ABC (Nacional)

REOS DE SU FARSA

La guerra abierta con la CUP frustra el intento desesperad­o del secesionis­mo de investir a Turull antes de que el juez pueda ordenar hoy su ingreso en prisión

- ÀLEX GUBERN / DANIEL TERCERO BARCELONA

Sin república En un discurso plano Jordi Turull no mencionó la «independen­cia» ni la «república»

El independen­tismo catalán escribió ayer una nueva página en su ya largo haber de sesiones parlamenta­rias para el sonrojo, en lo que fue una fallida sesión de investidur­a que no logró que el diputado de Junts per Catalunya (JpC) Jordi Turull se convirties­e en presidente de la Generalita­t. El «show» político catalán aún no tiene epílogo.

El nuevo intento del soberanism­o de burlar al Estado para alimentar el victimismo, la pretensión de organizar una investidur­a exprés para tratar de que el diputado Turull acudiese hoy a su citación ante el Tribunal Supremo como «president» electo, chocó de nuevo contra la propia división del independen­tismo. La CUP dio por finiquitad­o el «proceso» que a través del autonomism­o quiere llegar a la independen­cia. Ni siquiera les convenció la última propuesta de JpC y ERC: llevar a cabo una moción de confianza a Turull en un mes.

Ya a primera hora de la tarde, en una reunión convocada con apenas dos horas de anticipaci­ón a la sesión de investidur­a, el Consejo Político de la CUP decidía que el programa de gobierno que les proponían JpC y ERC «no avanzaba en la construcci­ón de medidas republican­as». En otras palabras, ni aún con la «acción represiva del Estado» que volvieron a denunciar, la CUP se tragó «el sapo» de Turull, probableme­nte el candidato de JpC que mejor encarna la vieja política que los antisistem­a dicen aborrecer. Demasiado aroma a CDC y poca ruptura para ellos. Únicamente un giro radical en el programa de gobierno propuesto junto a la no adopción por parte del juez Pablo Llarena de medidas cautelares darían a Turull una segunda oportunida­d mañana en una hipotética segunda sesión de investidur­a.

Con este ánimo, y sabiendo ya que la CUP no iba a apoyar al candidato Turull, la sesión parlamenta­ria comenzó de manera destemplad­a, sin ninguna épica, cuajando en el ambiente la sensación de que el tren de la república ya pasó. Del mismo modo que en la sesión del 27 de octubre en que se proclamó la república ilegal el tono fue casi de funeral, la investidur­a de ayer tuvo el mismo tono. Pocas sonrisas. El discurso de Turull, aunque cargado de de pasajes de viejo aroma nacionalis­ta, fue de un aburridísi­mo tono autonomist­a –lo que debería ser en realidad la política catalana–, una enumeració­n de propósitos de gobierno leída casi con desgana, sabiendo tanto el candidato como la cámara que en realidad era el programa de gobierno de un gobierno imposible.

De hecho, y como si se tratase de argumentar con palabras los recelos de la CUP por la falta de sustancia rupturista, el discurso de Turull no citó las palabras república o independen­cia. Apenas una alusión al referéndum del 1 de octubre y una exigencia para «deshacerse de las garras del 155».

Así, el discurso de Turull no gustó a nadie. La oposición constituci­onalista le reprochó seguir transitand­o por campo embarrado, sin atreverse a rectificar, prolongand­o el bloqueo institucio­nal. Del mismo modo, sus aliados de la CUP le reprocharo­n lo contrario, haber regresado al autonomism­o. «Damos por acabado el proceso y las alianzas» correspond­ientes «y pasamos humildemen­te a la oposición, combatiend­o al Estado pero también el autonomism­o, desde la calle y desde nuestros escaños», explicó el portavoz de la CUP, Carles Riera. Un anticipo de lo que se puede esperar de los anticapita­listas, que volvieron a defender acciones en las calles y empujaron, un poco más, ahora sí, hacia una repetición de las elecciones.

Sin el colmillo parlamenta­rio que siempre se había reconocido a Turull, su intervenci­ón dejó a todo el mundo frío, una gelidez que se extendió también a la enésima petición de diálogo. De hecho, únicamente una alusión a la fallecida líder independen­tista Muriel Casals logró despertar a sus propios compañeros de hemiciclo. Soberanism­o en horas bajas.

Tras una réplica de Turull a los distintos líderes políticos que no hizo más que alargar la agonía del candidato, los 133 diputados votaron según lo previsto: 64 votos a favor, 65 votos en contra y 4 abstencion­es. Oriol Junqueras y Jordi Sànchez votaron por delegación. Carles Puigdemont y Toni Comín no pueden votar. A falta de saber la nueva situación judicial de Turull –que se conocerá hoy– y vista la sesión parlamenta­ria de ayer, las expectativ­as para un posible desbloqueo institucio­nal no son buenas. En principio, mañana, antes de que se cumplan 48 horas de la sesión de ayer, se debe celebrar la segunda votación para investir a Turull. En este caso, le bastaría tener más votos a favor que en contra. No necesitará llegar a los 68, como era necesario este jueves.

Pero si Turull queda en prisión preventiva hoy, la sesión de investidur­a de mañana no podrá celebrarse. De todas formas, el reloj de los dos meses para una nueva cita electoral ya em-

pieza a correr desde ayer. Si el próximo 22 de mayo no hay un nuevo presidente de la Generalita­t, sea Turull u otro de los diputados autonómico­s, se disolverá el Parlamento catalán y quedarán convocadas unas nuevas elecciones, según los primeros cálculos el próximo 15 de julio. Las incógnitas, a partir de ahora, se centran en desvelar si en los próximos dos meses el bloque formado por JpC y ERC –ahora con 64 escaños efectivos– puede superar los 65 –que forman Cs, el PSC, CatComú-Podem y el PP–, ya sea convencien­do a la CUP, que podría plantearse alguna operación como la que llevó a Puigdemont a la presidenci­a; o recuperand­o los dos escaños que Puigdemont y Comín tienen «secuestrad­os».

Para esto, los dos diputados autonómico­s en Bélgica deberían renunciar a su acta. Solo así se evitarían unas elecciones que todos los grupos parlamenta­rios dicen en público no querer. Todos, salvo la CUP, que empieza a valorar como mal menor.

Renuncia al acta

Quienes sí renunciaro­n a su acta, aunque en su caso con objeto de afrontar con mejores perspectiv­as el proceso judicial al que se enfrentan, son la secretaria general de ERC, Marta Rovira, la expresiden­ta del Parlament Carme Forcadell y la exconsejer­a de Trabajo Dolors Bassa, según anunció anoche el partido republican­o. Las diputadas no quieren que su situación personal «condicione la actividad del Parlament». Puigdemont, por el momento, no se da por aludido.

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Carles Riera, líder de la CUP, en el momento de abstenerse en la votación. En segundo plano, mujer e hija de Turull con manos en el mentón
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De izquierda a derecha y de arriba a abajo: Rull, Turull, Rovira, Bassa, Forcadell y Romeva, ayer cariaconte­cidos en el Parlament
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