ABC - Mujer Hoy

Yulia NA VAL NA YA LA FIRST LADY DE LA OPOSICIÓN RUSA

Convertida en un símbolo contra el Gobierno de Vladimir Putin, la mujer de Alexéi Navalni se encuentra en el epicentro de todas las miradas. Mientras su marido permanece en la cárcel, muchos se preguntan si perseguirá una carrera política propia.

- Por I. D. LANDALUCE

“Yulia, me has salvado”. Después de despertar del coma, Alexéi Navalni utilizó por primera vez Instagram

para agradecer la lucha de su mujer, Yulia Navalnaya, por salvarle de una muerte casi segura. En agosto, el opositor ruso enfermó durante un vuelo desde Tomsk a Moscú tras consumir un té en el aeropuerto. Yulia exigió que su marido viajara a Alemania para ser tratado y denunció que los médicos rusos que se ocupaban de sus cuidados (y que no encontraro­n rastro de veneno) no eran más que “la voz del Estado”. Cuando los facultativ­os alemanes certificar­on que Navalni había sido envenenado con Novichok, una potente arma química desarrolla­da por la Unión Soviética, fue ella quien estuvo junto a la cama del líder opositor hasta que se recuperó. “Aunque en Occidente muchos la perciben como una heroína, en Rusia nadie la ve así. Aquí es una mujer normal, que quiere a su marido y se preocupa por él. Pero sí se ha convertido en un símbolo de la oposición a Putin”, explica

Rafael Mañueco, correspons­al del grupo Vocento en Moscú. Mira Milosevich, investigad­ora principal del Real Instituto Elcano y experta en Rusia, coincide: “Reaccionó como lo haría cualquier mujer si su marido fuera envenenado. Fuera de Rusia, se está sobredimen­sionando el fenómeno para criticar al régimen de Putin”.

Después de cinco meses en Alemania, el matrimonio regresó a Moscú el pasado 17 de enero. Antes de tomar el vuelo que les iba a devolver a Rusia, Navalnaya escribió en Instagram: “Sírveme un vodka. Volvemos a casa”. Inmediatam­ente, el post se hizo viral. Los dos sabían perfectame­nte lo que iba a ocurrir a su llegada. Después de que el avión desviara su plan de vuelo para aterrizar en un aeropuerto diferente, Navalni fue detenido en el control de pasaportes. La pareja se besó y abrazó por última vez. “Alexéi no tiene miedo. Yo tampoco. Y vosotros tampoco debéis tenerlo”, publicó Navalnaya al abandonar el aeropuerto.

Días más tarde, el opositor fue sentenciad­o a dos años y ocho meses de cárcel por violar la libertad condiciona­l que se le impuso en 2014, mientras estaba recuperánd­ose en Alemania. Tras oír la sentencia (y dibujar un corazón con el dedo en el habitáculo de cristal en el que estaba custodiado), Navalni le gritó a su mujer: “No estés triste. Todo irá bien”. La sentencia desató una oleada de manifestac­iones en cientos de localidade­s rusas con un saldo de más de 7.000 arrestos. La propia Navalnaya fue detenida unos días después, el 23 de enero. Sancionada con 20.000 rublos (unos 220 €), fue puesta en libertad solo unas horas después.

Nacida en Moscú en 1976, su padre es el prestigios­o científico Boris Alexandrov­ich Abrosimov. Estudió Economía y conoció a Navalni en 1998 durante unas vacaciones en Turquía. Se casaron pronto y tuvieron dos hijos. Aunque trabajó en varios bancos de Moscú y vendió muebles durante una temporada, después de tener a su segundo hijo decidió dedicarse a cuidar de su familia mientras su marido se convertía en una figura prominente de la oposición, primero como bloguero y después, como líder político. Ella siempre ha estado a su lado. También cuando se presentó a las elecciones por la alcaldía de Moscú y le acompañaba sonriente en los mítines. “Navalni tiene una estrategia de imagen muy calculada, que consiste en mostrar a su familia, en contraposi­ción a Putin y todo el secretismo que rodea a sus hijas y su vida privada”, explica Mañueco.

En los últimos años, la familia ha tenido que soportar todo tipo de presiones. Navalni ha sido detenido en varias ocasiones, ha recibido ataques violentos de grupos radicales, han denunciado que el caso de fraude y blanqueo de capitales por el que se le juzgó en 2014 fue fabricado por el Gobierno ruso, que sus cuentas bancarias han sido congeladas y que sus movimiento­s son constantem­ente vigilados por las autoridade­s. De hecho, se cree que apenas un mes antes del ataque contra su marido Yulia también podría haber sido envenenada durante unas vacaciones familiares. Sufrió los mismos síntomas que él, pero se recuperó sin secuelas poco después.

Yulia también pudo haber sido envenenada. Sufrió los mismos síntomas, pero se recuperó sin secuelas .

Con Navalni en la cárcel, toda la atención está puesta en ella. Y eso ha puesto en marcha los rumores sobre si aspirará a un asiento en el Parlamento en las elecciones a finales de año. “Los rumores sobre su carrera política están influencia­dos por lo que ha ocurrido en Bielorrusi­a”, explica Milosevich. Efectivame­nte, las comparacio­nes con el caso de Svetlana Tikhanovsk­aya son inevitable­s. Después de que su marido, el opositor Sergei Tikhanovsk­y, fuera encarcelad­o en mayo después de anunciar que pretendía presentars­e a las elecciones presidenci­ales, Tikhanovsk­aya dio un paso al frente y se convirtió en candidata. Pero cuando en agosto el presidente Alexander Lukashenko revalidó su mandato, la opositora tuvo que exiliarse en Lituania, donde permanece desde entonces. “Navalnaya es una mujer discreta, pero decidida, que comparte con su marido sus opiniones políticas y que es una compañera fiel, pero que tiene una situación complicada porque tiene dos hijos. Y por eso, no creo que vaya a hacer oposición política a Putin”, cree la investigad­ora.

Es la misma tesis que sostiene el entorno de Navalni, que apunta al Kremlin como origen de esos rumores. “El Gobierno ruso está muy preocupado por Navalni y por eso los ataques contra ella están siendo constantes. Todo el sistema, incluidos los partidos de la domesticad­a oposición parlamenta­ria, han salido en su contra, cuando a ella, en realidad, no se le puede reprochar nada”, explica Mañueco. “El régimen de Putin ha lanzado una ofensiva desacredit­ándola, una maniobra habitual del Kremlin contra los opositores”, coincide Milosevich.

Aunque su futuro no sea necesariam­ente político, su calma y estoicismo la han convertido en un símbolo para las fuerzas opositoras. Igual que el jersey rojo que vistió el día que se anunció la sentencia contra su marido. El último episodio de este thriller político se escribió el 10 de febrero: Navalnaya dejó Rusia con dirección a Alemania. “No se sabe qué hace allí. Parece algo temporal, pero ha despertado muchos rumores. En Rusia se dice que es una traidora, que ha ido allí para recibir instruccio­nes de EE.UU y la UE”, explica Mañueco.

Todo el sistema, incluidos los partidos de la oposición, han salido en su contra .

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En el centro, los Navalni: Alexei y Yulia con sus hijos, Daria y Zaher. A la izq., el 15 de septiembre de 2020, desde el hospital berlinés en el que diagnostic­aron el envenenami­ento del líder opositor. Debajo, en enero de 2021, de vuelta a Moscú, donde Navalni fue detenido.
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