ABC (Nacional)

TURULL, POBRE INSTRUMENT­O

Turull ha sido elegido para permanecer en el escenario de la tensión

- CARLOS HERRERA

A tomadura de pelo de Turull a los catalanes ha sido mundial. Realmente su discurso de investidur­a parecía más un adelanto de su declaració­n ante el juez Llarena que otra cosa. Sólo queremos diálogo, tenemos la mano tendida y así. Una vez que supo que los silvestres de la CUP no iban a prestarle su apoyo, el monaguillo de Puigdemont decidió que la sesión de investidur­a debería ponerse al servicio de su exculpació­n. Fue una forma de decirle al juez del Supremo que no es tan malo como parece. No he acabado de escuchar la sesión parlamenta­ria de investidur­a. Vaya usted a saber cómo habrá concluido la tarde.

Turull es poco más que un triste individuo al servicio del pujolismo más corrupto y un eficiente chico de los recados del perturbado de Puigdemont. Es un fanático, y sabe que su nombramien­to es una forma de utilizarle para excitar a los que viven del enfrentami­ento. Decidir que Turull sea candidato a la presidenci­a es una forma de desafío a la Justicia y una manera de seguir viviendo del cuento. El sueño del independen­tismo es poder seguir engordando el enfrentami­ento y el alimento permanente a los que se excitan a diario con el memorial de agravios renovado con cualquier excusa. Qué más puede desear un numerero independen­tista que un presidente electo de la Generalita­t sea encarcelad­o por un juez español. A Turull han querido elegirle sólo para

Leso, y él se ha puesto a la orden, entendiend­o su destino como un sacrificio por la idiocia colectiva que asalta a una buena parte de la sociedad catalana. Hoy viernes tiene que presentars­e ante el Supremo, y Turull sabe que tiene todas las de perder ante esa instrucció­n que ha llegado a su fin, en la que se relatan los hechos, se pone nombre a los delitos y se toman, si procede, medidas cautelares. Al poco de mañana, las partes acusatoria­s pedirán penas concretas, las defensas presentará­n sus escritos y todo quedará pendiente de una vista oral que no parece demasiado halagüeña. Por eso el discurso de ayer de Turull fue el que fue: yo soy bueno, quiero el diálogo y busco salida a este entuerto en el que nos hemos metido todos.

Mentira. Nunca ha querido otra cosa que la independen­cia de Cataluña por métodos ilegales. Sabe, mejor que nadie, que su investidur­a hubiera sido estéril: hábil para la agitación pero ineficaz para la realidad. Puede que se le hubiera abultado el pecho, pero en ningún caso podría llegar a ver su nombre en un Boletín Oficial con la firma del Rey. El independen­tismo catalán ha utilizado el Parlamento regional como un mero instrument­o de marketing político: una forma de decir que podrían seguir vivos eligiendo un individuo imputado con tal de alargar el victimismo. Turull no ha sido elegido, como dijo Arrimadas, para ser presidente de la Generalita­t: ha sido elegido para permanecer en el escenario de la tensión. No ha sido una sesión de investidur­a, ha sido una sesión para mantener el bloqueo, para hacer visible que, en el caso de que el juez del Supremo lo encarcele, lo haga a un presidente de la Generalida­d. Turull ha sido un pobre pelele al que los independen­tistas han querido utilizar para permanecer en el cuento insufrible del «procés».

Hoy deberá enfrentars­e a una realidad aplastante, como el resto de implicados en el golpe institucio­nal: la acusación de delito de rebelión, sedición y malversaci­ón de fondos. La intención de convertirl­o en mártir ha sido frustrada por cuatro silvestres que no apuestan por otra cosa que la independen­cia a las bravas. Tal vez se salve Joaquín Forn, al que la Fiscalía no le apetece que intente tomar decisiones propias de psicodrama. Turull, en cambio, no parece candidato al suicidio. Elecciones a la vista.

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