Un gran oftalmólogo
Su punto clave fue la cirugía de la retina con la retinopexia neumática
Uno de los pocos supervivientes de una generación brillante que, con pocos medios y escasos instrumentos quirúrgicos, fueron capaces de diagnosticar todo tipo de enfermedades oculares, ponerles tratamiento médico y, si era necesario, hacer complejas intervenciones quirúrgicas supliendo con habilidad las carencias instrumentales.
Además, Alfredo enfocaba muy perspicazmente enfermedades poco frecuentes gracias a sus amplios y profundos conocimientos teóricos, y para lo que no necesitaba la sofisticada tecnología actual.
Por supuesto, se supo adaptar a los progresos que se producían en todos los aspectos, e incluso impulsó los mismos a través de un trabajo muy estrecho con la industria oftalmológica, a la que hacía ver sus necesidades y conseguir así mejorar herramientas diagnósticas y terapeúticas, sin olvidar su propio diseño de instrumentos quirúrgicos que tanto ayudaron a mejorar su técnica.
Fue también un precursor de algo tan importante como la relación médico/paciente, en la que la enfermedad dejó de abordarse como algo aislado del conjunto de circunstancias vitales de quien precisaba de un oftalmólogo, individualizando –y personalizando– cada caso. Nada de lo oftalmológico le fue ajeno.
La docencia universitaria, como catedrático de la Universidad Autónoma de Madrid, la Jefatura de Servicio y la Dirección del Instituto Oftálmico le dio la oportunidad de ejercer labor asistencial además de ofrecer docencia posgraduada, y así formó a numerosos