayoría de los imanes les denegaban la absolución.

“La mujer musulmana tiene derecho a divorciars­e –afirma Khankan–. Es algo básico. Pero los líderes masculinos, los imanes y muftíes de todo el mundo les han quitado ese derecho”.

El primer caso de divorcio que afrontó como imán fue el de una mujer cuyo marido la golpeaba, a ella y a sus hijos, con tanta violencia que fue encarcelad­o durante siete años. Pero docenas de imanes daneses le habían denegado el divorcio. En la creencia de que su nueva mezquita no tenía la autoridad suficiente, Khankan apeló a un consejo de la sharía de Londres, que acabó aprobando la disolución de ese matrimonio.

Divorcios sin excepcione­s

Al recordarle que muchas feministas musulmanas del Reino Unido luchan para poner fin a los tribunales islámicos, que en su opinión vulneran la igualdad ante la ley, Khankan dice ser consciente de ello. “Sí, lo sé. Soy muy ambivalent­e, porque por un lado creo exclusivam­ente en la legislació­n danesa y en un estado secular que garantice los mismos derechos a todo el mundo. Creo que esa es la mejor forma de servir a la Humanidad. Pero no podemos negar la existencia de mujeres atrapadas en matrimonio­s islámicos religiosos”. Ahora ella es la que concede los divorcios, sin excepcione­s. Su objetivo es cambiar el contrato matrimonia­l que rige en el islam, de manera que una unión religiosa se disuelva automática­mente en el momento en que se conceda la diso- lución civil de la pareja. También celebra matrimonio­s interrelig­iosos.

Su primera pareja casada estaba formada por un hombre cristiano y una mujer musulmana de origen paquistaní. Ambos eran de nacionalid­ad sueca y habían sido rechazados por 96 imanes de toda Europa. Esa intransige­ncia, escribe Khankan, supone una barrera para los musulmanes que se sienten cómodos en Occidente. “Oyes a los padres decir: “Educamos bien a nuestros hijos, para que no se enamoren de alguien no musulmán”.

La imán interrumpe la conversaci­ón para decir que tiene que recoger a sus niños de la escuela. Conducimos hasta la campiña danesa para recoger a su hija pequeña, Halima, de un club de actividade­s extraescol­ares. En casa, su hijo Salaheddin la espera con dos amigos. Viven en un apartament­o que forma parte de una antigua casa de campo. Las ventanas están abiertas de par en par al jardín comunitari­o, donde juegan juntos todos los niños. Es un estilo de vida relajado. Pienso en los temores que expresaba el marido de Khankan, médico de profesión, acerca de la condición de su mujer como personaje público relevante.

“La resistenci­a externa que he tenido que afrontar para convertirm­e en imán no es nada comparado con la oposición que he tenido en casa –reflexiona ella–. Aunque mi exmarido es maravillos­o y muy progresist­a —¡me eligió a mí!—, cuando las personas tienen hijos regresan a los patrones que han vivido en su infancia. Creo que las personas son complejas, así que puedes ser conservado­ra y progresist­a al mismo tiempo. Es un conflicto interno”, reconoce.

¿Tiene su exmarido motivos para preocupars­e por la seguridad de ella? En Dinamarca, esta mujer es una figura prominente en asuntos del islam, y como moderada suele recibir comentario­s despectivo­s de ambas partes. Le pregunto cómo la ven los imanes masculinos. “Sobre todo, desde el silencio”, responde. No se imagina, sin

“CREO QUE MUCHAS PERSONAS APOYAN ESTA REVOLUCIÓN; SOLO QUE NO QUIEREN QUE ESTÉ LIDERADA POR UNA MUJER”.

“LOS INTOLERANT­ES VEN A LOS MUSULMANES PROGRESIST­AS COMO UNA AMENAZA PORQUE PODEMOS CAMBIAR EL RELATO”.

embargo, ser objeto de una fetua [decreto islámico]. La mezquita Mariam va sumando apoyos poco a poco.

Sherin es consciente de que, como imán, está expuesta al juicio de los demás. Ha cambiado su biquini por un burquini de confección casera. Tampoco oficia bodas entre personas homosexual­es, aunque sí ha hecho declaracio­nes de apoyo a los musulmanes gays. “Soy consciente de que, si quemo todos los puentes a mi paso, no puedo hacer de constructo­ra de puentes. Y ahora nos encontramo­s inmersas en una lucha por los derechos de la mujer”.

Dinamarca podría sumarse próximamen­te a la prohibició­n del burka vigente en Francia y en Bélgica. Khankan se opone a lo que considera una criminaliz­ación de un grupo muy reducido de su país —quizás 200 mujeres— que ya están aisladas. Es mejor, afirma, afrontar el control social religioso que se ejerce sobre ellas. Sin embargo, sí se opone a que las niñas lleven hiyab en la escuela. “Creo que el hiyab es una decisión que correspond­e a las mujeres adultas”. Sus hijas, insiste, seguirán el camino que ellas elijan.

Como integrante del Partido SocialLibe­ral danés, Khankan llamó la atención al oponerse a una moción en el Congreso, redactada tras la lapidación de una mujer nigeriana y en la que se pedía inequívoca­mente la abolición de la sharía. Ella argumentó que la sharía está malinterpr­etada. A su juicio, viene a ser un sistema de principios generales sobre la oración y la limosna, y esa condena sin paliativos era como condenar los 10 mandamient­os; por eso votó en contra.

Fuego amigo

Pero esa decisión ha sido usada en su contra: la imán ha demandado por difamación a varios parlamenta­rios daneses que la llamaron extremista islámica. Uno de ellos, Naser Khader, un político musulmán conservado­r que cree en la llamada “asimilació­n cultural”, fue novio de Khankan y la ha amenazado con publicar fotografía­s tomadas durante su relación. Aunque ninguna de ellas se inscribe en la categoría de “porno vengativo”, bastarían para minar la imagen pública de una imán. “Creo que los intolerant­es ven a los musulmanes progresist­as como una amenaza mayor que los propios islamistas, porque nosotros sí podemos cambiar el relato del islam en Europa”. ¿Cree ella que preferiría­n a una mujer con burka, para alimentar su discurso de la “guerra de civilizaci­ones”? “Sí. Es una de mis teorías”.

El caso de las viñetas sobre Mahoma, publicadas en 2005 en el diario JyllandsPo­sten, supuso para ella establecer “un postulado turbio”: que los musulmanes daneses solo estaban integrados en Dinamarca si aceptaban esa burla. En su libro, lo explica así: “Habría que usar la libertad de expresión con más delicadeza. ¿Dónde está el diálogo que el caricaturi­sta dice proponer?”. Para ella, un estado secular no necesita poner a prueba a sus ciudadanos de forma aleatoria y absurda porque solo causa más división y radicaliza­ción de uno u otro lado. Entre medias, recibiendo golpes desde todas partes e intentando reconcilia­r la fe y el feminismo, se encuentra esta mujer de acero que osa llamarse a sí misma imán. ●

 ??  ??
 ??  ??
 ??  ?? La imán Sherin Khankan (43), en la mezquita Mariam de Copenhague.
La imán Sherin Khankan (43), en la mezquita Mariam de Copenhague.
 ??  ?? Con el presidente francés Enmanuel Macron, que ve en ella un puente posible entre la Francia laica y la comunidad musulmana más ortodoxa.
Con el presidente francés Enmanuel Macron, que ve en ella un puente posible entre la Francia laica y la comunidad musulmana más ortodoxa.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain